Por Mariano Busilachi
Licenciado en Comunicación Social. Consultor de comunicación política e institucional.

Mientras la “Reforma Judicial” ocupaba un lugar preponderante en la opinión pública y el gobierno nacional se preparaba para anunciar la extensión de la “no cuarentena”, los habitantes de General Pueyrredón nos enteramos el jueves que debíamos retroceder de fase. Un sostenido y vertiginoso aumento de casos en los últimos días obligó al Intendente municipal, Guillermo Montenegro (Juntos por el Cambio), a tomar la compleja decisión. Aunque en principio será por diez días, generó un previsible malestar en el ámbito comercial y gastrnómico, incluyendo otros sectores que se ven afectados por la medida. ¿Qué implicancia tiene este regreso parcial a fase 3 para la sociedad y los comercios? ¿Cuál es el costo político que paga Montenegro? ¿Por qué se llegó a esta situación?
Julio y agosto fueron meses muy negativos para el COVID en Mar del Plata. De un promedio aproximado de 10 casos diarios, e incluso largos periodos sin COVID, pasamos a superar la barrera de los 200 contagios por día. La última semana se aceleró la famosa curva. A pesar de que la cantidad de fallecidos, siempre lamentable, no ha tenido el mismo salto que los contagios, el estado de situación nos obliga a replantear nuestra percepción del COVID 19 en el distrito.

Vamos a los números fríos. Al día de hoy, al momento en la que se escriben estas líneas, del total de 3170 confirmados de COVID 19 hay 1255 (40%) personas en tratamiento; se han recuperado 1852 personas (58%); han fallecido 63 personas (2%). En términos demográficos, si se estima la población total del municipio en 656.456 habitantes, los porcentajes se reducen notablemente, teniendo un 0,19% de la población en tratamiento activo. Si uno ve estas cifras, puede encontrar motivos optimistas respecto a cómo está afectando el virus a los marplatenses.

Los problemas radican en dos ejes que preocupan hoy a las autoridades municipales: la respuesta del sistema de salud a la demanda de internación y el aumento vertiginoso de casos en los últimos ocho días. Respecto a este segundo punto, si uno ve el gráfico oficial de la curva de contagios, verá que el 21 de agosto había 619 casos activos y hoy estamos en 1255. Se duplicaron en tan solo ocho días y, de seguir así, la tendencia es alarmante. Incluso, algunos laboratorios que realizan los hisopados están saturados por tanta demanda, siendo de público conocimiento que en la provincia de Buenos Aires los datos oficiales se están cargando con demoras.

Cuando uno escucha las advertencias de los profesionales de la salud y de los representantes de los centros de salud, puntualizan sus llamados de atención en que cada vez hay mayor cantidad de camas ocupadas en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI). A esta hora, hay 27 pacientes COVID en camas UTI, de los cuales 12 requieren de asistencia respiratoria mecánica. Hay que recordar que, quienes llegan a internación, pasan un periodo prolongado en esa instancia. Si la demanda de camas de terapia intensiva aumenta considerablemente, no habrá un recambio suficiente para atenderlos a todos. Será importante también que la cantidad de recuperados siga incrementándose, ya que tampoco hay una cantidad significativa de profesionales de la salud, con el agregado de que muchos de ellos terminan contrayendo coronavirus y no pueden ejercer su trabajo por varios días.

Existe un tercer punto que funciona como la principal atribución que encuentran las autoridades sanitarias del municipio sobre el aumento de casos y que ha obligado a restringir la circulación de los habitantes por diez días. En el detalle del nexo epidemiológico, del total de infectados, un 43% se contagió por contacto estrecho. Y en las últimas 24 hs, ese porcentaje aumenta a un 68%. Apuntan a las reuniones sociales como principal foco de contagio, en línea con lo que vienen esgrimiendo desde el Poder Ejecutivo Nacional y el Poder Ejecutivo Provincial. De hecho, muchos marplatenses han sumado sus voces críticas culpando a todos los vecinos que han visto a familiares o amigos, incluso aquellos que realizaron actividades recreativas al aire, por el aumento de casos. ¿Es pertinente realizar una especie de caza de brujas o buscar culpables? ¿Quién tiene la verdad en una enfermedad que ni siquiera la Organización Mundial de la Salud conoce al detalle?

Entramos en un terreno complejo de análisis, ya que se involucran dos factores de intensa subjetividad: lo psicológico y la economía. No creo que tenga sentido entrar en la vorágine de acusaciones que se ven redes sociales o la tonta frase “por culpa de los que salen a…”. Hasta los primeros días de julio, Gral. Pueyrredón era una excepción positiva en el contexto de coronavirus de la provincia de Buenos Aires. Había realmente pocos casos y esto pudo haber generado una relajación de la población. Así como permitió la apertura de más actividades o la recreación al aire libre, con el aval de la Comisión de Reactivación Económica integrado por diferentes ediles de la política local, también derivó en conductas sociales que “transgredieron” la prohibición de las reuniones sociales.

Lo que hay que entender es que las personas no son robots. Sienten, perciben, tienen creencias. Uno debe entender las dificultades emocionales de la población y que no rompen las reglas por hedonismo, sino por necesidad. ¿Retarlos, culparlos o juzgarlos, es la solución? Por otro lado, ya llevamos cinco meses de “cuarentena”, “no cuarentena”, aislamiento o como quieran llamarlo. Ya se ha dicho en otras oportunidades que han aumentado notablemente los casos de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, etc. Esto tampoco es un dato menor. La falta de claridad ý de empatía del gobierno nacional en los mensajes que envió a la población los últimos meses, generaron una pequeña anarquía en muchos ciudadanos que muestran hartazgo. Si no se bajan directivas claras desde los estamentos principales del poder, se desprestigia la autoridad y el ciudadano comienza a decidir por su propia cuenta qué reglas seguir y cuáles no. Y si hablamos de un distrito que, en su mayoría, rechaza al signo político que gobierna a la Argentina, el problema es doble. La confusa emisión comunicacional del gobierno y la percepción de relajación de la población pro la baja cantidad de caso que hubo hasta principios de julio, no fueron buenas señales para el coronavirus en Mar del Plata.

La economía es otro factor trascendental es las conductas sociales. Se debe mirar el contexto, en un distrito que hace años está golpeado por la pobreza y, sobre todo, el desempleo. Mar del Plata es una ciudad netamente comercial. Con los avances de los últimos años, no ha podido consolidar aun al creciente sector del software o explotar todavía más el Polo Industrial. Seguimos dependiendo de una buena temporada de verano y del consumo de una población que, a esta altura, cuenta con cada vez menos dinero en su bolsillo. ¿Cómo es posible que un comercio que cerró tres meses, abrió uno y debe retroceder nuevamente diez días, pueda subsistir? ¿Cómo le paga a los empleados? EL ATP no llega a todos, el IFE tampoco.
Nos encontramos en una encrucijada entre apelar a lo sanitario para reducir los contagios y mantener en pie a los cientos de comercios del distrito de Gral. Pueyrredón. A esta altura del partido, es tan válido el enojo con aquellas personas que no respetan las normas como de los comerciantes que no quieren volver atrás.

Retomando las disparidades de criterio que existen a nivel nacional, pareciera que es más importante la Copa Libertadores que no cierre los gimnasios, los cuales aportan al estado físico y mental de la población. O pareciera más trascendente habilitar los entrenamientos de un equipo de futbol que dejar que los niños jueguen en una plaza. Investigaciones recientes demuestran que hoy, el principal vector de contagio, son los adultos. No es bueno dar un mensaje que es más importante habilitar actividades deportivas de carácter internacional que pensar en cómo volverán los niños a las escuelas.

Hoy, el primer día de retroceso a fase 3 en Mar del Plata, la costa fue un desierto. La mayoría de los comercios cumplieron con la medida. Efectivamente, por lo pronto el mensaje del Intendente municipal surtió efecto. La ciudadanía sabe que autorizó más de lo que la Provincia quería y que ahora no le quedó otra opción que dar marcha atrás. Así como en otras columnas he dicho que hay que estar en los zapatos de Fernández, esencialmente cuando arrancó la pandemia en el país, también hay que estar en el lugar de Montenegro y las responsabilidad que conlleva gestionar una crisis sanitaria de esta magnitud. Más allá de las responsabilidades políticas, hay que reconocer a la población. Hace cinco meses viene soportando un contexto repleto de incertidumbre. Aun así, la gran mayoría sigue acatando.

Gral. Pueyrredón pasó de la gloria a Devoto en solo un mes. Estuvo prácticamente cuatro meses sin inconvenientes. Pero el sueño terminó y la realidad golpeó a nuestra puerta. Por el decreto del Poder Ejecutivo local reclamaron UTHGRA, la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica, la Cámara Textil, el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires Distrito IX y el Consejo Directivo del Colegio de Técnicos de la Provincia de Buenos Aires Distrito 5. Son muchos frentes que ya no aguantan más el nivel de recesión que vienen sufriendo todos estos meses. ¿Serán solo diez días de fase 3? La responsabilidad ciudadana será fundamental para que así sea.

Estamos en un punto, tanto a nivel nacional como local, en que el futuro del coronavirus depende más de la ciudadanía que de la clase política. En la medida en que el gobierno Nacional no vuelva a la senda de la coherencia en materia comunicacional, será difícil que la población (primordialmente la opositora) responda a lo que se le pide. Este viernes, al extender el aislamiento que supuestamente no existe, Alberto Fernández habilitó las reuniones sociales al aire libre de hasta diez personas, en lo que sería el peor momento de la pandemia. Mientras, el gobernador Axel Kicillof no ve con buenos ojos habilitarlo en la provincia más golpeada por el virus. ¿En qué quedamos?

El ex presidente Eduardo Duhalde exageró con sus declaraciones desacertadas sobre un posible golpe militar en 2021. Pero su análisis sobre el mal humor social es cierto. Y el gobierno nacional lo sabe. ¿Actuará ante ello? ¿O se cerrará en su núcleo duro? Por lo pronto, al gobernar, el Frente de Todos tiene la responsabilidad de dejar de aparentar que quiere cerrar la grieta y establecer puentes que hoy el país necesita con premura. Cuidado, la oposición también. Ellos se deben al 41% que los ubicó en el Congreso y que no votaron a un ex Presidente para terminar verlo jugando al futbol en Suiza mientras el país se deteriora.

Por nuestra parte, como ciudadanos, nos guste o no el gobierno nacional, provincial o local, hay medidas sanitarias que debemos acatar. No se trata ni de aguantar ni de creer que solo importa la salud física. Si hay necesidades, hay que cumplirlas, sin que esto genere riesgos: usar tapaboca, la distancia física, lavarse las manos, etc. Serán diez días para que demostremos que somos responsables sin que nadie nos diga nada. Lo podemos hacer y lo haremos bien. Hoy más que nuca (y no solo en el tema del coronavirus), el futuro depende de nosotros.


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