Por: Roberto Garrone

De acuerdo al último reporte de pobreza del INDEC sobre el segundo semestre del 2020, en la “Ciudad feliz” se contabilizaron 265.580 marplatenses pobres y 69.877, indigentes. Números que sepultan cualquier eslogan de promoción turística.

Se es pobre, entre otras cosas, porque no se tiene un trabajo capaz de generar un ingreso que permita acceder a las necesidades básicas. Aunque como lo vimos la semana pasada con la historia del INIDEP, no alcanza con haber estudiado una carrera de grado y ser un investigador bajo relación de dependencia para esquivar sueldos de pobreza. Hay biólogos que cobran 30 mil pesos.

Pero quiero ir para otro lado… Mientras Argentina es una fábrica de generar pobres e indigentes, la falta de políticas que incentiven la generación de empleo genuino hacen que el país sea también una usina generadora de trabajo en terceros países.

Es lo que pasa con el langostino patagónico. Un recurso abundante más allá del crecimiento del esfuerzo pesquero que se aplica sobre el marisco desde hace varios años, se han sostenido las buenas capturas y hubo años que se superaron las 200 mil toneladas.
Ese recurso era pescado por barcos tangoneros congeladores originalmente cuyo producto no genera mucho trabajo en tierra. Capturan y congelan langostino entero y lo envasan en cajas de dos kilos que se destina principalmente a España.

A partir de la sobreabundancia evidenciada desde el 2013, barcos fresqueros se sumaron a la pesquería que ya tenía a la flota de Rawson como aportante casi exclusivo de materia prima fresca. Ese langostino de los cajoneros comenzó a generar un aumento de la producción de otros subproductos, cola en diversas variedades.

Con más o menor valor agregado, Argentina exporta cola en bloque, en pastillas de diferente peso que generan un trabajo calificado y mucha mano de obra en Mar del Plata, pero que se queda a mitad del camino. Más horas hombre requiere la cola pelada y desvenada, a granel en cajas de 5 kilos o un par de colas congeladas en bolsas de hasta 800 gramos, según el gusto del cliente y el destino final.

Los reintegros para quien suma valor y genera trabajo son insignificantes en relación a quien exporta producto entero o hace cola en bloque. Más allá que desde Pesca se ha buscado desalentar la cola en bloque, la estadística oficial no distingue con precisión qué se exporta de cada tipo. Solo clasifica al langostino entero y excepto entero.

Cómo nos damos cuenta que la cola en bloque sigue siendo importante en las exportaciones de langostino. Que Argentina sigue regalando trabajo a terceros países, justamente por el destino final de la materia prima.

La estadística que divulgó días pasados CAPECA, la cámara armadora de congeladores patagónicos, refleja en el primer bimestre del 2021 que Tailandia fue el principal destino de cola de langostino con 2768 toneladas contra 1504 toneladas que había recibido el año pasado en el mismo período.

Tailandia no es el consumidor final de ese langostino sino que lo reprocesa con mano de obra barata para introducirlo en Japón. “Por las trabas sanitarias impuestas por China los japoneses encontraron en Tailandia quien les haga el trabajo que antes le hacían los chinos”, cuenta un industrial argentino para explicar el fenómeno.

En la lista de destinos hay otras pistas de la tercerización de la mano de obra. Perú (1400 toneladas), Viernam (873 toneladas), Indonesia (490 toneladas), Guatemala (348)… Nadie recibe el marisco para introducirlo en su mercado como bien de consumo.

En total se exportaron como “colas” 11.424 toneladas. Más de la mitad fue a reprocesarse a terceros países y pagó un derecho de exportación del 7%. Las colas con valor agregado, un derecho de exportación del 5%. Un premio insignificante.

Cuánto trabajo representa cada tonelada de langostino que se exporta en bloque. Lo tienen calculado en Cafrexport, la cámara que agrupa a los frigoríficos exportadores. Por cada tonelada de cola de langostino que se reprocesa en terceros países se pueden sumar diez trabajadores durante un mes. Una tonelada da trabajo a ocho envasadoras y dos peones por un día. Cada contenedor lleva veintiocho toneladas de producto, es un mes de trabajo para esas diez personas.

Argentina no solo regala trabajo sino que también pierde de generar más divisas, dólares tan indispensables en estos tiempos de cepo y control cambiario. El precio de la tonelada de cola en bloque exportada a Tailandia fue de 6338 dólares, según el mismo informe de Capeca. El producto exportado a Estados Unidos, por ejemplo, tuvo un valor de 8675 dólares.

Lo que pasa con el langostino es la punta del iceberg, el ejemplo tal vez más grosero de los tantos que regala un país inviable en que nadie es capaz de pensar y sacar cuentas. Mejoro los reintegros al valor agregado y lo que resigno de costo fiscal lo compenso con mayores ingresos por exportaciones. Y en el camino genero más empleo, bajo el nivel de pobres e indigentes y aumento el consumo interno.

Pero también se pierde mano de obra con otros recursos, como la merluza, donde la flota congeladora activa la fábrica de aniquilar peces a bordo, con pocos controles y eligiendo los ejemplares de mejor tamaño, o exporta pescado entero para que lo reprocesen en Vigo mientras, como Iberconsa, renueva barcos en astilleros españoles con el dinero que obtiene explotando recursos pesqueros argentinos.

Felices Pascuas


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