Por: Sebastián Musso – Divulgador Científico – Representante ARG. Proyecto UNAWE (IAU-UNESCO) para Puntonoticias.com

Comenzaré diciendo que este es el relato de uno de esos días que guardaré en mi memoria para siempre. Consciente que estos espectáculos se presentan muy pocas veces en la vida, es más, el próximo eclipse total de sol en territorio argentino será en 2048.

Mi base era Carmen de Patagones, me desperté temprano, 7.00 de la mañana, para desayunar tranquilos (toda la familia) y viajar los 35km hasta el Balneario El Cóndor con tiempo suficiente por cualquier contratiempo, y para armar los equipos (telescopio, cámara y binoculares). El pronóstico del tiempo era malo, mucha nubosidad, incluso algunos amenazaban con lluvias intermitentes.

Todo hacía creer que el viaje sería un intento fallido de ver este eclipse total de sol de diciembre de 2020. Pero si algo me hacía tener confianza eran mis experiencias anteriores. En 1999 viajé a Italia y a último momento elegí quedarme a ver el eclipse de agosto de ese año desde el Observatorio Astronómico de Arcetri (a las afueras de Florencia) en vez de llegar hasta Alemania. Al día siguiente el diario me contaría que la ciudad alemana donde me ubicaría estuvo siempre cubierta de nubes, yo, aunque al 92%, lo vi genial.

En 2017 estuve dando unas charlas en la ciudad de Trelew, días previos al eclipse anular de sol. Toda la semana estuvo nublado, el pronóstico meteorológico no daba ninguna esperanza. El día del eclipse, hice los 200km hasta Camarones, más al sur, donde se vería, bajo las nubes que se corrieron justo, unos minutos antes que comenzara el fenómeno.

También el año pasado, en julio, en el norte de la provincia de Buenos Aires, los tres días previos que estuve allí dando un taller en una escuela las nubes decían que el eclipse total de sol no sería una realidad en ese lugar. Pero sí lo fue. Un eclipse maravilloso, con un cielo despejado justo antes del comienzo y hasta poco después del final. Ese había sido mi primer eclipse total de sol y ahora había viajado para sumar el segundo a mi lista.

Llegué a El Cóndor en una ruta casi sin autos. Obviamente, todos había desestimado viajar y sólo los muy optimistas o muy fanáticos como en mi caso lo intentábamos de todos modos. Desde luego también nos apostábamos en diferentes puntos de la costa los que habíamos viajado cientos o algunos miles de kilómetros para verlo. Una hora antes que comenzara la Luna a cubrir al Sol las nubes comenzaron a disiparse. El viento golpeaba fuerte al auto y nos convencíamos que sería difícil armar el telescopio en esas condiciones. Estábamos en una playa enorme, casi interminable, donde las olas rompían a 300 0 400 metros de nosotros.

Finalmente, nuestros mentones se elevaron al cielo, con nuestros ojos vestidos de anteojos con filtros (nuestras cámaras y los binoculares también). La Luna iba cubriendo al Sol y nuestras caras se iban contagiando de entusiasmo. El momento de la totalidad fue lo de siempre, una emoción enorme, risas, aplausos, gritos, alguna que otra lágrima. Es verdad, las nubes taparon la escena a 40 segundos de comenzada la totalidad y nos impidieron ver los otros 70. Pero eso será para lamentar más adelante. Hoy es el agradecimiento a esas nubes que otra vez me hicieron sufrir, y otra vez me permitieron vivir ese espectáculo único (quizás el más hermoso) de la naturaleza. En 2024 espero poder viajar a Calafate, al eclipse anular de sol, en 2027, en Mar del Plata, seremos anfitriones del mismo fenómeno, y para el próximo total, deberemos esperar hasta 2048. Por suerte, la imagen de este en nuestras memorias durará todo ese tiempo, y más. Las fotos están en la cámara y mi auto ostenta la calcomanía que dice: “eclipse 14D2020 – yo estuve allí”.


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