Por Mariano Busilachi
Licenciado en Comunicación Social. Consultor de comunicación política e institucional.

Se murió Diego. Así, tan previsible. Así, tan increíble. ¿Se murió Diego? El hombre de 60 años, que parecía que podía resistir más que cualquier otro mortal, tenía un corazón demasiado enfermo. El hombre que más vida le dio a millones de personas, se estaba apagando lentamente. Lo sabía su familia y las personas que lo quisieron de verdad. Un día, un 25 de noviembre del año del coronavirus, aquel 10 invencible dijo adiós.

Entre las tantas reflexiones y consideraciones que se hicieron por estas horas, se dijo que las leyendas como Diego Armando Maradona nunca mueren. Maradona fue, ante todo, una persona. Con todos sus errores y con todas sus virtudes. Sin embargo, Diego entró en un selecto grupo de seres humanos, que la sociedad y el mundo reconocen como ídolos, como fuente de inspiración, como íconos planetarios.

Sin dudas, ser Maradona no habrá sido nada fácil. Desde su debut en Argentinos Juniors fue forjando el mito, la imagen de ese chico de Villa Fiorito que deslumbraba a propios y extraños, que tenía a la pelota como una extensión de su cuerpo. Ese adolescente que todos querían ver y que cumplió su sueño, que llegó a Boca para ser campeón; de ir a Europa y consagrarse en un club con su esencia, como el Nápoli; el Diego que trajo justicia contra los ingleses con dos goles que quedaron en la historia y que levantó la Copa del Mundo, tocando el cielo con las manos; el Maradona de los 90 que fue perdiéndose en los laberintos de los excesos y las adulaciones permanentes; el hombre que volvió de la muerte una y mil veces, que cumplió su sueño de dirigir a la Selección, el Diego de la gente.

Quien – creo – que mejor lo ha descrito fue Ernesto Cherquis Bialo. Consultado por su colega Marcelo Pasetti en el ciclo “Cada noche” (TV Pública) sobré cómo definiría a Maradona, el experimentado periodista deportivo respondió: “¿Cuál Maradona? Hay muchos. Hay ocho, nueve Maradonas. Hay un Maradona que jugó al fútbol, un Maradona que alcanzó la celebridad, hay un Maradona hijo que murió cuando murieron sus padres, hay un Maradona padre que se reinventa cada día, hay un Maradona amigo que va recambiando amistad, hay un Maradona efectivo y un Maradona sublime, un Maradona abyecto y un Maradona fenomenal, hay un Maradona de frases inolvidables y hay un Maradona cuyas frases mejor no recordar. Es la suma de todo eso en un solo hombre. Un genio, una maravilla. Fiorito y Dubai. Barro y 7 estrellas. Canillas de oro y letrina. Maradona es el producto de todo eso y además, por las dudas de que me haya olvidado de decírselo, el mejor jugador de fútbol argentino y el mejor de todas las épocas”.

Por una cuestión generacional, quien escribe esta líneas casi que no lo pudo ver a Maradona en su carrera como futbolista. Apenas en algún showbol en Mar del Plata. Pero, ¿quién no creció con las historias y el mito de Diego Armando Maradona? Los grandes, los que lo vieron y gritaron sus goles, los que crecimos con sus historias, sabemos que la Claudia fue su gran amor; que Dalma y Yanina son también Nerea y Dinorah; que Doña Tota y Don Chitoro fueron sus padres; que nació en el Policlínico de Lanus pero creció en Fiorito; que su primer representante fue Jorge Cyterszpiler; que luego vino Guillermo Cóppola y las miles de historias de la noche, de la fama, de los jeques, de Cuba (el del tatuaje del Che); que en México 86 se prometieron que serían los primeros en llegar y los últimos en irse; que “se le escapó al tortuga”, que “lástima a nadie”, que “el gran capitán soy y seré yo”, que “la pelota no se mancha” y tantas frases memorables.

Para el hincha del futbol, para el ambiente del futbol, Diego fue el mejor de todos los tiempos. Dejemos de hacer comparaciones. Cada época tuvo a su crack: Di Stéfano, Pelé, Messi. Maradona fue mucho más por una simple razón: fue el futbolista pero también el mito viviente. Fue el que jugaba al futbol y enamoraba, el que representó al país en cada rincón del planeta, literal, sin internet ni redes sociales. Fue el hombre más conocido del mundo. Otra vez, qué difícil debe haber sido ser Maradona.

Muchas personas entienden a Maradona en su faceta machista, misógina, adicta, ideológica, violenta, contradictoria. Acaso, ¿Diego no representó lo que somos? ¿No fue exactamente Maradona todo lo argentino que se puede ser? Miseria y lujo, talento y decadencia, magia y realidad. Diego representó a Argentina en el mundo como nadie lo ha hecho en el siglo XX. Y nos representó esencialmente como somos, como es nuestra sociedad.

El periodista y psicólogo Diego Sehinkman dijo algo muy cierto. La muerte es, en un primer momento, conmocionante. Sin embargo, luego es ordenadora. Organiza prioridades de la vida de esa persona que ya no está físicamente, que en su recuerdo nos ordena en la manera de cómo rememorarlo. Con Maradona, con Diego, con el 10, la prioridad será sin dudas las inmensas y tantas alegráis que le dio a un pueblo que ha sufrido mucho. Todo lo demás, se vuelve secundario. Muchos no lo querrán, muchos lo recordaremos con una sonrisa.

Este miércoles 25 de noviembre no solo se paró el corazón de Diego. Se paralizó el país y le mundo. Diego ya no nos pertenecía. Diego era universal, aun para esta generación que no lo vio ni creció con sus historias y, quizás, tiene como mejor referencia a Leo Messi. A Maradona lo despidieron en todo el mundo, con muestras de afecto tan sorprendentes como generadoras de orgullo, tal cual ha sido la del presidente francés Emanuel Macron. Diego tuvo su Iglesia, Diego era una deidad en vida. Así de grande es la magnitud de Diego Armando Maradona. Quienes no entienden por qué tanta devoción de tanta gente por un hombre que jugaba al futbol, tal vez, ahora puedan comenzar a comprenderlo.

Maradona fue el fútbol. La competencia máxima, la creatividad en estado puro. Fue un hincha acérrimo de cada deportista argentino compitiendo. No importa si no te conocía. Él estaba de tu lado porque llevabas la bandera celeste y blanca. Fue, además, un artista. Hizo magia, pintó escenas de creatividad inigualable. Fue la personas de las causas justas, de las izquierdas, de ideología ambivalente. Es, quizás, una de las personas a quienes más canciones le han dedicado. Unió a Boca, unió a River, a todo el futbol argentino. Unió a peronistas y radicales, a todo el arco político. Maradona fue, es y será Argentina.

Todos los que lo vieron y aquellos que crecimos con su leyenda, todos y cada uno, ayer tuvimos ese nudito en el pecho que es un poco tristeza, un poco sorpresa, un poco incredulidad. Se fue el Diego. Finalmente, el 10 partió.

¿Murió Diego? Difícil creerlo. Todos recordaremos dónde estábamos, que hacíamos, el día que nos enteramos. Se va su cuerpo, su alma vuela, su recuerdo quedará en la memoria de todos. Si hay alguien que puede describir la vida de Maradona, que sea él mismo: “Al Diego, a mí, me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la torre Eiffel. Yo tenía puesto el pantalón de siempre, el único, el que usaba en el invierno y en el verano, ése de corderoy. Allá caí y me pidieron, me exigieron, que dijera lo que tenía que decir, que actuara como tenía que actuar, que hiciera lo que ellos quisieran. Y yo hice. Yo… hice lo que pude, creo que tan mal no me fue” (”Yo soy el Diego”, Año 2000).

No, Diego. No te fue tan mal. Quédate tranquilo que la 10 siempre será tuya. Quedate tranquilo y descansá en paz. Posiblemente, nadie merece tanta paz como vos. Quedaste en el corazón y en la memoria de millones de personas. Y eso, Diego, es vivir eternamente.


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