Por: Roberto Garrone

La Ordenanza 03/14 de la Prefectura Naval Argentina establece normas y procedimientos que debe cumplir la flota que compone la marina mercante, incluida la pesquera, para no generar contaminación al momento de verter los desechos y otras materias, encerradas en el eufemismo de “aguas sucias” para no dar feo olor, en jurisdicción nacional.

El Artículo 7 de la ordenanza prohíbe verter los desechos u otras materias en aguas marítimas cuando se trate de compuestos para los que un dictamen profesional certifique que se transforman rápidamente en sustancias inocuas mediante procesos físicos, químicos o biológicos que no pongan en peligro la salud humana, la fauna silvestre o los animales domésticos, y no afecten el sabor de los organismos acuáticos comestibles.

La norma es poco menos que polémica y resulta hasta improcedente que la exija Prefectura en alta mar cuando la dependencia en el puerto marplatense recién ahora está a metros de llegar la obra de cloacas.

Obviamente genera el rechazo de un amplio sector armatorial, no todos porque los barcos que no tienen baño a bordo como ocurre en la flota artesanal, no tienen la obligación de colocar ningún tanque de acopio de las mencionadas aguas. Sí deben hacerlo desde los costeros cercanos a los fresqueros de altura.

Y la instalación de este tipo de almacenamientos, más el circuito que permita luego su vaciamiento en el tanque atmosférico a pie de muelle, genera cambios en la estructura de la flota y a los más chicos, donde no sobra espacio, hasta les quita autonomía al tener que reducir el tanque de combustible para adosar el de la m… “aguas sucias”.

Para los fresqueros de altura de mayor eslora adaptarse a la norma implica hacer un tanque de 200 litros debajo de la línea de flotación, para lo cual deben perforar el casco, por consiguiente deben ponerlo en seco previamente. El nuevo peso requiere adaptar el manual de carga y renovar los planos. Un cuento chino.

Hace 45 días todas las cámaras armadoras se reunieron con las autoridades de Prefectura y le solicitaron a coro que suspenda la aplicación de la Ordenanza. También les pidieron que si la van a hacer cumplir que también arranquen por Madryn y Rawson ya que no quieren ser los únicos que coleccionen lamentos.

Hasta ahora Prefectura, más allá de la charla amena que tuvieron con el Jefe, Rodolfo Cattaneo, quien les dijo que no hay una cruzada contra nadie pero sí deben paulatinamente ponerse en regla, ignoró completamente la petición de la suspensión.

También hubo una solicitud de reunión con autoridades en Buenos Aires a fin de intentar hacerlos entender de todas las dificultades que arrastraba la norma. Tampoco hubo noticias de su suerte. “Es de imposible cumplimiento”, dejaron sentado en el acta de la primera reunión las cámaras armadoras.

Fue amena hasta por ahí nomás. Los prefectos saltaron cuando desde el otro lado de la mesa les dijeron que poco más los estaban extorsionando para hacer las reformas. En la fuerza no les renovaban los certificados de medio ambiente si no arrancaban con las reformas.

“Vos me decis que estamos 200 barcos en el Nahuel Huapi y bueno, te acepto que hay que darle un tratamiento especial Pero estamos en medio del mar, donde el impacto es inexistente”, razonaba un armador fresquero esta semana.

En Prefectura aseguran que no hay presiones, que habrá tiempo para adaptarse pero que quieren que se cumpla. Y garantizaron que se replicará también en los puertos patagónicos para emparejar la carrera de obstáculos. Parece que el tiempo de adaptación de cada barco es la fecha en que se le vencen los certificados para poder seguir pescando.

Porque ahora pasa algo parecido con el certificado de residuos. Más allá de los dichos del Prefecto de que apuntan a una tarea armonizado, en los últimos días fueron varios armadores que revelaron problemas para obtener la renovación y que ese trámite se destraba si presentan un plan de trabajo para adecuarse a la Ordenanza.

Para la flota menor las respuestas son más versátiles. Algunos armadores pensaron en la posibilidad de clausurar directamente el baño para no tener que entrar en este laberinto de nuevos planos, honorarios profesionales y factura de los astilleros. “Clausuralo, no hay problemas”, fue la respuesta de la autoridad.

Entre los armadores sobrevuela la sensación que hay un ensañamiento particular con la actividad en Mar del Plata y entienden que forzar el cumplimiento de la Norma generaría abultados sobrecostos en los balances de las empresas pero no beneficios ambientales ya que todo termina en el mar, con poco y nulo tratamiento.


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