Por: Roberto Garrone
La obra de mantenimiento del dragado del puerto local, cuyo financiamiento, menor al necesario para realizar la obra, fue confirmado el lunes pasado, no prevé profundizar la celda del muelle donde en el 2013 quedó inaugurada la Terminal de Cruceros luego de invertir más de 7 millones de dólares.
En 7 años ese muelle no tuvo la visita de ningún crucero y como es de público conocimiento, en la gestión anterior se destinó el edificio al funcionamiento de un área de la policía federal, efectivos que deben trabajar con una de las mejores vistas de la ciudad.
No es mucho lo que se debería dragar en esos 270 metros para generar las condiciones de arribo de una embarcación de lujo puesto que, a diferencia de un portacontenedor o un petrolero, son embarcaciones de poco calado. No necesitan mucha profundidad donde poder amarrar.
Sin ir muy lejos, en febrero pasado amarró uno de 144 metros en el muelle de ultramar del muelle 2, en medio de la zona operativa del puerto; donde barcos congeladores descargaban calamar y merluza. En realidad, la sección ocho y nueve son de las pocas zonas operativas que todavía se mantienen en el espejo interior. Gabriel Felizia reconoció días pasados que el 35% de los muelles están ocupados con barcos inactivos.
Igual en esa zona de la Escollera norte debe haber, con suerte, cinco metros de calado. Pero a partir de los fracasos continuos en la política para atraer cruceros que han hilvanado las distintas gestiones, es como que ya quedó tachado para siempre. Nadie piensa en gastar los pocos recursos disponibles para un sector que no reportará beneficios. Para los pesqueros que amarran en esa zona alcanza y sobra así como esta.
No mirar la escollera norte ha sido una constante en los últimos 3 dragados. No intervinieron las dragas chinas en el 2014, tampoco lo hizo la Omvac 10 de Canlemar SL en el 2017 y 2018 y no lo hará quien se adjudique la obra que arrancaría a principios del año que viene.
Este año no habrá temporada de cruceros en el sur de Latinoamérica como consecuencia de la pandemia.
Creo que el problema de Mar del Plata es de escala: siempre se imaginó los enormes cruceros que navegan el Caribe o el Mediterráneo balconeando Playa Grande para pasar un día completo de paseo en la ciudad.
La realidad es que estamos mejor preparados para barcos un poco más pequeños pero con mayor frecuencia en la ruta Buenos Aires – Patagonia y con estadías que no superan las 12 horas. El último que vino, el MS Hamburg que llegó en febrero con 338 alemanes a bordo, apenas estuvo 5 horas.
Es difícil imaginar un itinerario con un tiempo tan efímero para poder recorrer los variados tesoros arquitectónicos como Casa del Puente, Castagnino o Villa Victoria; comer un asado en alguna estancia o conocer la cuna de Fangio. Los golosos podrían conocer la fábrica de Havanna y los desabrigados descubrir cómo se tejen las prendas en Juan B Justo. Acá no tenemos la magnificencia de las ballenas ni los canales fueguinos.
Los alemanes creo que no hicieron ninguna de todas estas opciones. Apenas un tour de compras por la ciudad. Hubo otro que vino unos meses antes que en realidad entró a puerto de apuro porque habían sufrido demoras en el itinerario y buena parte de los pasajeros perdían el vuelo a sus países de origen. Se bajaron del crucero y se tomaron un bondi a Ezeiza.
Cómo será de irregular y esporádica la presencia de cruceros en el puerto local que el tarifario del Consorcio Portuario que contempla los valores que se cobran a todas las embarcaciones que operan en la terminal no tiene un precio asignado para este tipo de buques.
Hasta ahora se ha hecho todo al revés. Construyeron una terminal pero nunca tuvimos cruceros. Se imaginaron en Copa Libertadores y no estamos ni para ascender de la B. Apenas somos un puerto de paso, no de destino. Comprendido esto y más allá que no se drague la Norte, si existe un plan de promoción y desarrollo no debe ser difícil incluir a Mar del Plata en su hoja de ruta.
Lo más difícil ya ocurre. O mejor dicho, ocurrirá tras la vacuna y el restablecimiento del turismo internacional: de ida o de vuelta al sur, los cruceros volverán a pasar frente a nuestras narices entre noviembre y marzo.
Pero no necesitamos sobredimensionarlos. Basta de coronar de humo sus contornos. Los cruceros no son los salvadores de nadie. Ni del puerto, mucho menos de la ciudad, ni de los prestadores de servicios.
Solo serán un condimento más que puede aportar al movimiento portuario y una economía local tan desvencijada como la que deja una pandemia en regiones donde el foco ha estado puesto en su perfil turístico y no en el industrial.
Foto: @dronmardelplata