Por: Roberto Garrone

A esta altura de los acontecimientos, lo único que puede aportar la gestión López Cazorla a la competitividad del sector pesquero no es la rebaja en el DUE para la flota fresquera o el desacople de la UP a la evolución del precio del litro de gas oil, sino la implosión de los sistemas de control y fiscalización.

Lo vimos en el reciente club de falsos reprocesadores de calamar en tierra, que pagando 10 mil dólares al equipo de Cecilia Moreno un empresario se ahorró de gastar 70 mil por mandarlo a reprocesar a una planta de terceros, o 40 mil si lo bajaba a la línea de su propio frigorífico.

La falta de controles a bordo y en tierra permiten más que nunca aumentar las capturas con cajones excedidos de peso, subdeclarar especies, estirar al máximo los coeficientes de conversión y hasta alimentar de filet los chorizos que deberían llenarse con recortes de las fileteadoras automáticas en los buques congeladores merluceros.

El desguace iniciado el año pasado sobre las estructuras de control avanza y la motosierra en manos de la empoderada Moreno sigue cortando contratos a diestra y siniestra, no importa que incluso sean afiliados de UPCN, la nueva guarida de la ex candidata a delegada por ATE en la gestión anterior.

En el último grupo, además de los cesanteados en el propio edificio de Paseo Colón se sumaron 5 inspectores embarcados. Ella los forma, ella los despide.

Para suerte de la sustentabilidad, del langostino al menos, es la propia flota la que decide no salir a pescar, jaqueada por una pérdida de competitividad creciente y que agudiza este tipo de cambio que salió del cepo saltando para atrás.

La semana pasada expusimos la brecha que existía entre lo que podían pagar los frigoríficos en Chubut y lo que pretendía cobrar la flota fresquera de altura marplatense. En las últimas horas la flota mostró una unión en los papeles que será muy difícil mantener en el muelle.

El amague a no salir a nación parece más un mensaje en medio de la guerra fría con Chubut que a una medida que pueda cristalizarse. Y la jugada tiene un riesgo adicional: Pedir que se mantengan los valores de la zafra del año pasado podría tentar a las tripulaciones a solicitar el mismo trato.

Los datos del movimiento exportador del primer trimestre que elaboró CAPECA marcan que las ventas de cola crecieron a países donde va en bloque. Perú pasó a ser el segundo destino más importante con 3572 toneladas, 11% más que el año pasado. Tailandia ocupa el cuarto escalón. Ahí crecieron 37,5%. Indonesia fue el noveno destino. Las ventas aumentaron 42%.

La industria pesquera podría generar muchos más dólares si se estimulara de verdad la creación de valor agregado. Acá no solo no hay estímulos ni reembolsos sino que se castiga al sector con derechos de exportación. Todo el trabajo que encierra el pelado y desvenado de cola de langostino se lo regala a terceros países.

La crisis de rentabilidad no solo paraliza a la flota tangonera congeladora sino también alcanza a otras especies. La zafra de anchoíta patagónica, por ejemplo, que pensaban animar un puñado de buques costeros de Rawson pende de un hilo muy fino si es que no se cortó por estas horas.

El año pasado la flota desembarcó casi 5 mil toneladas que llegaron a Mar del Plata y animaron la actividad de una industria conservera que hacía anchoa salada y todavía mantenía alguna esperanza en el cambio libertario, no le habían llegado las facturas de luz y gas con el reajuste de tarifas, y la apertura de importaciones era solo una amenaza.

Sin tocar salarios de estiba y tripulación, la flota necesitaba aumentar 10%i en dólares el precio del pescado en muelle para hacer frente al aumento de combustible, los cajones de reposición y el flete del camión que saltó a 4,3 millones de pesos para unir Rawson con Mar del Plata. Este año aparecía un costo adicional: el hielo para controlar la Histamina en la captura.

Los saladeros tenían ganas de volver a comprar pero ni sacando punta al lápiz pueden arrimarse al dólar por kilo que pagaron la zafra 2024. Las latas importadas transformaron la lluvia en aguacero, deben tachar a USA por el 10% de aranceles y los costos de producción superan a lo que pueden pagar los clientes de Europa.

Sin chances de acuerdo, por lo menos por ahora, los pocos saladeros que quedan decidieron esperar la temporada de anchoíta en aguas bonaerenses en plena primavera. La de caballa tendrá un poco más de recorrido que la del año pasado cuando las conserveras todavía tenían stock. Ya liquidado, deberán comenzar a producir este invierno aunque comenzaron a ingresar latas desde Chile.

Todos menos el gobierno se da cuenta que las cuentas no dan, que el negocio se rompió, que cierran empresas, que vuelan cheques, quedan cientos de obreros en la calle, que la presión impositiva no cesa y el atraso cambiario es un ancla para todo el sector exportador. El gobierno saca pecho con la banda de flotación y las reservas infladas por el nuevo préstamo del FMI para el carnaval del carry trade.

Si nos remontamos al inicio de la gestión libertaria y su intención de reformar la ley de pesca, distribuir la cuota de merluza al mejor postor, pescarla con cualquier barco y si querían, descargar la captura en puertos extranjeros, nada debería sorprendernos.

Ese proyecto buscaba llevarse puesta a la industria pesquera nacional y aunque la unión del sector logró bajarla de la Ley Bases, está a la vista que buscan alcanzar el objetivo por otros caminos y estrategias. Y ellos sí que la ven; lo están logrando.

Buen domingo


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