Sólo uno de cada tres argentinos consume frutas y verduras al menos una vez por día, indicó la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), que reveló que nuestro país fue modificando sus patrones alimentarios y según explicaron desde el Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires están muy lejos de las recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA).

Los sistemas alimentarios y los patrones de consumo de alimentos y bebidas se fueron modificando a nivel mundial en las últimas décadas y también en nuestro país donde hoy siete de cada 10 adultos tienen exceso de peso, sobrepeso y obesidad, con una tendencia en aumento. Estos cambios se reflejan, principalmente, en una disminución del consumo de alimentos naturales y preparaciones “hechas en casa”, que fueron reemplazados por un mayor consumo de alimentos producidos y procesados industrialmente.

La Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud también develó que casi cuatro de cada 10 argentinos toma bebidas azucaradas a diario y más de tres de cada 10 consume golosinas (caramelos, alfajores, chupetines, chicles, etc.) dos o más veces por semana. A su vez, una parte de la población consume de forma habitual productos de pastelería, cereales azucarados, galletitas dulces y snacks.

“Esta situación se torna aún más grave en niños, niñas y adolescentes, quienes consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería, galletitas dulces y snacks salados y el triple de golosinas respecto de los adultos”, aseguró la licenciada en Nutrición Carolina Simonet (MP 3682), del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires.

Prácticamente todos los alimentos que se consumen en la actualidad se procesan de alguna manera, para hacerlos más comestibles y agradables, o para preservarlos para un consumo posterior. Muchos tipos de procesamiento son indispensables, beneficiosos o inocuos; en cambio, otros son perjudiciales para la salud humana.

De acuerdo al grado de procesamiento los productos pueden clasificarse en cuatro grupos:

1.    Alimentos sin procesar o mínimamente procesados, que incluyen frutas frescas, secas o congeladas; verduras, granos y leguminosas; nueces; carnes, pescados y mariscos; huevos y leche.

2.    Ingredientes culinarios procesados, que son sustancias utilizadas en la preparación de alimentos que por lo general no se consumen solas como las grasas, aceites, azúcares y sal.

3.    Alimentos procesados que se elaboran al mezclar los dos grupos anteriores e incluyen panes y quesos sencillos, pescados, carnes saladas/curadas, y frutas, leguminosas y verduras en conserva.

4.    Productos ultraprocesados, que son formulaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos o sintetizadas de otras fuentes. La mayoría vienen listos para consumirse o para calentar y, por lo tanto, requieren poca o ninguna preparación culinaria. Ejemplos de estos son las papas fritas en paquete, snacks empaquetados, helados, chocolates y caramelos, galletitas, cereales endulzados para el desayuno, mermeladas, bebidas azucaradas, entre otros.

“El consumo desmedido de productos ultraprocesados es problemático para la salud humana por múltiples razones: tienen una baja calidad nutricional; por lo general tienen sabores intensos y agregado de ingredientes que generan un consumo excesivo; imitan a los alimentos naturales y; en algunos casos, se los ve erróneamente como saludables. Utilizan paquetes y estrategias de marketing atractivas, y ocasionan efectos negativos en diversos aspectos culturales, sociales, económicos y ambientales”, explicó la licenciada en Nutrición, Josefina Locatelli (MP4095), quien también pertenece al Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires.

Estas modificaciones en los hábitos alimentarios, la alta disponibilidad de productos de baja calidad nutricional, y el descenso de la actividad física, contribuyeron al incremento del exceso de peso en el último tiempo. En Argentina, el sobrepeso y la obesidad están en una tendencia de aumento sostenido: actualmente presentan exceso de peso el 68% de los adultos y 41% de los niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años. 

En ese sentido, Simonet destacó la necesitadad de “concientizar a la población sobre una alimentación saludable que se basa en alimentos reales, en comidas frescas y preparadas a mano, derivadas de sistemas alimentarios sostenibles y culturas alimentarias establecidas. A contramano, el patrón alimentario actual, compuesto en su mayor parte por productos ultraprocesados provenientes del sistema alimentario industrial globalizado, no es saludable”.

Es necesario reducir el riesgo para la salud que plantean dichos productos por medio de una disminución de su consumo, y para esto es fundamental que la población tenga conocimiento respecto de lo que contienen. Estos nutrientes agregados en exceso (sal, azúcar, grasas), llamados “nutrientes críticos”, debieran estar informados claramente en el envase, para que el consumidor pueda distinguir rápidamente el contenido y así efectuar las elecciones alimentarias adecuadas.

Si bien hay un debate en el Congreso nacional, Argentina aun no cuenta con un sistema de etiquetado que informe a la población sobre el contenido de nutrientes críticos y tampoco es obligatorio declarar los azúcares en productos envasados. El etiquetado frontal de los alimentos tiene 2 componentes: un sistema gráfico, con información nutricional veraz, simple y clara en la cara principal o frente del envase para ser utilizada al momento de tomar decisiones de compra, y un sistema de perfil de nutrientes que permite evaluar la calidad nutricional de los alimentos y las bebidas y clasificarlos (por ejemplo, en saludables o no saludables).

“Entendemos que es fundamental avanzar en la  implementación del sistema de etiquetado frontal de alimentos con octógonos negros, tal como se indica en la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable que, con media sanción, aun deben aprobar los Diputados”, sostuvo la licenciada Simonet. Y agregó: “La información nutricional debe ser clara para así poder efectuar elecciones que reproduzcan hábitos de alimentación saludables. Según como se preparen y  usen en las comidas, estos alimentos pueden formar parte de una alimentación saludable”.

“Frente al escenario epidemiológico de nuestro país y la región, con una tendencia creciente de malnutrición por exceso de peso, es fundamental poner acento en una mejoría en los hábitos alimentarios de la población, propiciando una alimentación saludable, entendiendo que esta es aquella que aporte todos los nutrientes esenciales y la energía que cada persona necesita para mantenerse sana”, concluyó Locatelli, del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires.


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