Por: Roberto Garrone

Aunque mucho más chica que años anteriores, la caja recaudadora del Distrito Pesca Mar del Plata sigue tan vigente como siempre y cada tanto regala momentos tensos y curiosos como los que ocurrieron hace un par de semanas.

Específicamente, barcos fresqueros llegaron con mucho más abadejo del permitido. En esa nómina estarían el “Lanza Seca”, “Centauro 2000” y “Don Nicola”. La nómina posiblemente sea más amplía. Por lo que cuentan algunos pescadores, parece que hay tanto abadejo fuera de los pozones como ganas de recaudar.

El Distrito, con su cuerpo de inspectores encargados de controlar y fiscalizar las descargas, de verificar que lo informado por el barco en el parte de pesca electrónico tenga verosimilitud con lo que observa mientras se vacía la bodega, ya no es la mina de oro de hace 15 años, cuando la mayoría necesitaba pescar mucha merluza y declarar lo menos posible porque se quedaba sin cupo.

Pasan los años, los nombres y prima la corrupción. En esta gestión de López Cazorla primero estuvo Miguel Vega, a partir de un acuerdo con SIMAPE, y desde hace algunos meses que descabezaron la influencia sindical, tomó las riendas Nicolás Dodero, bajo el ala protectora de “Pato” Elias.

En otros tiempos, Elias integraba un tándem mucho más visible e influente en el Distrito junto con Sergio “Turco” Salomón. Esos desmanejos no han quedado impunes. Al menos para Salomón que fue procesado en noviembre del año pasado por enriquecimiento ilícito en una causa impulsada por Juan Carlos Nicolau, ex jefe de Distrito en los primeros meses del 2015.

Como dije, el negocio del baile de disfraces que hizo millonarios a varios terminó hace rato. Me acuerdo que por cada cajón de merluza que pasaba por mero, pargo, gallo, saborín, allà por el 2011, se pagaba 20 pesos y ese dinero fluía en cuotas para cada repartición nacional, provincial y municipal.

Quince años después, el valor del cajón pudo haberse multiplicado 100 veces, pero la nómina de aportantes son la excepción cuando antes eran la regla.
Hoy, más allá de estar recuotificada, a pocos les sirve mentir con una especie que tiene escaso valor en muelle. A lo sumo cargan con un par más de kilos los cajones para sacar una ventaja, a riesgo que se lo paguen menos por llegar aplastado.

La raya, otra especie con restricciones y que supo ser fuente de alimento para esa caja negra que habita el DIstrito, también dejó de ser negocio porque China no demanda como en otras épocas en que venían completos y declaraban lo permitido.

El by catch de langostino, cuando todavía no se abrió la zafra de aguas nacionales, y vienen con más del 20% permitido, y el abadejo, del que solo pueden traer 3% como pesca incidental, son los dos kioscos abiertos más importantes que le quedan a los inspectores. Y Dodero ordenó el sistema de recaudación que se había salido de control en tiempos del Jefe con secundario incompleto.

En el caso del abadejo específicamente son reiteradas las quejas de los armadores por las limitaciones que mantiene la administración pesquera sobre su captura. Mientras piden nuevas prospecciones y el INIDEP las rechaza, argumentan que los barcos encuentran abadejo de manera más frecuente lejos de los pozos vedados.

Pero volvamos a esta historia… En la madrugada del 4 de octubre hubo un despliegue inusual en el acceso sur del puerto marplatense. Un par de inspectores municipales del Departamento Pesca interceptaron camiones con la captura que acababa de descargarse en el muelle Deyacobbi.

El área está a cargo de Roberto Giannatiempo, hoy de licencia médica. Antes dependía de la Delegación Puerto, pero desde hace unos años pasó a la órbita de Inspección General. Inusual porque ya no existe más el puesto único de control que funcionaba sobre el acceso sur del puerto, frente al predio de la AGP donde se controlaba el ingreso de la materia prima a territorio municipal.

¿Cómo se explica esa vigilia en la madrugada sabatina? Leo De Lisi, quien tiene la firma y despacho en el Departamento, aseguró que fue un control de rutina y que labraron actas por falta de habilitación a los camiones circulantes.

Habría otra explicación, alejada de la versión oficial. Los inspectores buscaban el abadejo que los barcos habrían subdeclarado con el aval de Dodero y Juampi Schitto, el director de Control y Fiscalizaición de la Subsecretaría de Pesca.

Ya sin chances de alimentarse de la caja del Distrito, cuentan que el “Turco” Salomón fue quien advirtió de la carga camuflada a los municipales para intentar morder algo del retorno que pagarían por liberarla.

Fuentes portuarias que conocen detalles de la historia, aseguran que en esos momentos de tensión hubo llamados a Pesca para que tomen intervención y dispersen los repentinos obstáculos.

A juzgar por los dichos del inspector municipal, también se evaporó el talonario de actas. “Durante el operativo no se constató ninguna inconsistencia en los remitos de la carga”, aseguró De Lisi.
Igual faltan datos finos en esta historia.

Sciutto se sorprendió ante la consulta del operativo municipal. El director descartó cualquier anormalidad en la descarga de dichos buques, aseguró que las tablets donadas por FAO funcionan, y rechazó haber intercedido con los inspectores municipales. “No sé de qué me estas hablando; no los conozco, nunca hablé con ninguno”, aseguró.

Como reconoce De Lisi el operativo existió. Quedará por siempre la duda si los dueños del abadejo debieron pagar doble peaje para liberarlo si alcanzó con la intervención de Dodero o tuvo que volver a escena Elias para desactivar a su viejo socio.

Lo cierto es que en menos de 500 metros los cajones de abadejo seguramente mutaron a merluza hubbsi y volvieron a reconvertirse en la mesa de fileteado donde los cortaron para mercado interno. No sé si así se construye el milagro argentino del que escribe Milei en su último libro pero es lo que ha sabido exhibir hasta ahora la gestión López Cazorla.

Buen domingo


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