Por: Equipo jurídico de la Dra. Patricia Perelló
Este miércoles 24 de abril, la Cámara de Casación Penal, a través de su sala quinta revocó la sentencia del tribunal en lo criminal N2. Dicha sentencia, había condenado injustamente a Analía con las mismas pruebas donde otro tribunal, en el 2017 la había absuelto.
Esto presentó un hecho jurídico atípico, en donde una persona declarada inocente, debe pasar por un segundo juicio, una vez que fue absuelta por unanimidad en el primero. No obstante, Analía se presentó y estoicamente soportó un nuevo proceso judicial, de más de 40 jornadas, con la entereza de su inocencia.
En ese momento creímos que nuevamente, dada la contundencia de las pruebas, se iba a fallar a su favor, pero no fue así. Desconocemos qué motivos externos empujaron a ese tribunal a juzgar a Analía en el 2022.
Tanto en la absolución del 2017 como en esta, nuestro mensaje siempre fue claro:
Con menos de treinta minutos con el grupo escolar, con el aula de música completamente vidriada y a puertas abiertas, con la maestra de grado presente en todo momento, más la contundente cantidad de pruebas que aportaron padres, docentes y equipo directivo, estaba claro que los hechos eran materialmente imposibles de acontecer.
Así el juicio llegó a un fallo lógico en el 2017, e igual de lógico en este 2024. Analía fue y es inocente desde el primer momento. Aunque dos veces haya pasado por el mismo juicio, más la condena social y mediática. Este fallo vuelve a confirmar todo lo que desde la defensa hemos expuesto hasta el cansancio: Que los hechos simplemente nunca pudieron existir.
Nos queda la reflexión ahora de qué va a pasar con la vida de Analía, vida que ultrajaron y destruyeron por un accionar que no contempló los tiempos de la justicia sino el escarnio público.
Nos preguntamos ¿Cómo vuelve Analía a su vida normal después de 11 años de pasar por esto?
Además, también preguntamos algo que incomoda ¿Es Analía la única docente que vive esta situación? Y la respuesta claramente es no. Hoy son centenares de docentes que sufren de falsas denuncias, y en cuestión de segundos, sus vidas están arruinadas: Escraches en la escuela, a sus compañeros de trabajo, en la calle, todo infundado en una interpretación de un familiar que corre como reguero de pólvora destruyendo la vida de los docentes.
Que esta sentencia, que por segunda vez absuelve a Analía, sirva como ejemplo ante la necesidad de ir a fondo con este tipo de acusaciones que de ser ciertas son gravísimas, pero que deben recorrer los espacios de justicia que construimos como sociedad, y no los tribunales de las redes sociales y la violencia callejera contra los docentes e instituciones educativas.
Hoy cerramos un proceso de más de una década, de poner el hombro a una docente que venia a llorar sin entender por qué le pasaba esto. De ver como día a día su vida se desmoronaba. Hoy sentimos que hay un poco más de esperanza en nuestro país y en nuestros tribunales. Hoy, se hizo justicia.