Muchas veces he intentado meterme en la cotidianidad de Galileo, mi personaje favorito en la Historia de la Ciencia. Ya no en sus descubrimientos, ni en las páginas de sus libros sino imaginarlo caminando por los intrincados pasillos del botánico de la Universidad de Padova, intentando identificar las plantas medicinales que lo ayudaran en sus dolencias o disfrutando de tal o cual concierto a sabiendas que la música fue, sin dudas, su otra pasión.

Es lo que intenté hacer en mis paseos por Venecia, buscar las calles alrededor del Arcenal que visitaba con frecuencia, o buscarlo, en el medio del caos de la Piazza san Marco, cerca del campanario. Pero hace muy poco, se encontró una lista de compras de Galileo, con la que salió alguna mañana de invierno, precisamente en Venecia, alrededor de 1609.

No es el producto de sus investigaciones, no tiene ninguna pretensión de trascendencia, está escrita en un papel cualquiera, de forma desprolija, como lo hacemos nosotros hoy en día, pero nos permite mirar, casi indiscretamente, en la vida cotidiana de Galileo ya no como genio indiscutido, sino como una persona normal, haciendo cosas normales.

La lista comienza con zapatillas de piel y un gorro pequeño para Vincenzo (su hijo), la caja con las cosas de Marina (Gamba, su compañera), lentejas, garbanzos blancos, arroz, pasas, trigo, azúcar, pimienta, clavo, canela, especias, mermeladas y naranjas. Sigue con jabones, dos peines de marfil y Malgavia (un tipo de vino importado de Grecia) del señor Sagredo (uno de sus mejores amigos en Venecia).

¡¿Qué habrá pasado ese mismo día de esta nota sin relevancia?! Sagredo no sólo fue un amigo de Galileo. Era un matemático importante, y un gran colaborador del primero. Añadió una escala al termoscopio de Galileo, esa especie de termómetro que, hasta ese momento, no permitía hacer mediciones cuantitativas de la temperatura. Sagredo los hizo más fáciles de transportar e ideó algunos modelos de más sencilla construcción. ¿Habrán hablado de estos temas cuando Galileo fue a su casa por el vino?

Cuando Sagredo murió, Galileo lo inmortalizó como uno de los personajes de su obra “Diálogo sobre los principales sistemas del mundo”. Giovanifrancesco, que así se llamaba, incluso había discutido con Galileo la posibilidad de hacer telescopios ya no de lentes como los hizo el pisano sino de espejos. ¡Cuántas cosas se pueden hacer con una copa de vino! Galileo postuló un experimento que mostraba las diferentes densidades del vino y el agua y que hoy podemos encontrar recreado en internet por decenas de entusiastas. Tal vez alguna de estas ideas fue postulada el mismo día que comenzó en la casa de Galilei, haciendo una simple lista de compras.

Pero la lista continúa con dos bolas de artillería, un tubo de órgano de estaño, trípoli, pedazos de espejo y colofonia.

Parece raro pero la lista es, en estos últimos ítems, la posibilidad de espiar en uno de los procesos más misteriosos de la obra de Galileo, cómo construía sus telescopios. Las dos bolas de artillería no serían fatigosas de llevar camino a su casa, se trataba de unas piezas de 5 centímetros, que usaba para pulir las superficies de los lentes y moldear las superficies cóncavas y convexas que necesitaba para lograr el aumento. Como abrasivo, entre las lentes y las bolas de artillería, usaría el trípoli, una especie de arena hecha de los esqueletos de unos organismos marinos microscópicos llamados radiolarios (encontrados por primera vez en Libia, cerca de Trípoli, por eso su nombre). Y la colofonia es una goma, con ella seguramente pegaría las lentes al tubo para convertirlo en ese magnífico y revolucionario instrumento de ciencia que cambiaría para siempre nuestra imagen del Universo.

Las cosas sencillas, a veces, nos abren mundos impensados, una simple lista de compras nos cuenta de los gustos, los hábitos, y hasta las formas de trabajar de un genio. Los libros lo hicieron eterno, pero estos papelitos lo hacen más humano, más amigo, más parecido, a cada uno de nosotros.

Sebastián Musso : Divulgador Científico, de Argentina. Conferencista en más de 40 ciudades de Argentina, en Brasil, Uruguay, Chile, Paraguay, Colombia, España e Italia. Representante para Argentina del Proyecto UNAWE (UNESCO-IAU). Es autor de 9 libros editados e innumerables artículos.


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