Por: Roberto Garrone
Esta semana que pasó fue la ideal para la mayoría de los empresarios langostineros que miran con preocupación como los precios del marisco entero subieron a un tobogán cuyo final no se alcanza a divisar por estos días: la flota no pescó por culpa del mal tiempo en la zona de pesca y más de cien barcos buscaron refugio del fuerte viento en las crispadas aguas del Golfo Nuevo.
Lo que a principios de zafra, con mucha dificultad, lograban colocar a 7 dólares el kilo para el L1, por ejemplo en España, ahora no hay manera de sostenerlo sobre los 6,60 y la tendencia sigue siendo a la baja.
Europa azotada con la inflación, la devaluación del Euro a valores del 1 a 1 con el dólar y las secuelas de una guerra prolongada de Rusia en Ucrania que disparó los precios de la energía, explican en parte el problema de la demanda retraída que pide valores razonables para el nuevo escenario económico regional.
Del lado de la oferta los obstáculos para producir brotan como hongos: un país sumergido en una anarquía política institucionalizada que genera inflación en dólares para los sectores exportadores que lima su rentabilidad, devaluación del peso y al borde de la hiperinflación que eyecta los niveles de pobreza a números vergonzosos.
En este escenario se desarrolla una temporada de langostino que en el primer mes de zafra en aguas nacionales alcanzó las 30 mil toneladas, un crecimiento en los desembarques del 20%, un guarismo que se limarán en estos días a fuerza de temporales; la naturaleza regulando el esfuerzo pesquero.
Los números de las exportaciones de langostino en el primer semestre muestran en parte el fenómeno que asiste al sector y que marca la poca apetencia por el langostino entero, también porque había quedaron stock de la zafra pasada en cámaras de los clientes.
El volumen comercializado entre enero y junio alcanzó las 18.844 toneladas, un 35,3% menos que el vendido en el primer semestre del año pasado. Un porcentaje similar se redujo el nivel de dólares que ingresaron al país por las ventas de dicho producto: un 34,3%. Ahora fueron 125 millones de dólares cuando el año pasado habían sido 190,3 millones de dólares.
El precio promedio por tonelada arrojó un valor levemente superior: 6634 dólares la tonelada contra 6540 dólares el año pasado, aunque en algunos mercados como el de España, principal destino del langostino entero, esos valores fueron más bajos y se invirtieron: El año pasado compraron casi un 40% más de langostino entero (15.341 toneladas) y pagado en promedio 6400 dólares. Ahora, 6282 dólares.
“Tony ofrece L1 a 6,40 en Japón y nos hace mierda a todos”, confesó un industrial esta semana cuando se divulgaron los cuadros estadísticos de CAPECA. “Tal vez sea un remanente del capturado sobre el 41 en el otoño o necesite liquidez” remarcaba la fuente. Igual Japón muestra un comportamiento idéntico al de España aunque es otro el volumen. Acá el 40% menos de compras se tradujo en 1848 toneladas.
En esa cancha también puede jugar Moscuzza, con la ventaja comparativa de costo de producción que le regala el “José Américo” y la canilla por donde reciben ingresos adicionales por la venta de filet de merluza otra de sus especialidades.
La hubbsi está en precios históricos al borde de los 4 mil dólares cuando el año pasado naufragaba apenas por arriba de los 2500 dólares. Una buena del conflicto en Europa: Rusia dominaba el mercado del bacalao y el abadejo salvaje de Alaska.
Para la cola de langostino el panorama no parece muy diferente al entero. Las exportaciones de este producto se redujo un 28,4% en volumen en relación al mismo semestre del año pasado y del ranking de los primeros diez países de destino, mayoritariamente se exporta cola en bloque para ser reprocesada en terceros países como Perú, Vietnam, Tailandia, Indonesia y Guatemala.
En un contexto de mercado retraído, el principal destino, Perú, tuvo signos en verde. Aumentó su demanda un 12% y alcanzó las 4.541 toneladas de cola en bloque y el precio que pagó creció aún más: De 6261 dólares pasó a 7193 dólares. Perú no consume ese langostino: le agrega valor y lo exporta a un mayor precio. Genera trabajo y divisas. Al contrario que Argentina.
El fenómeno se explica con un par de números…. Si el año pasado la brecha entre la evolución de la inflación y el valor del tipo de cambio rondó el 25% este año vamos camino a superarlo. Esto quita cualquier posibilidad de agregarle valor a la cola de langostino y explica los problemas que evidencia la industria en Chubut, con trabajadores en la calle y quincenas adeudadas.
De 30.394 toneladas exportadas de cola de langostino en el primer semestre del año pasado, ahora se comercializaron 21.766 toneladas. Con una zafra creciendo en desembarques un 20% en el primer mes, los stocks comienzan a crecer. El precio promedio por ahora muestra un crecimiento de más del 10%. De 7154 dólares promedio el primer semestre del 2021, pasó a 7932 dólares.
Las ventas de langostino al mundo siguen mostrando otra sentencia. Brasil no figura entre los 10 principales destinos en ninguno de los dos registros, ni en el del entero ni en las ventas de cola. Los últimos de cara ranking son Hong Kong, donde fueron 262 toneladas de langostino entero, y Rusia con 220 toneladas.
No es que no haya empresas argentinas capaces de vender 10 contenedores con langostino al país vecino y principal mercado latinoamericano en un semestre. En realidad no pueden competir con el mercado del contrabando cuyos precios son ostensiblemente menores que el circuito oficial. Ese mercado y más allá de las buenas intenciones de Dany el ex Embajador, sigue viento en popa.