Se celebró en la Iglesia Catedral de Mar del Plata la fiesta de Santa Cecilia, patrona de la ciudad, de la diócesis y del templo catedralicio. En ese contexto se celebró además el Jubileo de los Músicos, quienes recibieron una bendición al final de la celebración Eucarsística. En las vísperas de la festividad había tenido lugar en el mismo templo un concierto a cargo de Ars Peregrinae Vocem, bajo la dirección del maestro José María Ulla.

La Misa central fue presidida el propio sábado 22 por el obispo diocesano, Mons. Ernesto Giobando SJ, y concelebrada por el párroco, Pbro. Ezequiel Kseim, junto a los expárrocos Pbro. Román Bustinza y Pbro. Juan Pablo Cayrol; el vicario parroquial, Pbro. Lucas Di Leva; y los presbíteros Fernando Mendoza y Enrique Pío.

En la homilía, en el marco además de la solemnidad de Cristo Rey, monseñor Giobando afirmó que las lecturas “nos dan las palabras y las imágenes para celebrar también la fiesta de Santa Cecilia”. Rememoró la figura del rey David, que “iba danzando con todas sus fuerzas delante del Señor”, y destacó que ese modo de alabar a Dios se realiza “en medio de las malas miradas y amenazas”, imagen que —dijo— ilumina el testimonio de la patrona.

El obispo evocó la tradición en torno a Cecilia: “cuando era llevada al martirio se escuchaba una música de órgano, por ello es que se la asocia como patrona de los músicos”. Señaló además la fortaleza de la joven, condenada “por ser cristiana y por haber ofrecido su virginidad al Señor”, y recordó que los verdugos “no pudieron cortar su delicado cuello”, sino que la hirieron tras tres intentos, muriendo luego de tres días “señalando con sus dedos al Dios uno y trino”, como refleja la obra de Maderno cuya copia está en la cripta de la Catedral.

Mons. Giobando preguntó: “¿Por qué tanta saña ante una jovencita tan buena e inocente?”, relacionando el martirio con la problemática actual de “femicidios y actos de violencia contra las mujeres”. Por eso sostuvo que Santa Cecilia “debería ser también, junto a tantas vírgenes y mártires, patrona de las mujeres que sufren violencia y discriminación de todo tipo”. Añadió que Cristo la corona con “la triple corona de la santidad, de la virginidad y del martirio”, compuesta por “esas perlas preciosas que conforman una vida entregada por el Reino de Dios”.

Al comentar el Evangelio, remarcó que Jesús, aun “despreciado, insultado, burlado”, fue tentado a “que se salve a sí mismo… que baje de la cruz”, y advirtió que muchas veces “nos queremos salvar solos, bajándonos antes de tiempo de la cruz”. Recordó además que en este Año Santo la Iglesia “quiere perdonarnos todos los pecados y darnos el regalo de la indulgencia”.

Citando a santa Teresita del Niño Jesús, destacó que la vida de Cecilia “no fue más que un canto melodioso, incluso en medio de las mayores pruebas, […] pues “el santo Evangelio reposaba sobre su corazón””, e invitó a mantener el Evangelio “apretado a nuestro corazón” porque “no hay otro Camino, no hay otra Verdad, allí está la Vida”.

Para finalizar, expresó su anhelo de que “esta fiesta de Santa Cecilia sea un nuevo desafío a vivir en Mar del Plata y en nuestra Diócesis con las notas de la música y las obras de la caridad, con el canto y la alabanza y con las virtudes cristianas, con el compromiso por lo bello y con los pies metidos en el barro para ayudar a quien está tirado en la cuneta de la vida.”

“Que el Evangelio que Santa Cecilia aferraba en su corazón se imprima en nuestras vidas y podamos ser mejores habitantes de esta bendita tierra”, concluyó.


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