Por: Mario Rodríguez – Espacio RAíCES

El 10 de diciembre de 1983, nuestro país recuperaba la democracia, luego de siete años de una sangrienta dictadura, que dejó como saldo miles de muertos y desaparecidos, un país aislado del mundo, una economía destruída y una sociedad fracturada, que nos condujo a una guerra irracional, aprovechando una histórica y justa causa, para intentar perpetuarse en el poder. 

39 años después, vaya nuestro homenaje a esas y esos mártires y héroes que sufrieron, lucharon y dieron su vida en esa etapa de nuestra historia reciente. Como ayer y siempre, seguimos reclamando MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.

Fue Raúl Alfonsín quien encaró ese primer tramo de esa transición democrática. Hoy, el mejor homenaje que podemos hacerle es repasar objetivamente su pensamiento y actuación, y tenerlo en cuenta de cara al futuro, en la necesaria construcción del progresismo, ya que su figura se engrandece día tras día, y representa una referencia ineludible para amplios sectores de la sociedad argentina.

Nuestro país, como buena parte del mundo, sufre los problemas sociales y económicos producto de la pandemia de coronavirus, a lo que se suma las consecuencias de la guerra en Europa. En ese contexto, sólo es posible que sean los sectores con más capacidad contributiva los que hagan un esfuerzo, para darle al Estado instrumentos que le permitan seguir enfrentando la pandemia y, a  la vez, propulse medidas de recuperación económica. El propio Raúl Alfonsín aseveraba que ¨serán quienes más tengan los que tendrán que pagar más para resolver la crisis¨. Por eso, desde el alfonsinismo nucleado en el Espacio RAíCES, apoyamos oportunamente el denominado impuesto a las grandes fortunas.

Resulta inexplicable que, desde la UCR y otros partidos con tradición democrática, no se acompañen estas iniciativas y se sugieran medidas neoliberales para resolver la crisis, cuando el mismo Raúl Alfonsín nos enseñó la importancia de construiruna democracia social, de elaborar una modernización del llamado Estado de Bienestar, confrontando con las tesis neoconservadoras de Estado Mínimo, de la democracia elitista, del mercado como nuevo fetiche al que hay que respetar absolutamente.

Alfonsín siempre nos convocó a seguir ideas. Seguramente él estaría hoy bregando por la unidad nacional, como lo hizo toda su vida, instándonos a trabajar de manera mancomunada, dejando de lado las diferencias, para ayudar a nuestro país. En momentos como estos, cobran actualidad sus palabras, dichas el día de su asunción como Presidente de la Nación;«Vamos a luchar por un Estado independiente. Hemos dicho que esto significa que el Estado no puede subordinarse a poderes extranjeros, no puede subordinarse a los grupos financieros internacionales, pero que tampoco puede subordinarse a los privilegiados locales. La propiedad privada cumple un papel importante en el desarrollo de los pueblos, pero el Estado no puede ser propiedad privada de los sectores económicamente poderosos”.


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