La Lic. en psicología Andrea Cecchi (MN: 46273 / MP: 61802) lic.andrea.cecchi@gmail.com nos propone pensar sobre el «tiempo libre” en cuarentena.

Si, ya sé, seguimos en cuarentena; se hace largo y tedioso, y ya empezamos a fastidiarnos con cosas que antes no teníamos conocimiento de su existencia pero que ahora podría ser nuestra peor pesadilla. 

El “confinamiento” obligatorio no es fácil, hasta la palabra para denominar esta auto-reclusión semi-involuntaria resulta terrorífica. Éste término se utiliza para describir el encierro de lo “diferente”: el loco, el enfermo, el delincuente. No estamos acostumbrados a usarla como palabra preventiva. 

He notado un extraño efecto que este “confinamiento” está generando en mis pacientes y en mí: la idea de “aprovechamiento” extremo del TIEMPO que tenemos LIBRE. 

Nos generamos compromisos educativos, formativos, investigativos, de entrenamiento, nos anotamos en cuanta charla “gratuita” se ofrece sobre cualquier tema que quizás, podría, resultar útil en algún momento de la vida, o hacemos conferencia con amistades o familia que en otro momento jamás lo hubiésemos propuesto, pensando que de esta manera no estaríamos desperdiciando el tiempo. Básicamente nos volvemos compulsivos de información o formación. 

¿En serio pensamos que tenemos tiempo libre? Si usted es de los que piensa que así es, claramente en un punto le voy a dar la razón, no estamos cumpliendo con nuestras rutinas agobiantes, tampoco estamos viajando hacia ningún lugar, ni desarrollamos ninguna actividad laboral o recreativa allá afuera. ¡Pero esto no se trata de cambiar una cosa por otra!

Encuadremos y contextualicemos la situación: nuestras mentes están pensando en varias cosas en simultáneo de manera casi automática y que pasan a un segundo plano por ser cuestiones solo mentales (por ahora). ¿Cuáles son estas pequeñas cosas?, veamos: cómo lograremos resolver nuestra economía para llegar a fin de mes; cómo evitar el  contagio y estar atentos con el lavado de manos, además de higienizar cuanta cosa sea tocada o traída del exterior; nos acordamos de los mayores que están lejos y no podemos asistirlos, que los niños y no tan niños sobre-demandan porque están aburridos y comen de todo; calculamos o especulamos sobre cuándo vamos a poder retomar la vida cotidiana; hipotetizamos sobre el daño colateral económico del hogar y del país; nos enteramos de centenares de muertes en el mundo esperando que no sea un familiar o que por suerte no somos nosotros; urge el deseo sexual en las parejas que están distanciadas; empiezan a romperse cosas en la casa por el uso excesivo y las reparaciones se hacen difíciles; nos agobia la incertidumbre sobre el normal desarrollo de los cursos o los ciclos lectivos; nos preocupa saber cómo vamos a retomar una rutina diferente y cambiante, etc.

Ahora vuelvo a preguntar: ¿nos sobra el tiempo?, claramente no, nuestra cabeza trabaja y trabaja mientras nuestro cuerpo se muestra apaciguado e inmóvil. No podemos pretender estar en un período vacacional gratuito y obligatorio cuando todas estas cuestiones circulan en nuestras mentes aún sin poder hacer nada al respecto.

Esperar no es nuestra mejor cualidad como especie, pero trabajar la ansiedad y empezar a incluir la incertidumbre (de las que tanto he hablado) como una aliada de nuestra cotidianeidad nos hará reflexionar y comprender un poco más nuestra realidad, evitando caer en una continua evasión conectándonos por diferentes plataformas para no sentirnos solos y no perder el tiempo.


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