Melisa Centurión*
“El único héroe válido es el héroe colectivo” Héctor Oesterheld (Prólogo de El Eternauta)
Miles de teorías han surgido en torno al origen e incluso los objetivos que puede tener detrás la pandemia del coronavirus. Muchos análisis se focalizan en su baja tasa de mortalidad, y comparan esta patología con otras enfermedades graves que aquejan a la humanidad. Algo de cierto hay, por supuesto, mueren más personas de tuberculosis, de enfermedades infecciosas o incluso de patologías relacionadas con la desnutrición. Entonces, ¿Qué es lo que nos da tanto miedo del coronavirus?
En primer lugar, que no lo conocemos. No sabemos bien de donde viene, no conocemos sus efectos en quienes se recuperan, estamos trabajando en el tratamiento y aun no tenemos vacuna. A diferencia de las otras enfermedades que se mencionan habitualmente, de esta sabemos muy poco. Y el desconocimiento, la ignorancia acerca de a qué nos enfrentamos, causa temor.
En segundo lugar, por tener una tasa de contagio muy importante y no presentar síntomas por varios días, nos deja expuestos a todos. No distingue clases sociales, ni cargos políticos. El contagio de ministros, la cuarentena de presidentes, el fallecimiento de parlamentarios iraníes, nos hace a todos vulnerables.
¿Tiene un interés desmedido de los medios? Quizás, aunque también recoge las preocupaciones sociales. Y en el momento de expansión del virus en el que nos encontramos probablemente la atención brindada por los medios sea beneficiosa para el cumplimiento de las políticas de prevención.
¿Y qué pasa con el sistema internacional? ¿Qué impacto tendrá el coronavirus en las relaciones internacionales y la geopolítica?
Muchos abordajes plantean que esta pandemia cambiará al mundo tal como lo conocemos. La economía claramente se desplomará, los vínculos que parecían sólidos se desintegran y lo que las teorías parecían explicar se esfuma. Si 2019 fue un año que consideramos bisagra, que pensábamos cambiaría el vínculo entre los pueblos y sus representantes, 2020 no deja de sorprendernos.
Iniciamos al borde de una tercera guerra mundial, y promediando el tercer mes del año nos enfrentamos a una pandemia de dimensiones poco conocidas en las últimas décadas. ¿Es exagerado? Por las consecuencias políticas y económicas me arriesgo a decir que no lo es.
Comencemos por el principio. China, primer país en el que se registraron casos del coronavirus Covid-19, actuó con gran rapidez. Estableció la cuarentena más grande de la historia, construyó hospitales e invirtió en investigación para desarrollar rápidamente una vacuna para este virus. Ustedes dirán que también por sus hábitos alimenticios este virus surgió y se esparció en el mundo, pero así como fue en China podría haber sucedido en cualquier otro país. Lo cierto es que la sociedad china dio una muestra de cumplimiento de las ordenes gubernamentales que no se vio cuando el virus llegó a Europa. La tecnología al servicio del gobierno también fue fundamental, a partir del uso de todo tipo de dispositivos para controlar el cumplimiento de las cuarentenas.
Lo mismo podemos decir de Corea del Sur, donde el gobierno, preparado por el brote de MERS que tuvo hace cinco años, actuó con velocidad estableciendo cuarentenas, hoteles hospitales, testeos masivos y aislamientos seguros para todos los infectados.
Hasta aquí los primeros países en los que se dieron los contagios mostraron no sólo rápidas respuestas gubernamentales sino un alto nivel de cumplimiento por parte de las sociedades. En el prólogo de “El Eternauta”, su escritor Héctor Oesterheld resaltó la figura del héroe colectivo para hacer frente a las adversidades, en medio de una cuarentena por una nevada mortal y de la invasión que enfrenta la tierra. Las sociedades orientales son profundamente colectivistas, a diferencia de las occidentales, y ello lleva a priorizar a la sociedad y a la familia por sobre los intereses individuales. Además, por supuesto, de las graves sanciones que imponen los gobiernos, el colectivismo y las sociedades jerárquicas contribuyeron a un abordaje rápido y efectivo.
En Irán, otro de los países más afectados, el gobierno desconoció y aún desconoce la gravedad de la situación, a pesar de que parlamentarios y asesores del gobierno han muerto como producto del covid-19. Investigadores de la Universidad Tecnológica de Sharif, en Teherán, evaluaron los escenarios posibles. En el mejor de ellos los muertos serán 12.000. Pero en uno más realista, por las dificultades de cumplir cuarentenas y la escasez de insumos médicos producto de las sanciones económicas, los fallecimientos podrían superar los 3 millones de personas.
Las reacciones en Europa sin lugar a dudas fueron tardías. Se subestimó la importancia de este virus, que colapsa rápidamente los sistemas de salud, y requiere cuidados intensivos en muchos de los casos. El individualismo occidental propició la falta de cumplimiento de las cuarentenas, desplazamientos masivos y una ola de contagio que llevó a Italia a la situación de catástrofe que está viviendo en estos momentos. La Unión Europea se mostró como una cáscara, y cada uno de los estados aplicó las políticas que le parecieron más convenientes, incluso cerrando fronteras internas de la unión. Emmanuel Macron, otrora defensor del liberalismo, destacó en un mensaje la importancia del Estado de Bienestar y la salud pública. Ángela Merkel, cuyo liderazgo se había visto debilitado en los últimos meses, remarcó en su última comunicación a los alemanes que “Es grave. Toménselo en serio. Desde la reunificación alemana, no, desde la II Guerra Mundial, no ha habido un desafío en nuestro país que dependa tanto de nuestra actuación común y solidaria” Otra vez el héroe colectivo como el actor principal para abordar la pandemia.
Boris Johnson, quien inicialmente planteó que el 60% de los británicos debían infectarse de coronavirus para generar anticuerpos, tomó medidas de aislamiento social ante el resultado de informes científicos que muestran que, con las moderadas medidas que el gobierno había tomado, habían logrado reducir el escenario de 500.000 fallecimientos a 260.000. Las medidas aun no son obligatorias y las instituciones educativas permanecen abiertas; sin embargo, los británicos, observando la experiencia del resto de Europa, han tratado de permanecer en sus hogares.
En Estados Unidos, las deficiencias de su sistema de salud, que deja fuera de cobertura a decenas de millones de habitantes e impone altos costos incluso contando con seguro médico, llevaron a una proliferación del contagio que hoy abarca a los 50 estados y sobrepasa los 6500 casos. La suspensión de vuelos y el reciente cierre de la frontera con Canadá endurecen las medidas, aunque también llegan de forma tardía. En sus declaraciones, Trump nunca deja de culpar a China por la propagación de este virus, y del otro lado los chinos, hacen lo propio con los estadounidenses. El enfrentamiento por la hegemonía se traslada a todos los ámbitos de la vida.
No todos los gobiernos han mostrado la misma preocupación. En Latinoamérica, mientras Argentina o Chile imponen políticas de restricción y hasta estado de emergencia, y El Salvador cerró sus fronteras sin tener ni un solo caso, Jair Bolsonaro en Brasil no sólo subestima la situación, sino que permite que sus propios simpatizantes realicen manifestaciones masivas en tiempos en que el resto de la región restringe la salida a las calles.
Los médicos palestinos se capacitan en Israel, mientras el gobierno israelí envía kits de prueba e insumos médicos a las zonas de Cisjordania y Franja de Gaza. La autoridad palestina y el gobierno de Israel trabajan codo a codo en la Sala de Operaciones Conjuntas. Lo que no se logró en 72 años de conflicto, lo logró el coronavirus.
¿Qué le espera al mundo después de la pandemia del coronavirus?
La primera consecuencia del coronavirus será la caída de la economía mundial, lo que ya comienza a vislumbrarse, no sólo en los países con mayor cantidad de casos, sino a nivel global. La caída de la demanda china, a partir del cierre de fábricas y la cuarentena masiva, empujó a la baja los precios de las materias primas, incluyendo el petróleo, y este proceso no hará más que agudizarse. La industria turística y del transporte sufren un paro global, al igual que todos los servicios que se ven restringidos por las cuarentenas.
En segundo lugar, queda por ver cuál es el impacto en la hegemonía mundial. Mientras Estados Unidos muestra a las claras la deficiencia de su sistema de salud y su escasa solidaridad con el mundo, China se erige con el liderazgo y el soft power derivado de haber contenido la pandemia, y poder brindar ayuda al resto del mundo, con insumos y médicos capacitados. El papel que Cuba está cumpliendo por estos días también desafía el poder de Estados Unidos, ya que la comunidad internacional se cuestiona cada vez más que sentido tienen las sanciones económicas aplicadas a aquel país.
La globalización tal como la conocemos se transformará. La idea difundida de que la falta de restricciones en los viajes, el comercio y las comunicaciones era lo mejor que podía pasarle al mundo se encuentra en discusión. Si los movimientos nacionalistas y formaciones políticas xenófobas crecían aun en un contexto de integración, mucho más crecerán ahora que la globalización mostró otra de sus caras posibles.
La Unión Europea, que sufrió con el Brexit la primera salida de un miembro, y nada menos que Gran Bretaña, deberá redefinir sus liderazgos, sus políticas y su sentido. Hoy los europeos confían (o desconfían) de sus gobiernos nacionales. No esperan nada de la Unión Europea, y esto sin dudas hará crecer a los movimientos euroescépticos y eurofóbicos que nacieron al calor de la crisis financiera.
La industria farmacéutica mantendrá su poder y sus ganancias, como después de cada epidemia o pandemia del coronavirus que azotó a la humanidad. La lucha por las patentes de la vacuna y los posibles tratamientos está basada en quién se quedará con el negocio que inicia cuando (si es que podemos) el mundo controle el coronavirus.En gran parte del planeta veremos, como hasta ahora, un crecimiento en la militarización de la seguridad interna y un mayor control y disciplinamiento social. Es posible que por mucho tiempo no veamos grandes aglomeraciones de personas, y que los reclamos que marcaron el 2019 pasen a un segundo o tercer plano ante la emergencia, hoy sanitaria, y luego económica, que el mundo atravesará.
No quedan dudas de que el mundo no volverá a ser el mismo. No podemos prever los resultados, como no pudimos anticipar la pandemia. Ya habrá tiempo para análisis más profundos y construir nuevas teorías que nos permitan comprender el mundo. Mientras tanto, al menos en Argentina, nos quedamos en casa para evitar que se propague el virus.
*Politóloga. Magíster en Desarrollo Humano. Docente especializada en relaciones internacionales