(Por Walter Vargas) Descontada la verdad de Perogrullo de que los partidos de fútbol se ganan con goles, no deja de asombrar la facilidad de Francia para convertirlos, o generar ocasiones claras, algo que quedó expuesto ante la peligrosidad inglesa y frente a la humildad marroquí, y genera un alerta de cara a la final del Mundial del domingo con la Argentina.

Así perfilado el posible trazo grueso del vigente campeón del mundo, supone toda una tentación deducir que el entrenador Didier Deschamps confía de manera especial en una defensa consolidada, en un medio campo del que se hacen cargo el joven Aurelien Tchouameni y el reconvertido Antoine Griezmann, pero sobremanera en la opulencia de sus delanteros.

Pongamos un simple ejemplo: el miércoles, en el juego semifinal, Francia convirtió el gol portador de una tranquilidad poco menos que decisiva a través de Randal Kolo Muani.

Como bien sabemos, Muani puso su rúbrica en la red en la primera pelota que tocó, pero acaso menos sabido sea el hecho de que hasta tres semanas antes de comenzado el Mundial ocupaba el octavo lugar en el ránking de delanteros disponibles por Descahmps.

El actual atacante del Eintracht Frankfurt alemán sacó el premio mayor de la convocatoria a guisa de las lesiones de Karim Benzema y Christopher Nkunku, léase uno de los cinco mejores delanteros del planeta y la aparición más luminosa de los últimos tiempos.

(Para que se entienda mejor: Nkunku, el del Lepizig, puede ser igual veloz y de encarador que Ousmane Dembelé, pero ofrece una calidad en la toma de decisiones y una contundencia de la que carece el wing derecho zurdo que juega en el Barcelona.

Entonces: ausentes Benzema y Nkunku, entraron Muani y Marcos Thuram, Kingsley Coman (del Bayern Múnich) quedó potable como alternativa desde el banco, a Dembelé se le otorgó la titularidad y a Griezmann se lo propuso como el amigo de todos en el rol de «volantero» (un poco volante, un poco delantero).

Esa lista se completa con una torre que oficia de ‘9’ clásico (Olivier Giroud, cabeceador notable, además) y un tal Kylian Mbappé, esto es, el futbolista más desequilibrantes de estos tiempos.

Claro que en las ya mencionadas no se agotan las preocupaciones que tuvo que afrontar Deschamps, toda vez que se le cayó el notable medio centro que brilló en el Mundial de Rusia (Ngolo Kante/Paul Pogba), también el espléndido defensor Presnel Kimpembe y en el partido debut con Australia se rompió Lucas Hernández.

¿Y quién reemplazó al lateral zurdo campeón del mundo?

¡Su propio hermano, Theo, figura del Milan, una locomotora en las proyecciones y nada negado a la hora de defender!

La materia prima de Francia es obscena. Tiene grandísimos futbolistas en todas sus líneas, por caso una óptima pareja de centrales que se descuenta el domingo será la titular (Raphael Varane y Dayot Upamecano) y un medio campo donde ese virtuoso pulpo llamado Tchouameni explica por qué Real Madrid ha puesto sobre la mesa una montaña de euros.

Tchouameni no está solo en el mediocampo, es acompañado por el longilíneo Adrien Rabiot y el más enérgico Youssouf Fofana.

Y si sucediera que Upamecano no llegara a recuperarse de un estado gripal, volverá a dar el presente Ibrahima Konaté, el del Liverpool inglés: 194 centímetros de portento atlético, rudeza y pertinencia en los cruces.

(El cartón lleno es completado por el arquero Hugo Lloris, un veterano de 34 años y 144 partidos internacionales, que con el paso del tiempo ha sabido reducir al máximo sus ya lejanas tendencias al blooper).

El sistema favorito de Deschamps es 4-3-3 o 4-2-3-1 o 4-2-1-3 y su despliegue en el rectángulo de juego declina los favores del misterio (un lateral de salida, Theo; otro más apto para quedarse y cerrar, Jules Koundé); un medio centro dúctil, de aceitada alternancia en el «vas vos, me quedo yo», más el solidario idea y vuelta de Griezmann), en aras de la explosiva libertad de una delantera que se regodea de entrar al área rival, desenfundar y decir «acá mando yo».

Hechas las sumas y las restas, va de suyo que Francia llegará a su segunda final del mundo en condición de favorita.

¿Favorita e invencible? Ah no, tenga mano, tallador.

Equipos invencibles no hay en stock, ni siquiera la Francia de Mbappé y muchísimo menos frente a la crecida y soñadora Argentina de Lionel Messi. (Telam)


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