Por: Roberto Garrone
La pesca es dinámica. Sobre todo la que se desarrolla en el caladero nacional donde dos de los principales recursos, langostino y calamar, son especies anuales para la industria extractiva. Es decir, los juveniles que nacieron en el ciclo reproductivo pasado constituirán la biomasa disponible para ser pescada por la flota comercial al año que viene.
Todas las especies ven influenciada su abundancia por variables ambientales más allá de la mortandad por pesca. Principalmente las anuales como estas que mencionamos. Corrientes marinas o la temperatura del agua pueden influir en el desove, la presencia o no de alimento para las larvas puede generar el fracaso de un reclutamiento.
Todo esto para intentar explicar las oscilaciones en los desembarques de determinadas especies. Cambios que este año generaron una merma en el nivel de actividad en los muelles del puerto local y también en las fábricas donde se lo reprocesa.
Entre enero y junio se desembarcaron 392.146 toneladas entre pescados, moluscos y mariscos. Apenas 1,6% menos que en el mismo período del año pasado. El problema para los trabajadores marplatenses fue que cayeron las descargas de calamar. Fueron 129 mil toneladas, un 16% menos que el año pasado cuando Mar del Plata había sido el epicentro de las descargas. Esta vez el protagonismo creció en Puerto Deseado.
Las 60 mil toneladas que recibió Mar del Plata representaron una baja del 38,5% en relación al primer semestre del 2020. Sin el calamar fueron menos los turnos de descarga en el servicio de estiba, también la flota fresquera tuvo una participación importante y esto implicó que no haya tanto calamar fresco para reprocesar en tierra.
Las capturas de merluza hubbsi ocupan el segundo lugar con 116 mil toneladas, cifra similar a la observada en igual período del año pasado aunque tiene un signo positivo en nuestra ciudad porque Mar del Plata cobra un protagonismo central. La terminal marítima recibió 84 mil toneladas, un 9,5% más que el año pasado. Claro que los barcos congeladores pescaron poco menos que la mitad de esa merluza declarada. Porque en la realidad imaginamos que pescaron miles de toneladas más.
El recurso que más creció en los desembarques fue el langostino. Más que por cuestiones biológicas en este caso el aumento se explica con el conflicto laboral que el año pasado retuvo casi un mes a la flota tangonera congeladora a los muelles. Con el dólar liberado en este 2021, los desembarques del marisco han aumentado un 41% y aportaron 74 mil toneladas.
Pero el langostino es un fenómeno que ocurre lejos de Mar del Plata. El puerto con mayor volumen de descarga fue Rawson con 36 mil toneladas y en segundo lugar se ubicó Puerto Madryn con 20.600 toneladas. Después viene Camarones donde se descargaron 5 mil toneladas, más atrás Puerto Deseado con 4.500 toneladas. Mar del Plata es furgón de cola: 3.500 toneladas.
El año pasado hubo mucho langostino fresco que llegó en camiones desde los puertos patagónicos a la mesa de descabezado de plantas fasoneras en Mar del Plata. Esta semana Cristina Ledesma reconoció que este año se ve poco langostino. Lo irregular de la temporada en aguas nacionales y, sobre todo, los acuerdos de armadores locales con frigoríficos patagónicos para entregarle la captura, explican la merma.
Pese a este panorama complejo en la mayoría de los frigoríficos que sienten la falta de materia prima para darle a sus trabajadores, en este tiempo no se han visto graves conflictos más allá de algún reclamo de los trabajadores de “Sebastián Gaboto” para que Antonio Di Leva les entregue el pescado que vende entero en muelle o lo manda a cortar a alguna fasonera floja de papeles.
Muchas empresas otorgan adelantos a cuenta de cuando vuelva el trabajo para mantener la paz social y el SOIP aporta bolsones con alimentos no perecederos. La paradoja queda en evidencia en el propio frigorífico de Di Leva, donde los obreros no trabajan pero le deben a la empresa entre 40 y 50 mil pesos por los adelantos.
Precarizados, desempleados, trabajando muchas veces en condiciones poco dignas, ahora endeudados, sin seguro, obra social, mucho menos aportes jubilatorios, el oficio del obrero del pescado ha sido denigrado y camina en pendiente cuesta abajo desde varios años.
Hermoso contexto para habilitar un curso de capacitación para fileteros, peones y envasadoras en el Centro de Formación Profesional 418. Se presentó semanas atrás aunque recién en el segundo cuatrimestre los alumnos vuelvan a la presencialidad.
Gabriel Felizia, el presidente del Consorcio, destacó que la planta-escuela “fortalecerá la empleabilidad y la autosuficiencia productiva de un sector en riesgo social, generará mano de obra calificada y se la insertará en el mercado laboral a partir de una interacción directa con las cámaras empresarias del sector en la ciudad”.
Vista la realidad que les toca vivir a la mayoría de trabajadores del pescado, la empleabilidad y la autosuficiencia no alcanzan para tener un ingreso digno y sobreviven con el asistencialismo de bolsones con comida.
Esas flaquezas que pese al paso del tiempo y las distintas autoridades, mantiene la pesca marplatense parecen obviarse en la propuesta de capacitación. No importa la calidad del empleo, lo prioritario es mostrarse preocupados en generar caminos para llegar a la “empleabilidad”. La “autosuficiencia” en la industria del pescado es hermana de la explotación laboral.
Hay luchas que parecen perdidas cuando ya nadie asoma dispuestos a darlas.