Por: Roberto Garrone
Este domingo (?) quiero analizar este fenómeno. Por qué causa a los actores portuarios les gusta colocar términos o palabras que son verdaderos lastres en los documentos, convenios, protocolos, proyectos: en el peor de los casos hunden cualquier posibilidad de acuerdo o, en el mejor, generan que avance al raudo paso de un caracol.
El convenio del Ministerio de la Producción de la Provincia con el Ministerio de Defensa por el uso del varadero de la Base Naval para desguazar barcos inactivos la cosa pasó a mayores. El cabrestante que debía colocarse para mover la chatarra y ponerla en seco debía ser “nuevo”, en tanto también debían cambiarse los varales deteriorados del piso.
Vamos camino a cumplir 36 meses, 3 años, de un acuerdo de 40 meses y sigue tan invicto de barcos desguazados como la Terminal de Cruceros de naves de lujo. Ni uno solo. Lujo que nos damos en Mar del Plata para hacer como que las cosas cambian cuando en realidad seguimos sumergidos en la intrascendencia más absoluta.
La administración anterior con toda la tropa alineada: Consorcio, provincia y nación. Ahora igual. El resultado es el mismo, aunque ahora están tratando/demorando en resolver la carrera de obstáculos que sembró Merlini.
Que ya sale, que ya mandamos todo, que la nueva adenda ya tiene el visto bueno del Jefe, y esperamos la firma del Ministro. Que nos observaron una boludez, pero ya lo arreglamos… que con Producción está todo más que bien… en breve arrancamos… Hace dos meses que dan vuelta con los borradores y el varadero sigue solo ocupado por tres viejos remolcadores.
Como la autorización para hundir al Simbad, reflotar el Ribazön Dorine, avanzar con la limpieza del Sirius y el Don Romeo Ersini… Prefectura tampoco es una máquina de gestionar. Toda una maraña burocrática y administrativa que renueva la pátina de abandono en el muelle 2.
No, no es fácil… pero a juzgar por los resultados, parece imposible.
Todos los que trabajaron en el borrador del protocolo sanitario, sindicatos y cámaras armadoras, saben que no toda la flota cuenta con wifi a bordo. Pero igual incluyeron el término en el borrador como argumento de cobertura para brindar asistencia a distancia en caso que algún tripulante diera positivo o mejor dicho, tuviera síntomas compatibles con el covid.
Porque ahí asoma otra inconsistencia… en el borrador del protocolo figura que los armadores deben disponer a bordo los elementos como para que los tripulantes puedan realizarse un auto test y saber si esta o no contagiado. Pero todavía no terminó el proceso de autorización en el Ministerio de Salud y, mucho menos, están disponibles en farmacias para su compra.
A nadie de los que lo leyó le pareció pertinente advertir que era inaplicable. Que había que revestirlo de condiciones compatibles con la realidad.
Como el acuerdo con Defensa que en la gestión Merlini pasó sin cuestionamientos por el Directorio del Consorcio Portuario. Esa vez nadie levantó la mano para advertir que para comprar un cabrestante nuevo, tal cual el compromiso asumido con la Armada, había que importarlo porque no había disponible en el país con esa característica.
Y si no había plata para mantener un cerco perimetral, un par de luces y un sensor de movimientos que permitieran renovar el certificado PBIP, que tuvo que salir la Provincia a tirar un salvavidas, mucho menos habría para el cabrestante. Colocaron uno usado que sacaron del buque “San Pablo”. El barco de Caputo integra el grupo de los abandonados en muelle 2. La pieza fue aportada por “Lusejo”, la empresa encargada del operativo desguace, que mientras se demora el operativo desguace va extirpando todas las piezas de valor de los buques chatarra que le entregaron sus propietarios: además de Caputo, Moscuzza, Solimeno, entre los fomentistas del cementerio flotante.
Los varales terminaron cambiando solo los que estaban en el sector inferior del varadero, debajo del agua, que fueron reemplazados por otros del sector superior. Cambiarlos todos representaba un costo de más de 70 millones de pesos. Firmemos cualquier cosa y otras leyendas portuarias.
¿Estas falencias generan que el puerto haya recibido menos descargas el año pasado?. En absoluto. El crecimiento o descenso de los desembarques pesqueros tienen más que ver con factores naturales, fortuitos, que por aciertos, errores o demoras en la gestión.
En el 2021 Mar del Plata redujo sus desembarques un 12% fundamentalmente porque fue menos abundante la temporada de calamar en la unidad de manejo norte. Con 344 mil toneladas fue el puerto que tuvo la caída más pronunciada aunque se mantuvo como el principal puerto pesquero del país.
Hace un año el ministro de Economía, Martín Guzman, anunciaba en redes sociales la construcción del muelle 9, con financiación del fondo solidario de ANSES en una inversión de 17 millones de dólares y 3 más en obras complementarias. Un crédito que el Consorcio pagaría a 10 años con tres de gracia.
En la administración portuaria ya elevaron el proyecto a ANSES con la unidad del negocio que permitiría hacer frente a semejante erogación. El muelle 9 implicaría la posibilidad de liberar espacio en el 2 y el 3, que hoy no abunda por la cantidad de barcos inactivos, y pensar en afianzar el desarrollo de otras actividades conexas como el servicio logístico de contenedores.
Más allá del optimismo de Guzmán cuando se anunció la obra, casi parecido al del Gobernador con el camino de circunvalación, no solo todavía no se tiró una piedra al agua sino que el proyecto debe ser aprobado por el Congreso. Que en las actuales circunstancias, parece más fácil que lo apruebe la Armada