Claudia Beatriz Repetto solía salir en puntas de pie y sin hacer ruido de su casa en Mar del Plata, para evitar que su expareja, Ricardo Alberto Rodríguez, la cruzara en la puerta del PH y la acosara a los gritos para saber a dónde iba, pero en la noche del 1 de marzo de 2020 no llegó a atravesar la línea municipal, porque el hombre la interceptó en el camino, y tras golpearla hasta matarla, enterró su cuerpo en un descampado.
Al cumplirse un año del femicidio, los familiares de la víctima marcharán este lunes desde las 18 por el centro de la ciudad para reclamar que Rodríguez (57), quien confesó el crimen tras ser detenido 26 días después de la desaparición de la mujer, sea condenado a prisión perpetua.
«Después de un año, toda la familia sigue destrozada. Mamá era única, chiquita, miedosa, super tierna y jodona, y sigue siendo difícil aceptar que le hayan hecho esto. Por eso, no vamos a cansarnos de pedir una condena a perpetua», dijo a Télam Cristian González, unos los cuatro hijos de la víctima.
Según la investigación del caso, Repetto (53) fue atacada por el acusado en un inmueble del barrio Termas Huinco en el que ambos eran vecinos, mientras un compañero de sus clases de folklore la esperaba afuera en una camioneta para ir a cenar.
De acuerdo a la instrucción, cuando su amigo estacionó frente a la casa, ubicada en Don Orione al 1500, recibió un mensaje de texto enviado desde el teléfono ella, que le llamó la atención por las faltas de ortografía: «Estoy muy cansadas otro dia beso. Chua otro dia mejor» (sic).
A la mañana siguiente, los hijos de Repetto se enteraron de que su madre no se había presentado en el hotel en el que trabajaba.
«Nos avisaron sus compañeros y era rarísimo, porque no faltaba nunca. Buscamos en su casa y en todos los hospitales, y como no aparecía ni ella ni él, lo difundimos en Facebook y después hicimos la denuncia por averiguación de paradero», recordó Gabriel.
Según contó, desde que denunciaron la desaparición sospecharon de la ex pareja, con quien su madre había terminado siete meses antes una relación de un año que ellos consideraban «tóxica y violenta».
El fiscal que intervino inicialmente en el caso, Fernando Castro, titular de la Unidad Funcional de Instrucción 1 (UFI 1), ordenó un primer rastrillaje en la reserva natural del Puerto, porque un hijo de Rodríguez informó que su papá lo había llamado horas antes para avisarle que le había dejado los papeles de una moto en una piedra del lugar, antes de perder contacto con él.
Sin resultados pese al uso de botes, buzos y drones, la búsqueda se amplió a distintos puntos de la ciudad, y movilizó a un centenar de efectivos de fuerzas de seguridad provinciales y federales.
En el cuarto día de rastrillajes, fueron hallados unos documentos de la mujer en una pila de basura, a unas 20 cuadras de su casa, y personal policial localizó una pala en una zona arbolada de la ruta que conecta Mar del Plata con Miramar.
Pese a este hallazgo, ni el trabajo con cuadrillas de perros en ese lugar, ni relevamientos en distintos barrios arrojaron información ni sobre Repetto ni sobre Rodríguez.
Dos días más tarde, los familiares de Repetto participaron en la marcha por el 8M y reclamaron junto a miles de persona la aparición con vida y la captura del sospechoso, y pidieron además que se calificara el caso como una «privación ilegítima de la libertad».
Tras casi tres semanas sin rastros, el fiscal recaratuló la investigación e imputó a Rodríguez por el delito de «homicidio de una mujer agravado al ser cometido mediando violencia de género», a partir de elementos surgidos en una comunicación intervenida que él mantuvo con una familiar,.
El inicio de la cuarentena el 20 de marzo dificultó aún más la búsqueda, pero finalmente en la noche del viernes 27, los allegados de la mujer lograron lo que los policías no habían podido conseguir: durante sus recorridos y rastrillajes paralelos por disconformidad con la investigación oficial, interceptaron a Rodríguez en la vía pública y lo retuvieron hasta que llegó la policía.
El acusado confesó el femicidio a la mañana siguiente al ser indagado por el fiscal, y dijo que había enterrado el cadáver en Acantilados, a metros del lugar donde había sido hallada la pala tres semanas antes.
«La noche del hecho fue un momento muy duro para mí, muy oscuro. Muy nublado. Me acuerdo que entré al pasillo, el tipo la estaba esperando en la camioneta y me agarró un ataque de celos, algo por dentro, y discutimos con ella. Discutimos en el pasillo. La manoteé y cuando volvía a mi estado la encontré en el piso. La quise revivir pero ya estaba muerta», declaró el hombre.
Aseguró además que había actuado «solo», y que cargó a la mujer «en la parte de atrás» de un ciclomotor envuelta en una sábana.
«La enterré con una pala que llevé desde mi casa, había como un pozo», explicó, y a partir de su relato, el cuerpo fue encontrado a la altura del kilómetro 535 de la ruta 11.
Rodríguez fue imputado por el delito de «homicidio agravado por el vínculo y por haber mediado violencia de género», y la semana pasada, a pocos días del aniversario del crimen, el fiscal que finalmente se hizo cargo del caso, Leandro Arévalo, titular de la UFI 7, pidió a la Justicia de Garantías que sea llevado a juicio oral.
El fiscal dio por acreditado que el acusado «le propinó diversos golpes de puño» a la mujer, «especialmente en la cabeza y el rostro, los cuales le produjeron múltiples equimosis y causaron un estado de inconsciencia que, sumado a la posterior manipulación del cuerpo por parte de Rodríguez, derivaron en el fallecimiento» por «asfixia a raíz de la broncoaspiración».
«Las motivaciones que llevaron a Rodríguez a la comisión del crimen se encuadran en el prototipo clásico de violencia de género por la cosificación y sentido de pertenencia que se probó que el mismo poseía con quien fuere su pareja, a quien dio muerte por el mero hecho de procurar establecer un nuevo vínculo sentimental», señaló en su requerimiento.
Desde su detención, el acusado cumple prisión preventiva en la Unidad Penal 44 de Batán. (Télam)