11 de marzo de 2024 – La Sociedad Argentina de Pediatría emitió un documento sobre bullying (acoso escolar) y ciberbullying (hostigamiento cibernético) en el que destaca que son situaciones que requieren de la intervención de las personas adultas, especialmente de los cuidadores de los niños, niñas y adolescentes (NNA) involucrados, los docentes, los equipos de orientación escolar o de los gabinetes psicopedagógicos y el personal directivo de la institución educativa.

El trabajo, que contó también con el apoyo institucional de La Defensoría de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (La Defe), refiere que ‘El bullying y el ciberbullying comprenden situaciones violentas entre pares que pueden consistir, entre otros, en conductas de hostigamiento, agresiones, intimidaciones, situaciones de burlas o indiferencia, ya sea en el ámbito escolar o en los entornos digitales’.

Incluyen a quien es agredido y a quien o quienes agreden y a los otros pares que son testigos como observadores o alentadores -aun sin proponérselo- de esas situaciones de violencia. También incluye a los adultos responsables del lugar donde ocurren y a los padres o cuidadores de todos los NNA involucrados. 

“Los adultos tenemos la responsabilidad de no admitir ni avalar ningún tipo de situación violenta; mientras que los pediatras podemos colaborar en la detección del bullying y acompañar y asesorar a las familias para la articulación de acciones con la escuela. En los casos más severos, donde se detecte riesgo para sí o gran afectación emocional o sintomática, se debe considerar la derivación con profesionales de salud mental. No es adecuado pedirle a los NNA que sufren bullying que enfrenten la situación, devuelvan la agresión o la minimicen”, afirmó el Dr. Juan Pablo Mouesca, médico pediatra y psiquiatra infanto-juvenil, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).

‘Tratar la problemática de violencia entre pares en la escuela o en los entornos digitales como situaciones aisladas entre niños y adolescentes implica una mirada reducida, que no tiene en cuenta en profundidad los alcances de la violencia ejercida hacia la infancia y ni los componentes que conducen a estos emergentes’, grafica el documento.

Según las últimas estadísticas mundiales de bullying publicadas por la ONG Bullying Sin Fronteras, en el mes de abril de 2023, los casos de bullying en todo el planeta continúan en aumento, donde 7 de cada 10 niños sufren todos los días algún tipo de acoso y ciberacoso. Argentina, ocupa el quinto lugar entre los países del mundo con mayor cantidad de casos de bullying y ciberbullying, con un reporte anual de 50.250 casos[1].

En las Prueba Aprender 2021[2], respecto de las situaciones de violencia experimentadas en las escuelas por los estudiantes de 6to grado del nivel primario, se registra que el 42,9% manifiesta que algunas o muchas veces otros estudiantes dijeron mentiras sobre ella o él; 36% identifica que otros estudiantes la o lo insultaron; 32,5% señala que otros compañeros se burlaron; 29,5% informa que les dejaron de lado a propósito; 23,6% afirma que otros estudiantes le quitaron sus cosas o las rompieron; 22,6% señala que otros estudiantes pidieron a compañeras o compañeros que no se junten con ella o él. Incluso, 16,1% de los estudiantes afirma que algunas o muchas veces otros estudiantes lo agredieron físicamente y 12,6% señala que muchas o algunas veces, otros estudiantes lo amenazaron o insultaron a través de las redes sociales.

“Es importante reconocer que cualquier situación de violencia entre pares, se trate o no de bullying, requiere la intervención de los adultos para colaborar en su resolución; la detección y el tratamiento oportunos de estas situaciones nos brindan la oportunidad de enseñar nuevas formas de vincularse entre pares con respeto y empatía. Las niñas, niños y adolescentes que crecen en el marco de patrones de violencia pueden llegar a reproducir esos maltratos con sus pares, tanto en el ámbito escolar como en las redes”, sostuvo la Dra. Silvina Pedrouzo, médica pediatra especialista en Uso y Efectos de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) en niños, niñas y adolescentes, Presidente de la Subcomisión de la SAP enfocada en esta disciplina.

El bullying es un fenómeno de maltrato grupal, intencional y persistente, que se repite en el tiempo de manera sistemática protagonizado por una o varias personas y dirigido hacia uno o varios compañeros. Tiene direccionalidad e intención de daño, que puede llegar a ser progresivo. Es presencial, requiere la presencia de personas físicas para que suceda El bullying está relacionado con la discriminación, pero no son sinónimos. Hay conductas discriminatorias que no necesariamente desembocan en bullying. El perfil de acosador suele ser detectable: suele ser violento, responde mal a las consignas de los adultos, es un alumno con problemas en la escuela y su rendimiento escolar es bajo. Igualmente puede no ser detectado por la escuela y pasar desapercibido, refiere el Dr. Juan Pablo Mouesca.

Paralelamente, en los entornos de la virtualidad, las infancias y adolescencias encuentran espacios donde pueden expresarse, vincularse, crear su identidad y ocupar grupos de pertenencia, generalmente lejos de la mirada del adulto. En estos espacios, el maltrato también puede encontrar su lugar de expresión y convertirse en entornos de reproducción de agresiones y otras situaciones de violencia entre pares.

“Llamamos ciberbullying a estas formas de agresiones sostenidas, reiteradas de manera sistemática e intencional hacia un niño o niña o adolescente, por parte de uno o más pares en los entornos digitales”, consignó la Dra. Silvina Pedrouzo.

‘En los casos de ciberbullying, los NNA por lo general están en permanente contacto con los dispositivos electrónicos para mantenerse al día sobre las publicaciones que hacen sobre ellos en las redes sociales y otros medios. Es habitual que se aíslen para visualizar los mensajes’, refiere el documento de la SAP.

‘Una de las diferencias entre el bullying y el ciberbullying es la velocidad e intrusión con que llegan los mensajes agresivos a su destinatario/a en este último. Ya que pueden ser enviados a cualquier hora y desde cualquier sitio, lo que amplifica las dimensiones del daño. Es fundamental reconocer que, aunque la agresión se haya dado en entornos virtuales, el daño existe y la violencia es real. Por otra parte, estos contenidos malintencionados permanecen en el ciberespacio y dejan una huella que difícilmente pueda ser borrada o eliminada. Además, el entorno virtual le otorga al agresor el anonimato, a través de ‘nicknames’ o de perfiles falsos. Tiene un factor extremadamente importante que es la inexistencia física de contacto entre el acosador y la víctima y, por lo tanto, es difícil que el acosador preste atención a la real dimensión del daño. El acosador tiene otro perfil: es más astuto, no suele tener problemas con la autoridad ni con los adultos y en términos generales suele ser un buen alumno y muchas veces todos estos hechos ocurren fuera del ámbito escolar’, describen los especialistas de la SAP.

Con respecto a las víctimas, es usual el ocultamiento de lo que están sufriendo, por vergüenza o miedo, y que las personas adultas cercanas tampoco noten la situación. Si bien cualquier NNA puede ser el blanco de estas agresiones, es más frecuente que sean agredidas las personas con alguna discapacidad o aquellas que tienen alguna característica física en particular o racial o que se diferencian por otros motivos como el rendimiento deportivo o académico, nivel socioeconómico, creencias políticas o religiosas, etnias, identidad de género u orientación sexual.

“Entre otros síntomas, se destacan situaciones de cansancio, cefalea, dolor abdominal y vómitos que pueden darse el domingo por la noche, al despertar o previos al ingreso a la escuela en los casos de acoso escolar, donde el NNA suele manifestarse en contra de asistir a clase. También alteraciones del sueño, en la conducta alimentaria, dificultades en el aprendizaje, bajo rendimiento escolar, falta de interés en actividades que realizaba anteriormente, baja autoestima, cambios en el estado de ánimo y ansiedad. En los casos más graves, aparecen síntomas de aislamiento, depresión, ideas de muerte e intentos de suicidio”, describieron ambos colegas. “En los casos de ciberbullying están en permanente estado de alerta en contacto con sus dispositivos, para chequear constantemente las publicaciones que hacen sobre ellos en las redes sociales y otros medios” recalcó la Dra. Silvina Pedrouzo.

‘Tanto el bullying como el ciberbullying producen estrés crónico, suelen asociarse al secreto y al sentimiento de impotencia para resolver la situación. Los adultos cuidadores no suelen enterarse del padecimiento y el maltrato sufrido por las víctimas’, describe el documento de la SAP.


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