Por: Francisco Desteffaniz – fundador y presidente de la Asociación Civil Adelante, conformada por 173 jóvenes que realiza trabajo en los barrios de la ciudad y en algunas instituciones.

Tragedia. Si, fue una tragedia. Mataron a golpes a un joven de 18 años. No nos queda otra opción que llamarnos a la reflexión y hacernos la siguiente pregunta, ¿Cómo puede ser que en la sociedad de hoy un grupo de diez jóvenes asesinen a golpes a otro? No debería entrar en nuestras mentes la posibilidad de la violencia hoy en día. Sin embargo, nos cansamos de escuchar en los medios de comunicación, en las redes sociales, en nuestros grupos de WhatsApp, episodios donde la tolerancia no es lo que prima entre las personas. 

La violencia no solamente existe a la noche, a la salida de bares o boliches. Lamentablemente está presente en todos los ámbitos de nuestra sociedad. En las familias y en la escuela; en los clubes y en el barrio; en las oficinas y en la fábrica; en la justicia y en la política; en todos lados. Por supuesto, entre los jóvenes también. Una combinación tan temible como indeseable, la violencia y los jóvenes.

Los jóvenes, hombres y mujeres que ya no son más niños y que se encuentran en la etapa previa a ser adultos, se hallan sumergidos en un mundo en donde muchas veces las reglas de juego no siempre están claras. Muchos jóvenes, terminando la secundaria, estudiando carreras universitarias, o comenzando su vida laboral, se encuentran ante las puertas de un sinfín de oportunidades, aunque también ante la angustia de no saber que querer para sus vidas. 

Es en ese redescubrir su lugar en el mundo, que la violencia no puede ser una opción. Nunca puede ser una opción. No podemos naturalizar lo que paso en Villa Gesell como si fuera lo normal. No. No es lo normal, no es lo que está bien. Hay que dejar de llevar las cosas al límite. El problema no son los jóvenes, el problema nos trasciende a todos.

¿Qué hacemos nosotros para que no pase otro Gesell? ¿Educamos bien a nuestros hijos? ¿Fuimos buen ejemplo de hermano mayor para nuestros hermanos menores? ¿Integramos al que estaba solo en la escuela o en el club? ¿Nos tomamos tiempo de pensar en el otro? ¿Le hicimos bullying al que es diferente? ¿Detuvimos a los que le hacían bullying al que es diferente? ¿Nos quedamos simplemente mirando cómo pasan las cosas? La indiferencia también es responsable, siempre es responsable. Estamos en falta, con nuestra Patria, con nuestros jóvenes, con el anhelo de humanidad que pretendemos.

Es el momento de ver el pasado para aprender de él, y comenzar a construir el futuro que queremos. Es tarea y responsabilidad de todos los que conformamos la sociedad, de tomarnos el tiempo de idear las soluciones para que cada joven pueda encontrar su lugar donde realizarse como persona, crecer como profesional, o formar su futuro. La misión está en todos. En las familias, en las entidades de la sociedad civil, en las escuelas, en los clubes, en los espacios culturales, en los sindicatos, en las empresas, en el estado y en la religión, en la política y en la justicia, en todos. Es necesario que seamos uno solo, y que entre todos transformemos nuestra sociedad en pos de construir una Patria de más tolerancia, de más oportunidades para los jóvenes, de más vida. 

Esta no es la época de la violencia, corrompida por las drogas, por el alcohol, por los vicios. Esta es la hora de salir a la calle a cambiar el mundo. Si, así de utópico. Es necesario. No hay más tiempo. No podemos permitirnos que mueran más jóvenes por situaciones como la vivida hace unos días. La sociedad necesita a los jóvenes. Que salgan a transformar la vida. La vida por ellos mismos, por los demás, por la utopía de creer en imposibles. Necesitamos jóvenes que se jueguen la vida por ideales, que sean líderes, artistas, deportistas, investigadores, emprendedores, hacedores, soñadores. Necesitamos jóvenes que pongan sus talentos al servicio de los demás, que sepan escuchar y dialogar. Que construyan puentes donde hoy hay muros. 

Es la hora de construir la casa común de todos donde prime la igualdad y la justicia. La juventud no está perdida. Esta generación tiene la gran oportunidad de dejar una huella. Hagan historia, sean el ejemplo, cambien la violencia por la alegría, por la empatía, por el amor, que todo lo transforma.


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