Mg. Melisa Centurión*
En tiempos de pandemia por coronavirus debatimos a diario cual es el futuro de la política, la salud, la economía, la sociedad. Pero quizás no nos hemos preguntado lo suficiente ¿Qué tipo de liderazgos requerirá el mundo postpandemia?
La realidad se construye en el relato, en lo que decimos acerca de lo que sucede. Y estos tiempos sin duda generan relatos permanentes en el vínculo con la sociedad. La búsqueda de un enemigo o la construcción de un mundo común; la prioridad en la salud o en la economía. Siempre se trata de relatos.
La disputa entre el globalismo y nacionalismo, que fractura al mundo en las últimas décadas, hoy encuentra expresiones notables. El nacionalismo de Donald Trump, de Jair Bolsonaro o de Narendra Modi. El globalismo de China, de Rusia, de algunos líderes europeos como Merkel y Macron.
Debatimos también a menudo si los dispositivos de control limitan nuestras libertades civiles, y si los gobiernos hoy nos controlan más que antes. Mientras, la gente sale a las calles con los mismos problemas que tenían antes del coronavirus. Sólo que ahora se profundizaron. Donde había hambre, hay más hambre. Donde había desigualdad, esta se amplió. Donde no había libertades, tampoco las hay hoy. Lo cierto es que la nueva realidad no dista tanto de la anterior, y la crisis económica y política que adjudicamos a la pandemia no hace más que mostrar las profundas desigualdades que el mundo ya sufría.
En este contexto lo que todos nos preguntamos es ¿Cómo salir de la crisis?
¿Como proponen Merkel y Macron? Que en una postura sin precedentes dentro de la Unión Europea presentaron la iniciativa de un fondo de 500.000 millones de euros en fondos no reembolsables a partir de deuda común. Todos los países de la Unión Europea toman deuda, para asistir a algunos de ellos, que han sido los más afectados. Sin devolución, y con condicionamientos que aún no se han precisado, es un plan de rescate sin antecedentes en el sistema de integración económica más importante del mundo. ¿Altruismo, amor al prójimo? Más bien se trata de comprender que la única forma de salvar la Unión Europea -y quizás al mundo- es cooperando y colaborando.
Del otro lado, los llamados cuatro frugales -Suecia, Dinamarca, Austria y Países Bajos- exigen que los fondos se devuelvan, que se trate de préstamos y que se cumplan condiciones macroeconómicas adecuadas para garantizar la austeridad. Les preocupa en qué se gastará el dinero que ellos también tomarán como deuda. Se posicionan desde el individualismo, exigiendo reducciones en el gasto público, estados que controlen las variables. Claro que nadie pudo controlar las variables sanitarias que están llevando al mundo a la peor crisis económica de su historia.
Hace poco más de dos meses, cuando el confinamiento en Argentina recién comenzaba, y el mundo en el que vivimos se asomaba a nuestro pensamiento, planteábamos en esta columna que la hegemonía mundial atravesaba -antes de la pandemia- una disputa entre Estados Unidos y China. La guerra comercial y la guerra tecnológica eran sólo algunos capítulos de una historia bastante más larga y compleja. Hoy, lo que describíamos hace poco más de sesenta días no hace más que profundizarse.
A la crisis sanitaria por ser el estado con más casos de coronavirus, Estados Unidos debe sumar el estallido social en contra del racismo y la opresión a las minorías. El gobierno de Donald Trump, que llegó a la presidencia con un discurso racista y discriminatorio, se enfrenta hoy no sólo al descontento social por los muertos diarios o por la abrupta caída de la economía (peor aún que la de la crisis de 2008) sino que por primera vez en 41 años se decreta el toque de queda en diversas ciudades del país. La matriz de desigualdad estadounidense, la ruptura del “sueño americano” muestra hoy su lado más brutal. El liderazgo de Donald Trump se cuestiona desde adentro, pero también alrededor del mundo en manifestaciones que crecen día a día. Del lado demócrata, Joe Biden tampoco pareciera mostrar dones de liderazgo, al afirmar que “habría que enseñarles a los policías a disparar en las piernas”
Al otro lado del mundo, China se recupera de la situación sanitaria y reactiva su economía. Coopera con el mundo, enviando insumos y buscando fortalecer las redes del multilateralismo. Todo ello puertas afuera. Adentro, la nueva Ley de Seguridad Nacional para Hong Kong busca reprimir las protestas, los ideales democráticos que envuelven a la sociedad desde la Revolución de los Paraguas, que se evidenciaron durante 2019 con las manifestaciones más multitudinarias que se vieron en el planeta. Restringir el estatus de autonomía especial del que goza Hong Kong desde 1997 -y por cincuenta años- es el primer paso en la anexión total, ya no desde el punto de vista económico sino político, de la antigua colonia británica. El aislamiento económico internacional de Taiwán, los campos de reeducación en la región del XinJiang y la militarización del Tibet son otras muestras de la voluntad china. La integralidad del territorio, el control político y la anulación de las libertades individuales. Un liderazgo autoritario para mantener el control de una población enorme y diversa.
En Rusia, Vladimir Putin puso fecha para el referéndum de la reforma constitucional. Asegurar no sólo la posibilidad de seguir presentándose a elecciones, sino limitar quienes pueden ser sus oponentes -con las nuevas condiciones que la Carta Magna impone- resulta crucial en un momento en el que su popularidad baja, y en la que, de esperar más tiempo, quizás complicaría sus intenciones de reformar la constitución.
Jair Bolsonaro enfrenta en Brasil una crisis sanitaria y política sin precedentes. Al enfrentamiento entre los propios sectores de su gobierno, debe sumarse el Congreso, los medios de comunicación, los gobernadores de San Pablo y Río de Janeiro y la justicia. Un escenario complejo en el cual la búsqueda de soportes en el Congreso resulta crucial para evitar que prospere alguno de los 28 pedidos de juicio político contra el presidente.
¿Seremos realmente mejores después de la crisis? ¿O nos dirigimos hacia un mundo más pobre y aún más desigual? ¿Quién ayudará a los más vulnerables cuando quede poco para repartir? ¿Quién cuidará el medio ambiente con la economía devastada? ¿Cómo debieran ser los y las líderes del mundo post pandemia? ¿Cuál será el relato que primará?
Como hemos planteado en otras columnas anteriores, de esta crisis sólo podremos salir en conjunto. Y aquí no hay lugar para los débiles: los pueblos deberán exigir a sus líderes el mayor compromiso para la próxima etapa.
*Politóloga. Magister en Desarrollo Humano.Docente y capacitadora especializada en Relaciones Internacionales. Columnista de Informe Mundial