Por: Roberto Garrone
Los casi 27 metros del casco del buque fresquero “San Antonino” subieron el jueves pasado al varadero de TPA, en el espejo interior del puerto local, danto cumplimiento, con demoras, al compromiso asumido por el astillero cuando el Consorcio Portuario liberó de chatarra parte de sus gradas a comienzos del 2021, lo que le permitió aumentar su espacio operativo para realizar reparaciones navales.
Sumado a los dos “Chiarpesca” que se cortaron en SPI, el “Harengus” que se fue a desguazar a la India y el “Simbad” que se hundió en el Parque Submarino Cristo Rey, los barcos que dejaron espacio libre del cementerio de chatarra flotante en los muelles del puerto llegan a la media docena.
Habría que agregar al “Magritte” que ya se posicionó en el varadero de la Base Naval aunque ahí los trabajos no avanzarían tan rápido como lo imaginado. Es más que lo que hizo la perfectamente olvidable gestión de Merlini, por supuesto, pero a este ritmo el basurero quedará limpio dentro de mucho. Si es que no siguen abandonando barcos con la costumbre e impunidad de quien tira un calzón a la basura.
Una fuente con acceso al varadero de la Base reveló que hasta hace unos días no se había colocado la barrera de contención de hidrocarburos en el ingreso al varadero -más allá que se limpió, siempre conservan líquidos que es necesario contener- el certificado de la grúa que dispuso Lusejo no se ha renovado y falta el plan de gestión ambiental de desguace.
También contó que el buque esta apoyado sobre los varales del varadero, no sobre la anguilera que supuestamente debe colocar Lusejo en una segunda etapa de la obra. La Armada exigió en su momento que se cambien los varales pero casi que se sigue trabajando como cuando desguazaba La Pasteca a fuerza de un malacate. Ahora al menos hay un cabrestante certificado por la UTN, digamos todo.
En condiciones normales un casco como el “Magritte” no debería demorar más de un mes en desguazarse. Algo debe oler mal en Dinamarca porque el presidente del Consorcio, Gabriel Felizia, dijo en una entrevista en “Desde el Muelle”, que las tareas podrían demandar 3 meses.
La historia del “San Antonino” sirve para exponer la lentitud con la que caminan algunos proyectos centrales para el futuro del puerto como es la liberación de espacio en áreas operativas. No es lo único demorado. El cambio del esquema de concesión para los astilleros sigue siendo una cuenta pendiente que debe pasar por los órganos de la Constitución bonaerense.
La licitación del servicio logísitico para el comercio exterior en muelle 2 también sufre demoras que a esta altura ya hasta abren el interrogante sobre si efectivamente llegarán con los tiempos de la actual administración o quedará pendiente para la próxima. Ni la galería de los silos tiraron hasta ahora, la punta de lanza de un supuesto proyecto para cobrar de funcionalidad en el predio de los silos.
Como la de Merlini, esta gestión tampoco pudo revestir al área de un contenido productivo. Al menos perdurable más allá de un fin de semana largo que regala empleo precario de la mano de la birra y los recitales.
Ahora apareció un elemento desconocido en esta novela de dilaciones para abrir el juego a las inversiones privadas que trasciendan los 3 años de concesión como hasta ahora. Felizia reveló que el Consorcio encargará un estudio de factibilidad para determinar si el muelle 2 tolera la presencia operativa de grúas móviles o se requiere de pórticos como las terminales porteñas.
La colocación de grúas es vital para en incrementar la oferta de navieras. Hoy solo viene Maersk con un buque que tiene grúas propias. Pero se fue MSC porque cambió de ruta al barco que las tenía. Y toda la carga que subía comenzó a viajar en camión por la Autovía.
La administración portuaria a la que le cuesta liberar espacio en muelle, tiene un depósito de autos abandonados (foto) en un predio aledaño al Distrito de Pesca –a ver si lo descubren con alguna de las 150 cámaras que piensan instalar en breve-, en el ingreso al muelle, y ahora piensa contratar una consultora alemana –se desconocen plazos y presupuestos- tiene a la industria de la exploración off shore golpeando la puerta para saber si puede hacer pie en la terminal marítima.
Aceptarán las petroleras operar en una zona primaria aduanera con serias deficiencias en materia de seguridad y equipamiento. Se espera que en las próximas semanas salga el fallo favorable para poner luz verde a la exploración a partir de los primeros meses del 2023.
Habrá espacio para las necesidades de las petroleras y sus proveedores o se irá improvisando sobre la marcha con nuevas promesas que no se cristalizan.
Mientras lo importante se demora, el Consocio muestra gestión para cuestiones que parecen poco relevantes como pintar los silos para el Festival Marea, por los 100 años de la primera descarga en los muelles portuarios, o destinar 8,5 millones de pesos para obras de mantenimiento en el Centro de Formación Profesional, que anunció hace 15 meses y todavía toma forma en un predio ubicado en la zona de las harineras.
En la Escuelita de fileteros el Consorcio piensa producir casi 50 toneladas mensuales de materia prima que supuestamente donará la flota costera para distribuir en comedores comunitarios. En una prueba piloto en la Escuela de Pesca con un curso anual que terminó en el primer semestre, la docena de alumnos no llegaron a producir ni 100 kilos de pescadilla y merluza.
Si 8,5 millones contiene la licitación para cambiar membranas, revocar y sellar muros, y pintar paredes, lo que será equipar el centro formativo con el mobiliario y la cámara frigorífica. El suelo de los docentes los pagará Axel, el que todavía nos debe la licitación de la circunvalación. Seguro lo aporta Nación, de donde esperamos que liberen los fondos para comprar las defensas marinas.
“Cómo van a formar fileteros… Es como poner una escuela de lustrabotas”, ironizó un actor portuario, indignado con una iniciativa educativa a la que le cuesta encontrar los atributos cuando el 65% de lo que exportó la industria pesquera el año pasado se exportó entero o con escaso valor agregado.