Por: Mg. Melisa Centurión – politóloga especializada en relaciones internacionales y magíster en desarrollo humano. Contratapadelmundo.blogspot.com

Vivimos momentos históricos dicen algunos. La Tercera Guerra Mundial o una nueva guerra fría, vaticinan otros. Frente a los hechos recientes, ¿estamos frente a la crónica de una guerra anunciada?

Hagamos un poco de historia para comprender el conflicto. Cuando la Unión Soviética cayó y la guerra fría terminó, también lo hizo el Pacto de Varsovia, que era el acuerdo de defensa del espacio de influencia soviético. Sin embargo, la OTAN no se desintegró y Estados Unidos promovió que siguiera actuando como sistema de defensa del atlántico norte. Hay distintas versiones sobre lo que pasó en ese momento: mientras Rusia afirma que Estados Unidos prometió no ampliar la OTAN, la potencia occidental desconoce tal hecho. Lo cierto es que nada se firmó, no existen acuerdos ni tratados. Y a las palabras se las lleva el viento.

Durante la década del 90 la OTAN inició su ampliación hacia el este de Europa, incluyendo países del espacio de influencia soviético y más tarde algunas repúblicas que habían sido parte de la URSS como Letonia, Lituania y Estonia. El avance del acuerdo de defensa del atlántico norte no pudo ser contrarrestado por Rusia, que se encontraba en la transición del comunismo al capitalismo, atravesando conflictos internos y habiendo perdido gran parte de su poder en el sistema internacional.

En el 2008, el intento de avance de la OTAN a Georgia derivará en una intervención militar rusa, y en el control de las regiones de Abjasia y Osetia del Sur. Para ese entonces, el poder ruso había crecido, y el gobierno de Putin decidió que había una línea roja que no debía cruzarse. La misma línea roja que actualmente ubicó en Ucrania.

La revolución del Maidán, Donbass y Crimea

Ucrania, desde la independencia de la URSS, tuvo que “crearse” una identidad nacional. En este país, una parte importante de la población es rusohablante, y durante los primeros años del Estado, tanto el ruso como el ucraniano fueron idiomas oficiales. Para el 2014, una parte de los ucranianos buscaba salir de la influencia rusa, y unirse a la Unión Europea. Veían en ello la posibilidad de mejorar su bienestar económico, y sus ojos estaban puestos en occidente, para escapar de su pasado soviético.

El gobierno de Víktor Yanukovich decidió no avanzar en el acuerdo de entendimiento con la Unión Europea y continuar las relaciones con Rusia, lo que terminó desencadenando masivas manifestaciones conocidas como la Revolución del Maidán. Finalmente, Yanukovich renunció, y el gobierno electo meses después, encabezado por Petro Poroshenko, volvió a plantar una postura proeuropea. Pero el eje de la cuestión no estaba en el vínculo con la Unión Europea, sino en que nuevamente aparecía el interés de la OTAN en ampliarse. Así como había sucedido en Georgia, hoy sucedía en Ucrania. Y una nueva línea roja era marcada por el gobierno ruso.

En la península de Crimea y las repúblicas del este ucraniano -Donetsk y Lugansk- los ucranianos prorrusos encabezaron otras manifestaciones, que tuvieron dos resultados: Crimea celebró un referéndum para independizarse y se anexó a Rusia; mientras que las repúblicas separatistas entraron en guerra con el gobierno central ucraniano.

La anexión de Crimea significó para Rusia importantes sanciones económicas encabezadas por el gobierno estadounidense de Barak Obama y la Unión Europea. Con el avance del conflicto, la postura europea se flexibilizó, ya que la necesidad de la provisión energética era mayor y el invierno se acercaba. En el este de Ucrania, la anexión no sucedió, pero si el apoyo de las fuerzas militares rusas a las milicias que combatían contra el gobierno central de Kiev. Se ingresó en una guerra civil, con apoyos estatales, que permaneció congelada por los últimos años. Con grupos de derecha nacionalistas neonazis, milicias separatistas, ejércitos regulares, apoyo de los gobiernos europeos, el gobierno ucraniano y el ruso.

Para entender la guerra del Donbass (que nunca terminó desde que inició en 2014) recomiendo la lectura del libro “Ucrania/Donbass. Una renovada Guerra Fría”, publicado apenas semanas antes de este nuevo conflicto por el periodista especializado en Europa del Este Ignacio Hutin. En ese libro, el autor plantea que los enfrentamientos en el este de Ucrania habían entrado en una fase “caracterizada por el estancamiento, con enfrentamientos esporádicos, violaciones reiteradas de ambas partes de los Acuerdos de Minsk y falta de avances y retrocesos. Una guerra interminable, congelada. Un laberinto sin salida” Leopoldo Marechal afirmó que de todo laberinto se sale por arriba, el problema fue que arriba había una nueva guerra.

Presiones de la OTAN y Estados Unidos

Hace dos meses que Estados Unidos y la OTAN insisten en que Rusia iba a invadir Ucrania. Día tras día afirmando ejercicios militares, traslado de tropas e intencionalidades que podemos creer que, al menos inicialmente, Vladimir Putin no tenía en mente. Tanto insistieron, que finalmente Rusia tomó la decisión de una incursión militar. Nuevamente la OTAN en la mira, la intencionalidad de incluir a Ucrania dentro de ella, y Estados Unidos sancionando a Rusia.

Las alternativas diplomáticas eran muchas, y sin embargo ni la Unión Europea ni Estados Unidos realizaron los esfuerzos suficientes para evitar la escalada militar. No se trata de justificar el conflicto ni la actuación rusa, de ninguna forma, pero si de ampliar responsabilidades. Las potencias occidentales presionaron al gobierno de Putin, no buscaron una resolución pacífica del conflicto, y la falta de actuación de la Organización de Naciones Unidas no hace más que demostrarnos que hace tiempo que la ONU no modifica nada en el mundo.

Hoy todos defienden la paz, pero no hicieron nada por construirla. Y no nos equivoquemos, que no sólo caen bombas sobre Ucrania. Todos los días Siria denuncia los bombardeos por parte de Israel, con muertes civiles y objetivos blandos, y la preocupación política y mediática es inexistente.

Para Estados Unidos, la guerra es una distracción de los problemas internos, le sirve para construir un enemigo en Rusia y desplazar del imaginario social la derrota estadounidense en Afganistán. Acusan a Rusia de violar la soberanía ucraniana ¿No hizo exactamente lo mismo Estados Unidos en Irak, sin autorización de la ONU? ¿No fue una violación a la soberanía apropiarse de los recursos del Banco Central de Afganistán para indemnizar a las victimas del 11 de septiembre?

La doble moral y la hipocresía dominan el escenario internacional.

Guerra mediática y fake news

“En la guerra lo primero que se pierde es la verdad”. Tenemos hartos ejemplos de manipulación mediática de la guerra. Vale recordar la invasión a Afganistán e Irak, cuando internet apenas existía y no había redes sociales. La versión del enfrentamiento que brindaban la CNN y Al Jazeera era absolutamente distinta.

En tiempos de redes sociales y de fake news, será muy difícil saber por estos días cuál información es verídica y cuál no lo es. A lo que debemos sumar los intereses de los medios prooccidentales y los medios prorrusos, en mostrar a su bando de la mejor manera. En las últimas horas ha circulado información no confirmada sobre el avance terrestre de Rusia, sobre la toma de Chernobyl, y sobre la intencionalidad de Putin de avanzar sobre todo el territorio ucraniano. Separar la paja del trigo será en las próximas semanas la tarea más difícil para periodistas y analistas internacionales, eso si quieren hacer un análisis serio, y poco sesgado, de la situación.

Hoy el conflicto es una lucha por el poder y la hegemonía. Europa, como siempre, no resuelve nada. Estados Unidos acusa a Rusia, pero resulta difícil pensar en que envíe tropas propias. El gobierno de Biden no cuenta con el apoyo interno necesario, y una guerra abierta entre Estados Unidos y Rusia, potencias militares, es algo que no sucedió siquiera en la guerra fría. Con el agravante hoy, del posible apoyo de China si la guerra enfrentara a oriente y occidente.

Para Rusia, las sanciones económicas no implican la misma pérdida que en el 2014. Ha firmado nuevos acuerdos comerciales con China para exportar gas y petróleo, y cuenta con amplias reservas de divisas en el Banco Central. Por otra parte, sabe que tarde o temprano los europeos, que hoy lo bloquean comercialmente, volverán cuando los precios de la energía se disparen.

Los que pierden, siempre, son los que sufren la guerra. Los ucranianos, del este y del oeste, proeuropeos y prorrusos. Las familias, los trabajadores, los niños. El testimonio de Markov, comandante de la Pizrak, recogido en el libro de Ignacio Hutin, muestra el sentimiento de quienes vivían esta guerra congelada: “Para ser sincero, no creo que las personas de Donbass piensen demasiado en si se sienten rusas, ucranianas, ciudadanas del Donbass o qué. Creo que la mayoría de las personas sólo quiere una cosa: que la guerra termine lo antes posible”

Todos queremos paz en el mundo. Pero la paz es más que un deseo, debe construirse…


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