Durante la temporada estival los marplatenses nos habituamos a un ritmo de vida diferente: mayores cantidades de transeúntes, más automóviles en las calles, playas repletas por visitantes y locales y, eventualmente, cortes de luz y agua que complejizan aún más la tarea cotidiana.

Mar del Plata es una ciudad que utiliza más agua de la que debería: cada usuario emplea, en promedio unos 366 litros de agua diarios, según informa la empresa Obras Sanitarias Sociedad del Estado (OSSE), esto es casi el doble de lo recomendado por organismos internacionales, como la OMS, que estipulan que lo necesario para cubrir las necesidades es un promedio de 100 litros diarios per cápita. Es urgente que este consumo disminuya, si queremos contar con una ciudad sustentable.

Para ello existen diferentes prácticas cotidianas que colaboran con el ahorro de agua: no dejar canillas abiertas, eliminar pérdidas y fugas de cañerías, no tomar baños durante tiempos excesivos e innecesarios, utilizar sólo lo necesario en el lavado autos y veredas. Desde el Estado municipal existen medidas posibles para mejorar la gestión del recurso:  propiciar el uso responsable de agua domiciliaria, evitar pérdidas en los sistemas de abastecimiento, por fisuras o roturas de cañerías, y coordinar prácticas eficientes y sustentables con los grandes consumidores (para prácticas como el riego).

El suministro anual de agua en nuestra ciudad es de 140 millones de metros cúbicos, alcanzando una cobertura del 97% de la población, según OSSE. Sin embargo, la cantidad de consumidores aumenta notablemente en verano. En lo que va de la temporada actual ya visitaron la ciudad más de un millón y medio de turistas, que triplican el número de usuarios, pudiendo surgir cortes del servicio como los ocurridos en las últimas semanas en algunos barrios del sur de la ciudad.

Daniel Martínez, investigador principal del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC- CONICET, UNMDP), explica: “Hay que tener en cuenta que la demanda de agua se incrementa no solamente por el uso en balnearios, duchas, piletas, sino también por el consumo humano directo y el que hace la industria alimenticia que demanda agua para la elaboración de productos”.

Nuestra ciudad extrae su agua potable del recurso hídrico subterráneo: más de 200 pozos de la empresa OSSE extraen agua del acuífero superficial. “Si ese descenso es excesivo, el agua de mar ingresa al acuífero salinizando el agua, convirtiéndola en no potable.  Ese fenómeno ha ocurrido en el pasado y podría volver a ocurrir si el consumo excesivo no cesa, y la gestión del agua resultara inadecuada”, explica el especialista. En pos de una mejor gestión del recurso, y evitar este tipo de situaciones, la Gerencia de Recursos Hídricos y Energías Renovables de OSSE trabajó en conjunto con investigadores del CONICET, durante los años 2016 y 2018,  elaborando un modelo matemático que permita una mejor gestión del recurso hídrico, dentro del proyecto WaterClima-LAC, financiado por la Unión Europea.

El problema del agua no se limita a su disponibilidad. Hay que prestar especial atención a lo que sucede cuando el agua ya fue utilizada: se vierte al sistema cloacal o de descargas pluviales y en ambos casos el destino final es el mar. “Ante la posibilidad de quedarnos sin fuente de agua potable disponible desde el acuífero surgen posibilidades de reutilizarla que de alguna manera disminuirían la extracción desde la fuente.  Con más precauciones y controles de calidad, en algunos países las aguas de descarte se utilizan para recarga artificial de acuíferos. Se podría reutilizar el agua utilizada para tareas de lavado y limpieza, y posiblemente riego en muchos casos, si bien se requeriría un control microbiológico previo a su re-uso”, detalló Martínez.

Un fenómeno semejante ocurre con el consumo de energía eléctrica. Los apagones suelen ser más frecuentes en verano que en la estación fría. Jorge Strack, becario postdoctoral del Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas en Electrónica (ICYTE- CONICET, UNMDP) explica: “En verano, debido a las altas temperaturas ambiente, se produce un uso intensivo de los sistemas de climatización y refrigeración. Este aumento de la demanda en especial en horas de la tarde y noche, sumado a las altas temperaturas que limitan la capacidad de transporte de las redes eléctricas, llevan al sistema a valores límites exigiéndolo térmicamente, a nivel de transmisión, y principalmente a nivel de distribución ocasionando cortes de suministro de mayor frecuencia y duración”.

“La energía eléctrica se genera a demanda, a medida que el consumo en la ciudad aumenta, las maquinas generadoras van prendiéndose o apagándose según necesidad. El aumento de habitantes durante la temporada estival en esta ciudad implica, no solamente una mayor generación de las centrales eléctricas, sino también, que la empresa distribuidora pueda satisfacer las demandas a través del tendido eléctrico, que implica contar con cables y transformadores que puedan llevar la cantidad de energía eléctrica solicitada para consumir en los hogares”, explica Caram.

Las interrupciones en el suministro de luz pueden minimizarse si el Estado y las empresas proveedoras del servicio toman diferentes medidas, como la  repotenciación de líneas y estaciones transformadoras, el reemplazo de líneas aéreas por subterráneas y el adecuado mantenimiento preventivo de la red existente. Mientras que, como usuarios, existen diferentes formas de contribuir a la mejora de la calidad del servicio, que se traducen en un mejor uso del recurso. “Como usuarios podemos hacer un uso racional de la energía, mejorar la eficiencia energética de la instalación y, como complemento, contribuir con generación distribuida renovable”, detalló Strack.

El consumo racional del recurso consiste en la utilización de los aparatos eléctricos de la manera más eficiente posible: poner el aire acondicionado entre 22 y 24ºC, minimizar el número de objetos conectados a la red sin ser utilizados, optimizar el uso de electrodomésticos como lavarropas, secarropas, plancha, heladeras y cargadores de celulares y computadoras. Strack explica: “En Mar del Plata, la tarifa para usuarios residenciales es plana, pero en otras ciudades como Capital Federal, la tarifa varía de acuerdo a la banda horaria. En esos casos, se pueden programar tareas automáticas que insuman energía, como el lavado de ropa, para aquellas horas en las cuáles la tarifa sea más económica”.

Otra forma de contribuir con el manejo sustentable de la luz es contribuyendo a la generación distribuida renovable donde los usuarios además de consumir energía eléctrica de la red, cuentan con la instalación de fuentes de energía renovables: como paneles fotovoltaicos, aerogeneradores, generadores hidráulicos o de biomasa, que les permiten ser un productor de energía eléctrica. Esta energía puede ser consumida por el mismo usuario, o, en el caso de tener un excedente, ser inyectada a la red y proveer energía a otros usuarios.

Tener elevados consumos de energía eléctrica y agua potable requieren de grandes inversiones por parte del Estado y conllevan un aumento en las tarifas que abonan los usuarios, pero también a un mayor desgaste ambiental. Así, el mejor manejo de ambos recursos  debe contemplar políticas públicas, decisiones individuales y una ciencia que permita desarrollos tecnológicos para utilizar menos de ambos recursos y de manera más eficiente.


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