Por Patricia Rosso
Desde sus raíces árabes hasta su popularidad en América Latina, el alfajor ha conquistado el paladar de millones de personas.
Ese dulce tentador y delicioso tiene una historia rica y fascinante que se remonta a la época de la conquista árabe en España.
La palabra «alfajor» proviene del árabe al-fakhur, que significa «pastel de miel y nueces». Los árabes introdujeron en la Península Ibérica sus técnicas de repostería y sus ingredientes favoritos, como la miel y las nueces.
Al momento de la conquista española de América, el alfajor ya era popular en España y es así que no tardó en viajar en las carabelas y extenderse por todo el continente. En cada país, el alfajor se adaptó a los ingredientes y las tradiciones locales, dando lugar a una variedad de versiones y sabores.

En la Argentina, por ejemplo, el alfajor se convirtió en un dulce típico, especialmente en la región de Córdoba. En la costa atlántica, se popularizó como postre que se consumía en las tardes frescas del verano y se llevaba de recuerdo al finalizar las vacaciones estivales. Se caracteriza por su relleno de dulce de leche y su cubierta de chocolate o merengue de azúcar.
Hoy en día, el alfajor es un dulce muy popular que se extiende hacia todo el mundo gracias al desarrollo de industrias nacionales que elaboran un producto de primera calidad, ampliamente aceptado por diferentes mercados.
No obstante, existe una variedad de sabores y texturas cada vez más sofisticada que va desde el clásico alfajor de dulce de leche hasta versiones más innovadoras, como rellenos de crema de pistachos, mermeladas frutales y hasta condimentos picantes.