Por: Roberto Garrone
Ya con el regreso a la operatividad de la flota fresquera de altura en Mar del Plata, tras 15 días de parálisis por el reclamo salarial del SICONARA primero y el SOMU después, podemos trazar un panorama, mezcla de balance y conclusiones apuradas de lo que dejó un conflicto que no generaba una parálisis parecida desde que se elaboraron los protocolos sanitarios en el inicio de la pandemia, más o menos a la misma altura del año.
En principio parece un sacrilegio que en una ciudad golpeada por la desocupación, por la informalidad del trabajo no registrado y salarios registrados por debajo de la línea de pobreza, el principal sector productivo de la ciudad regale 15 días con la principal flota fresquera del país amarrada al muelle.
Porque ahora que los barcos comenzaron a abandonar el puerto la inactividad se mantendrá entre los obreros del pescado, los eslabones más débiles de la cadena donde todos los problemas ocupacionales que muestra la ciudad impactan con mayor crudeza.
En este escenario, con miles de trabajadores sufriendo la crisis que regala el conflicto en la flota fresquera, llama la atención el silencio pasmoso. De la clase política vaya y pase porque cada uno especula con la conveniencia de meterse en el conflicto y queda claro que como no les aportaba nada, mantuvieron la boca cerrada.
El Intendente Municipal, tan defensor del “laburo” marplatense fue otro de los que brilló por su ausencia en los días de conflicto. Al menos públicamente no se le conoció una sola intervención para persuadir a las partes que discutan y negocien pero con la rueda productiva en marcha para que no haya saltos en la disponibilidad de materia prima fresca y se garantice el trabajo de los fileteros.
Y eso que su oposición a la exploración petrolera tiene en la defensa de la pesca como uno de los motivos que respaldan su posición. La pesca estuvo parada dos semanas, se agudizó la crisis ocupacional en las fábricas de tierra y no levantó la voz para intentar reencausar la actividad.
Sorprende sí lo de la CGT que mostró rápidos reflejos para divulgar un video clip (?) en el que apoya la explotación off shore y los hipotéticos miles de trabajos directos que generará la actividad en la Cuenca Argentina Norte, pero nada dijo de los puestos que ya existen y se resentirán con el conflicto y su extensión. Ni siquiera soltó un comunicado repleto de gerundios y buenas intenciones.
Es cierto que la inflación comenzó a tomar carrera luego que el SIMAPE rubricara el 30% en dos cuotas para el primer semestre unos días antes que se conociera la inflación de febrero y comenzó a lucir escaso. También que SICONARA este año tiene elecciones y algunos sospechan que las exigencias de abril se explican en urgencias electorales.
Quedar dos semanas parados por un reclamo salarial para no quedar atrás de la inflación cuando hay mecanismos de recomposición, cláusulas gatillo, para equilibrar las asimetrías que pueden generarse ha sido todo un sin sentido.
Ayudó la inflexibilidad de las dos partes en conflicto, como expusimos el domingo pasado, pero también entró en juego otro factor que ahora es imposible de corregir. La verdadera representatividad de las cámaras empresarias signatarias de los convenios colectivos.
En el SOMU reconocieron que entre CaIPA y la Cámara de Armadores llegan “como mucho” a representar al 35% de la flota fresquera de altura. Con el condimento adicional que las empresas adheridas a CaIPA también tienen barcos congeladores, ajenos absolutos al conflicto salarial y que continuaron pescando sin obstáculos sindicales.
Están los adheridos a ALFA, a UDIPA y los que no están en ninguna cámara empresaria. Todos juntos hacen una mayoría que sin embargo no tiene lugar en la mesa de negociaciones. Es utópico pensar que puede llegar a cambiar, casi como que Cafrexport pueda participar de la negociación por los salarios de los obreros del pescado con el SOIP.
Cada cambio en la propuesta de pago, cada oferta y contraoferta debió ser trasladada por Liberman a armadores que miraban desde afuera. Si el conflicto se extendió, fue en parte, por esta falta de fluidez en el frente interno de la patronal.
Para colmo Fernando Rivera, el presidente de CaIPA, no pudo asistir a las audiencias en el Ministerio de Trabajo, y más allá que mandó a su hija, Gadea no tiene la misma experiencia. García Luchetti, el presidente de Armadores, estuvo 48 horas con el teléfono prendido fuego atendiendo llamadas de todos lados.
Algo parece más probable que todos los sectores armatoriales estén representados en la mesa de negociaciones: En el Ministerio de Trabajo van a tratar que las paritarias de todos los gremios marítimos contemplen el mismo período de vigencia, de modo de sentar en simultáneo a los múltiples actores en una sola mesa de negociación y no como ahora que primero discuten los marineros y al mes siguiente los oficiales, de máquinas y de puente.
La flota reanudó su operatoria aunque todavía queda pendiente la situación de los capitanes de pesca quienes participaron de las negociaciones pero todavía no firmaron el acuerdo. Jorge Frías, el secretario General de la Asociación, regaló un momento extraordinario en estos días de virulencia gremial.
En una reunión informativa en la sede gremial el dirigente puso a discusión una oferta del 40% en tres cuotas que había formulado la patronal. Ante el rechazo de uno de los asistentes, Frías no dudó en calificarlo de “caprichoso”. Ahora que el resto de los gremios firmó por el 45% en dos cuotas, algunos temen que Frías decrete un paro simbólico en señal de duelo patronal.