Por: Roberto Garrone

El desmedido incremento en el precio por cajón de anchoa que solicitaron algunos capitanes de la flota costera de Rawson provoca por estas horas que la temporada de pesca de este recurso pelágico penda de un hilo. 

El mes pasado, recién desembarcados de la temporada de langostino, los oficiales comenzaron pidiendo 170 pesos por cajón para volver al agua. Los armadores se estiraron hasta los 120 pesos, y pese a que los capitanes bajaron sus demandas a 148 pesos, después de un mes de mal tiempo y negociaciones infructuosas, los barcos siguen amarrados a muelle.

En las últimas horas la CAFACH firmó el reajuste salarial con la Asociación de Capitanes en términos inferiores a lo que piden los oficiales. Incluso Frías y el delegado de Rawson están de acuerdo en un precio por cajón de 100 pesos.

“Respetando lo pautado y pensando en la continuidad laboral de representados que quieren buscarla, además de la de toda la cadena productiva, esos es empatía, tan necesaria en estos tiempos”, dijo Giuliano Vestuti en un tuit ayer por la mañana.

Unos días antes de la rúbrica de Frías, algunos armadores decidieron desarmar las redes y esperar el regreso del langostino y su bonanza en aguas nacionales como un mensaje para sus capitanes. 

La inflexibilidad de las partes se retroalimentó luego de un intento por encontrar anchoa que hizo el barco “Siempre María Elena” cuyos resultados no fueron satisfactorios. Poco pescado y tamaño chico no despertó el interés de nadie por volver al agua. 

En la baja temporada de los costeros de Rawson la anchoa fue el único punto de discordia. Parte de la flota que eligió pescar merluza en el Golfo San Jorge para alimentar el circuito productivo de Comodoro Rivadavia no tuvo planteos salariales. Incluso el SOMU se comprometió a salir a pescar mientras cerraban con la cámara el precio del cajón para los marineros.

¿Qué tiene que ver esta demanda salarial de un puñado de capitanes que paraliza la flota costera de Rawson con Mar del Plata? Es que la provincia de Chubut no tiene un desarrollo de la industria conservera. Las capturas que vino aportando la flota terminaron a más de mil kilómetros alimentando el trabajo de cientos de obreros marplatenses en una industria conservera que también atraviesa por estos meses su baja temporada. Su pico de producción es primavera verano con el reproceso de la otra anchoíta, la bonaerense, y, principalmente, caballa.

Para esta temporada las principales fábricas conserveras de la ciudad se comprometieron a comprar 36 millones de kilos de anchoa y hasta estaba casi definido el precio por kilo puesta en Mar del Plata, un valor por debajo de la evolución inflacionaria en relación al que habían pagado el año pasado. 

La noticia del desarme de las redes en el “Siempre María Elena” y “Misal”, el otro costero dispuesto a salir a buscarla, preocupó a los industriales locales aunque no pierden las esperanzas de poder trabajar con la anchoa.

Creen que todavía hay tiempo para que haya un acuerdo, que el desarme de las redes forma parte de esa rosca con los capitanes y apuestan a que otros barcos, ligados al armador Eduardo Del Río, puedan salir a pescar. “Es fundamental que encuentren. Eso puede motivar al resto y que las pretensiones de los capitanes aflojen con certezas”, dicen los conserveros locales. “SI encuentran pescado, los que desarmaron arman al otro día”, se aventuran.

Más allá de las especulaciones de los conserveros por conseguir materia prima con la cual generar trabajo en medio millar de obreros, en el tablero de la industria pesquera la anchoa patagónica ocupa un lugar irrelevante.

Pero las demandas salariales incompatibles hasta con el contexto inflacionario que exhiben algunos sectores sindicales pueden generar perjuicios más tangibles. Es el caso de los oficiales de máquinas en la antesala de la zafra de langostino en barcos fresqueros de altura. 

Días pasados los conductores y maquinistas se reunieron en asamblea y definieron los valores que tendrá el cajón de langostino para el primer oficial y el segundo en sala de máquinas, de acuerdo a la capacidad de carga de la embarcación en la que trabajan. 

En el caso de la flota más chica, de entre 1600 y 2000 cajones que el año pasado había pagado entre 100 y 110 pesos por cajón, la tarifa para este 2022 se ha más que duplicado: 210-240 pesos. 

“Están locos”, renegaba un armador propietario de un barco de esas características. “No en todos los casos el aumento es tan importante. Ellos saben por qué lo aplicamos”, subrayó Daniel Flores, el referente de los maquinistas en Mar del Plata. “Dicen que no quieren subir porque son barcos chicos, incómodos”, acota el empresario. Esa incomodidad parece que se paga.

“No, es una locura”, dijo otro armador de un barco de 3 mil cajones cuando vio la tabla preparada por el sindicato y que fijaba el precio por cajón para un barco de esas características en 180 pesos por cajón por marea. Apelarán a los puntajes de la escala y a replicarla en función de la bodega del barco.

Posiblemente y más allá de la decisión unilateral del sindicato de establecer los valores, llegado el momento de iniciar la temporada, todo se reducirá a la negociación cara a cara del armador con sus trabajadores como ocurre casi siempre.  En ese escenario entran en juego múltiples variables que casi en todos los casos dejan en blanco la porción más chica de la torta. 

Cuando parece ser que finalmente hubo acuerdo entre los gremios marítimos del SOMU y SIMAPE con las cámaras armadoras de buques tangoneros congeladores –no trascendió el esquema del reajuste salarial, sí que se firma esta semana-, la incertidumbre por el futuro de la temporada llega de la mano de los oficiales de máquinas. 


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