Por: Roberto Garrone
La abundancia que muestra el langostino patagónico en las subáreas habilitadas en aguas nacionales, sobre todo en la 8 y la 4, con presencia de L1 y L2 en porcentajes por encima del 80%, y los acuerdos salariales con gremios de toda la cadena pesquera, reactivaron a pleno un circuito productivo que languideció por un par de meses.
Si el tiempo acompaña y las concentraciones disponibles a las redes comerciales se mantienen accesibles para todas las flotas se podrá recuperar el tiempo perdido con varias certezas por delante. Hay tangoneros congeladores que pudieron completar 84 toneladas en cinco días de pesca y esa venta superará holgadamente los 6 dólares por kilo.
El ajuste vino en la cadena de tierra. Pocos de los fresqueros, costeros y de altura, que aportan materia prima a las plantas de Chubut, pueden perforar el techo del 1,80 dólar por kilo, pese a que el tamaño sea óptimo.
“Cabo Vírgenes” está premiando un mejor trato a bordo y almacenaje en bodega con un precio que llega a los 2,10 dólares por kilo. Aunque no hay reseña informativa, desde la Dirección de Control y Fiscalización aseguran que el control de los pesos de los cajones alcanza a la totalidad de las descargas.
Hasta con los fresqueros patagónicos en zona de pesca y costos encorsetados, las plantas pueden recuperar algún margen de rentabilidad luego de años subsidiando la paz social con los sindicatos, pagando aumentos muy por encima de la inflación.
La devaluación del peso ayuda a maquillar el ajuste del STIIA y a pesar de la sobreabundancia de la zafra de Rawson, el envión del entero congelado a bordo se trasladará al de tierra y a la cola en bloque y se podrá satisfacer la demanda de C1.
Todos los stocks que sobraban acá y en Europa, y no se movilizaban siquiera ante la falta de oferta durante “La Batalla de la poda”, y que desde la patronal mostraban como ejemplo de la rotura del negocio, parecen haberse evaporado en estos días venturosos y aliviados.

Hablando de cosas que se evaporan… algunas empresas adheridas a CEPA decidieron que sus tangoneros zarpen con menos marineros a bordo. No uno, como en el caso del “Paku”, que lo bajaron del sector “empaque”.
Según fuentes de los gremios marítimos ex unidos, SIMAPE y SOMU, que llevan el registro de manera pormenorizada, hubo bajas en “Nina” (6), “María Eugenia” (6); “María Liliana” (6); “María Alejandra” (5); “Xeitosiño” (4) y “Borrasca” (1).
La decisión de algunas empresas de reducir el personal a bordo –también lo aplica Conarpesa aunque en menor medida- afecta la productividad y hace todo mucho más lento, pero no viola ningún artículo del convenio colectivo. A diferencia de lo que ocurre en la flota fresquera, en la congeladora no hay una dotación mínima de explotación.
“En cada viaje de pesca el buque llevará la cantidad de personal de planta necesario para su explotación”, señala el Art. 14 del convenio 580/10. En los barcos tangoneros con tripulación completa embarcan entre 35 y 36 trabajadores.
Ahora esa cantidad “necesaria” queda a criterio arbitrario de las empresas armadoras, las cuales encontraron la manera de ahorrar miles de dólares en salarios. ¿Cómo era eso del compromiso de garantizar la paz social?
En la incipiente zafra de anchoa que comenzó hace 10 días y llevaba menos de una semana de días efectivos de pesca, el que no garantizó, no la paz social sino la compra de materia prima fue Miguel Sche de la conservera “Marbella”.
Después de recibir cuatro envíos, unos 10 mil cajones, avisó que los 0,95 dólar por kilo, acordado como precio final, le resultaba caro para su estructura de costos. “Estuvimos 3 meses peleándonos con los sindicatos para lograr tener zafra y a la primera semana nos deja colgados”, rezongaba uno de los armadores que anima la temporada.
Marbella compraba casi la mitad de la anchoa que llegaba desde Chubut por lo que obligó en Rawson a recalcular los planes. Por ahora sacaron de la cadena de suministros al “Siempre Maria Elena” y “Nuevo Anave” y los mandaron a langostino. Para premio consuelo, nada mal.
“Si hace de nuevo las cuentas y ve que le da el número, volvemos los barcos con red de media agua. Apostamos por la difersificación y queremos cumplir con esos 100 mil cajones que nos comprometimos a pescar”, sostienen en Playa Unión.
Sorprendió la falta de compromiso de Marbella porque hasta ahora, en estos pocos años de relación comercial entre los pescadores de Rawson y la industria conservera y de salado en Mar del Plata no hubo nunca un problema ni un cheque rechazado.
En los próximos días se sabrá si lo de Marbella es un caso aislado o la primera ficha de un dominó que se cae. Con la salida de los dos costeros grandes, quedan cinco barcos pescando anchoa y tratando de llegar a puerto con 650 o 1300 cajones como para aprovechar al máximo la capacidad de las cajas térmicas.
Para los cajones que sobran hay una alternativa que ya estuvo el año pasado y crece en esta mini temporada. “Anchoas Patagónicas” lava y congela en pastillas de 6 kilos que luego vende, mayormente como carnada. El año pasado compró 50 toneladas y este año, estiman, comprará 100. Al mismo precio que paga Mar del Plata, sin el flete.
Los que parecen congelados desde hace tres meses en Mar del Plata son los obreros efectivos bajo convenio de Ostramar, el frigorífico de Marcela Caputo. La empresaria no los convoca a trabajar por falta de materia prima –el “Cabo 3 Puntas” está parado desde hace tiempo- y con una colección de cheques rechazados que no para de crecer.
En la semana corrió el rumor que Franco Vottola se haría cargo de los obreros ante la implosión inevitable del frigorífico. Ex empleado del área Comercio Exterior del Grupo Mattera, Vottola negó las versiones aunque reconoció que por un tiempo llevaba pescado a procesar a Ostramar y sus plantas satélites.
Mientras Caputo se achicaba, Vottola crecía en el movimiento de pescado en Guanahani al 3100, al punto que el ofrecimiento habría llegado desde la propia empresaria. “Me gustaría para que la gente no se quede en la calle, pero no hay nada. Nunca tuve un problema con ellos, más allá de todos los inconvenientes que arrastra el frigorífico”, destacó.
Hubo quienes al escuchar el apellido Vóttola, inmediatamente lo vincularon con Ciro D´Antonio. El hombre que levantó Frigorífico Del Sud Este de la quiebra compró hace un par de meses “Olamar”, en sociedad con Beto Archenzo. Ahí congelan todo tipo de pescados que procesan y/o clasifican en Sud Este, Cooperativa del Norte y Mar Picado.
Uno de los sitios donde Vóttola manda a cortar pescado ahora que se alejó de Ostramar es justamente establecimientos de D´Antonio. “No, ni en pedo”, rechazó Ciro sobre la posibilidad de estar detrás del frigorífico de Caputo.
Ostramar viene en caída libre. Hace dos meses y medio, cuando Revista Puerto publicó un informe que reflejaba el temblor en la cadena de pagos que afectaba a la industria pesquera, el frigorífico de Capito sumaba 131,8 millones en cheques impagos. Hasta el 30 de julio pasado la empresa, según registros de deudores del Banco Central, ya sumaba 295 cheques rechazados por una deuda de 313,8 millones de pesos.
Más allá de estar inquietos por un posible traspaso de manos y la caída a la precariedad de casi cien obreros, en el SOIP esta semana tenían preocupaciones mayores que los casi 750 trabajadores que quedaron en la calle el último año. Desfilaban por las empresas para recolectar juguetes con vistas a la próxima celebración del Día del Niño.
Buen domingo
Foto: Qué DIgital