Por: Presbítero Juan Cruz Mennilli – cura párroco

No puedo seguir viendo la incoherencia y desproporción de algunas medidas de las autoridades, sin dejar en claro que –como a tantos- no me es indiferente el atropello sobre la libertad religiosa que se está llevando adelante.

Mientras que limitan el culto a 10 personas en espacios abiertos (que no todos tienen)  y envían la Policía de la Provincia a interrumpir una celebración religiosa al aire libre y con distanciamiento social, hoy (ayer, antes de ayer y seguramente mañana) nuestras autoridades realizan actos del mismo tenor (además de avalar ciertas manifestaciones y velatorios masivos) sin el menor problema. 

No es mi intención polemizar ni quitar el foco de donde debe estar: el cuidado de la salud y asimismo el resguardo de los derechos de todos. La misma Corte Suprema de la Nación afirmó el día de ayer que “la emergencia sanitaria no es una franquicia para ignorar el derecho vigente”. Derecho que –vale recordar- consagra en su Carta Magna la libertad religiosa en su artículo 14. Profesar la fe es esencial para muchos.

No tengo la menor duda de que estamos ante una situación de emergencia y de que cuidar la vida es un valor al que no debemos renunciar. Nunca lo hicimos.

Es por eso que jamás (ni en la cuarentena más dura del año pasado) hemos interrumpido las obras de caridad que llevamos adelante desde las comunidades religiosas: miles de familias acompañadas en nuestra ciudad. Es por eso que también en medio del desconcierto que el nuevo virus había generado, hemos obedecido las disposiciones y celebramos la fe el año pasado durante meses sin la presencia de fieles, inaugurando el modo virtual, además de haber rediseñado hasta el día de hoy las habituales manifestaciones masivas de fe (Marcha de la Esperanza, Corpus Christi, las fiestas patronales de cada comunidad), haciéndolas limitadas, virtuales, al aire libre o en vehículos: siempre observando los protocolos sanitarios. Siempre.

Pero las medidas de estos días parecen tener una motivación más peligrosa, o –en el mejor de los casos- ignoran el hecho de que las celebraciones han sido lugares “cuidados” con estricto cumplimiento de las medidas sanitarias. Si el caso fuera este, sirvan estas líneas para notificar de ello a nuestras autoridades e invitarlas a salir a mirar cómo son las cosas en la realidad.

La reciente decisión que pretende prohibir en fase 3 las celebraciones en las Iglesias y las limita a 10 personas al aire libre (Resol. 1555/2021) es la que -en la misma fase 3- permite entre otras cosas (bien permitidas desde ya) las clases presenciales, los museos, restaurantes y shoppings con aforo del 30%, los talleres culturales con hasta 20 personas, entre otras actividades. Aún más: la misma resolución prevé que en la fase 4 y hasta en la 5, cuando prácticamente todo está habilitado, solo se permitan las celebraciones en las Iglesias con hasta 20 personas (independientemente de la dimensión de los templos).

Ante esta situación se presentan dos alternativas: pensar bien o pensar mal. Desde ya que elijo pensar bien. Si bien el detalle de los datos expuestos (con los que  no fue mi intención aburrir) podría demostrar manifiesta intencionalidad contra la fe y los derechos de los ciudadanos, prefiero pensar que la resolución mencionada es una norma de un gobierno que lógicamente no puede legislar con precisión y equilibrio sin sentarse a dialogar, en este caso con la Iglesia y todas las confesiones religiosas, en pos de lograr una medida que logre integrar todos los aspectos que se deben cuidar. Y elijo pensar que ese diálogo se dará a la mayor brevedad posible. 

No se trata de cumplir o no cumplir, de ser de CABA o de Provincia, Kirchnerista o antikirchnerista. Se trata de dialogar y buscar siempre las mejores soluciones. Más que nunca hace falta el encuentro de los argentinos. Mientras tanto, a la espera de ese diálogo que genere normas que no sean desproporcionadas e injustas, sigamos haciendo valer nuestros derechos y cuidándonos como ya sabemos y hemos hecho hasta ahora, porque, como dice el Papa Francisco, “nadie se salva solo”.


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