Por: Andrea V. Cecchi – Lic. y Prof. en Psicología – Lic.andrea.cecchi@gmail.com
El mundial de fútbol nos recuerda cada cuatro años algo que parece tenemos olvidado, y me refiero a aquello que solemos denominar nacionalismo o patriotismo.
El desconocimiento sobre el proceso de conformación de la Identidad Nacional no hace más que confundir la propia identidad y como consecuencia de ello hacernos naufragar en la ignorancia los valores por los que bregamos.
El “nacionalismo” es un concepto que surge a partir de un hecho histórico tan significativo como la conformación de una Nación, aquella que “unifica” a sus habitantes bajo determinados caracteres (ideas políticas, creencias religiosas, pautas culturales, lenguaje, etc), arraigados a un mismo territorio. También el “nacionalismo” se sostiene en los vínculos sociales gestados por compartir una historia de fundación, mitos, recuerdos, memoria, y por un sentimiento de pertenencia a una comunidad; implica creer en la existencia de una enunciación colectiva, supone un “nosotros” que nos identifica.
¿Qué o quiénes son los que determinan la manera de constituir la identidad nacional?, la respuesta no es disparatada, se trata de grupos minoritarios de poder, que necesitan legitimar ciertas prácticas y repudiar otras en pos de la ganancia de su propia facción. Desde este lugar se advierte que el nacionalismo se sostiene en la idea de homogeneidad. Los mecanismos de producción y dominación usados para llevar a cabo semejante empresa son: la educación estandarizada, la supuesta igualdad de derechos y el anonimato de la elite dominante; estos operadores se convierten en los medios de conformación y transmisión de las identidades nacionales.
Las clases dominantes son las que pre-moldean y configuran con total intencionalidad cuál va a ser la esencia de lo nacional, orientándonos a sus propios perfiles ideológicos. Desde esta infraestructura de dominación se ejerce el poder político y el control social.
Ross Poole dice: «la identidad nacional es [….] la movilización de recursos culturales lingüísticos para crear [….] una concepción de nosotros mismos de como pertenecer a una nación especial»
Si bien es cierto que heredamos y aprendemos las leyes y los hábitos, también estos son convertidos en parte de la cultura y tradición nacional, como por ejemplo “el mate”, “el fútbol”, “la cervecita”, “los ravioles de los domingos”. Pero estos no son los únicos símbolos que nos identifican.
El psicoanálisis no puede desatender la multiplicidad de identidades que asume una persona y que la constituye como única e irrepetible, ya sean estas identidades sexuales, religiosas, institucionales, culturales, nacionales. Para comprender la singularidad de cada quién, es necesario comprender los componentes del entramado identitario. Si desde la ignorancia o la atribución de conceptos negativos se evalúa o discrimina a una sociedad o a un equipo de jugadores, no estaríamos asumiendo realmente los componentes que nos unen y nos identifican. Estos modos también hablan de la identidad nacional “Argentina”, donde nos unimos para criticar y golpear pero no para construir y mejorar, esto corresponde a un alto subjetivismo manipulado por los discursos políticos y culturales.
Ahora bien, lo interesante de la identidad –en principio individual- es comenzar por la pregunta de “¿quién o qué quiero ser?”; hablamos no ya de la parte constitutiva heredada o innata sino de la que depende de nuestra voluntad, de aquella que cobra consciencia y nos interroga como sujetos. Si bien una parte de nosotros ya está pre-determinada, las que denominamos cualidades objetivas (nacimos en una región, con una tradición familiar y nacional, en una época histórica determinada y con un cuerpo físico de diferentes contexturas); otra parte tiene que ver con la dirección que nosotros mismos queremos darle a nuestra existencia y nuestra identidad. Esto significa que podemos descubrir nuestras cualidades subjetivas. Si no sabemos respetarnos a nosotros mismos tampoco podríamos respetarnos como sociedad.
Si la injusticia social se encuentra en la base de nuestra sociedad, muchas veces se vuelve necesario desviar nuestra atención a aquellos sucesos u objetos que nos “unen” y pretenden borrar las diferencias a pesar de las grandes desigualdades, como sucede con el dulce de leche o el mate, el mundial o el folklore que es utilizado tanto por ricos y pobres, por intelectuales y analfabetos, etc.
La identidad nacional debe ser construida por el mismo pueblo bajo la concientización de los valores que queremos para la comunidad y la nación. ¿Decidimos realmente comprometernos con ello?