La Lic. en psicología Andrea Cecchi (MN: 46273 / MP: 61802) nos invita a reflexionar sobre el protagonismo en nuestras propias vidas.
Época de cuarentena, época de reclusión… ¿época de introspección?. Qué complicado es por momentos encontrarse con uno mismo, mirar a nuestro alrededor y ver las consecuencias de las decisiones tomadas a lo largo de nuestra vida, y de las decisiones no tomadas.
El paro obligatorio nos hace reflexionar sobre lo que hemos construido hasta hoy, donde vivimos, quienes nos rodean, cómo nos alimentamos, la pregunta sobre la felicidad, qué familia hemos construido, si elegimos o consumimos, etc. Cuando nos cuestionamos nuestra propia vida, es muy común que nos invada una angustia muy profunda y una sensación de vacío que prontamente querríamos tapar con el aturdimiento de la distracción. El aburrimiento es nuestro peor enemigo en estos casos.
La angustia se experimenta como una sensación de intranquilidad permanente ante tres circunstancias: la incertidumbre, cosas o situaciones que no deseamos, o a la posibilidad de una amenaza. La mejor manera de disminuir esa angustia es enfrentándola. Discernir qué es lo que la provoca es el paso crucial para darle batalla.
Cuando la realidad se interpone frente a nuestros anhelos, rápidamente caemos en una desolación o intolerancia a la frustración, sin darnos cuenta de las oportunidades de aprendizaje que existen en cada situación dolorosa o incómoda.
Me gustaría citar y compartir con ustedes un libro y una película que expresan claramente la metáfora de la vida: “El Alquimista” y “Héctor en búsqueda de la felicidad”.
En ambas creaciones artísticas se intenta demostrar que el mundo interno se encuentra allí donde uno no lo percibe, pero que sin embargo está al alcance de la mano. Esa insatisfacción incómoda (apatía) inicial en los personajes revela la cruda realidad de la comodidad y la seguridad, tan perseguida por nuestra cultura.
Habiéndose encontrado, ambos protagonistas, en un estado de ataraxia (estado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad y la total ausencia de deseos o temores) deciden vivir la aventura de la vida para descubrir un nuevo significado que termine con el estado de hastío.
El recorrido era más bien impulsado por la idea de que la felicidad se encontraba en otro lugar; aquí debemos hacer un paréntesis y reconocer la creencia generalizada que seremos felices en las islas del caribe, o comprando el auto 0 km, o llenos de dinero, esquiando las montañas de Aspen, siendo dueños de una cabaña en las montañas, en fin… en otro lado, con otra cosa.
Los protagonistas no encuentran nada nuevo, pero lejos de desilusionarse, comprenden que el enriquecimiento de la vida es consecuencia de la acumulación de experiencia y momentos vividos, experimentan una transformación interna que les permite no solo sentirse vivos (libres) sino también conocer las motivaciones de sus vidas y el qué y cómo de sus deseos. Se preguntarán ustedes para qué tantas peripecias, y la respuesta solo es dada cuando se atraviesa el sentir (la vivencia), para continuar una búsqueda que es un fin en sí misma y que no espera encontrar nada en particular.
No nos dejemos distraer por la fama, el poder, la belleza, ni por el dinero ni el éxito material. Cuando permitimos que la búsqueda sea interceptada por espejitos de colores nos perdemos en los atajos y dejamos de crecer. Que la comodidad no sea nuestra panacea, ni el eje de nuestros esfuerzos; pongámonos incómodos para crear recursos que nos hagan felices.
Aquí les dejo un corto enlace sobre la comodidad, video viralizado por WhatsApp hace poco: