Por: Roberto Garrone

Al menos en la pesca de Mar del Plata, fue una semana de contrastes esta que pasó. Mientras las empresas exportadoras fueron incluidas en el dólar agro, la nueva iniciativa por la que el gobierno nacional busca hacerse de entre 5 y 6 mil millones de dólares que le permitan sobrevivir hasta las elecciones entre la sequía y las luchas internas de las ruinas del Frente de Todos, los trabajadores marítimos apuran un plan de lucha en que, camuflados detrás del reajuste paritario, se mezclan demandas de alivios impositivos que hace meses no son atendidas por las autoridades.

Queda claro que con tantos frentes de lucha abiertos, el gobierno reacciona muy tarde para atender las demandas de sectores productivos ajenos al campo y ese tiempo que pasa no hace más que agudizar los problemas, en este caso, la pérdida de competitividad a partir de un tipo de cambio oficial atrasado y costos de producción que crecen de la mano de una inflación que ya se anota en 3 dígitos.

Cuando la industria pesquera pidió ser incluido en el esquema de dólar diferenciado el campo recibía 200 pesos por cada dólar que se liquidaba con la soja guardada en los silos bolsa. Ahora ya serán 300 pesos para quienes liquiden exportaciones hasta el 30 de agosto. Cuando venza el plazo, a este ritmo inflacionario ese valor se habrá licuado más de un 30%.

Todavía faltan algunas certezas para saber cómo se aplicará en la pesca. En realidad cómo la industria se adaptará a los requisitos para gozar el beneficio. Sobre todo el acuerdo de precios para que los valores internos de los productos exportables no se disparen. “El que no firma no entra al programa exportador”, avisaron desde el Gobierno.

No está claro aún si ese acuerdo será por cámaras empresarias o individualmente por empresas. Mantener los precios internos no es responsabilidad absoluta del primer eslabón de la cadena. Por otra parte, en esta Semana Santa hemos visto algunos precios en pescaderías que en dólares cotizan al doble de lo que se vende afuera.

El punto más fácil de resolver es el de mantener las fuentes de trabajo. Si por algo se caracteriza la industria en Mar del Plata es por la ausencia casi absoluta de los telegramas de despidos. Todo se resuelve con arreglos particulares.

En el primer bimestre las exportaciones del sector alcanzaron los 310 millones de dólares, un 27% por encima en el comparativo interanual con el primer bimestre del 2022. Se explica a partir de la sobreabundancia de la zafra de langostino en Rawson que se tradujo en un aumento en las exportaciones de cola de langostino, mayormente en bloque. Este producto pasó de generar 93,6 millones entre enero y febrero del año pasado a 138 millones en este bimestre.

Mientras en las empresas exportadoras sienten alivio por la llegada del dólar pesca, los trabajadores marítimos, piezas claves en la estructura del negocio; son ellos los que se embarcan y salen a pescar para capturar todas estas especies que la industria exporta, siguen esperando el centro oficial que los ayude a pagar menos ganancias.

Más allá de las disputas que por estos días entablan con la patronal por el reajuste del primer tramo de la paritaria, que ya movilizó a los marineros del SOMU por las calles del puerto y el martes anticipa asamblea para los oficiales de máquinas del SICONARA, detrás de ese reclamo se filtra el del alivio por impuesto a las ganancias.

No será difícil acordar el porcentaje que permita saltar el escollo salarial. Si no es 50% en tres cuotas serán unos puntos más. Siempre sobre los básicos en pesos. Pedir el reajuste sobre la producción, dolarizada, es más complicado que se deje de incrementar el esfuerzo pesquero.

Dos de los cuatro Huafeng que cambió Arbumasa por los nuevos buques fueron a parar a Rio Negro. El 817 por el “Sumatra” que se prendió fuego y el otro, el 818, nadie sabe por cuál. El “Sumatra” no tenía permiso de pesca. Aunque pesque en aguas del Golfo sigue siendo una duplicación del esfuerzo pesquero que por ahora nadie ha advertido. Muy lindo todo.

Mejor volvamos a la coyuntura… Tanto las empresas como el gobierno deberán saber que si no se resuelve la demanda impositiva será difícil que la flota salga a pescar langostino al norte del área de veda permanente de merluza.

“El salario no es ganancia” reiteran los marítimos como bandera. Una bandera que flamea desde hace meses y que sin embargo, en el Gobierno, ocupado en extender el tiempo de la bomba financiera y las chicanas internas, parecen no poder leer.

En la temporada de langostino en Rawson que acaba de terminar hubo salarios tan abultados como los desembarques del marisco. Patrones a la orden de empresas que abonan todo en blanco como Conarpesa, por ejemplo, aportaron casi 7 millones en impuesto.

La empresa española es el extremo en todo: así como abona puntillosamente en blanco para la tripulación completa, reduce márgenes en el peso de los cajones, descuenta hasta los que tienen los bigotes un poco torcidos y en los gastos incluye el agua para el mate. Pero sirve para ver el impacto del impuesto. En el resto, las partes se pagan en una tonalidad que oscila del gris al negro.

Los sindicatos son la caja de resonancia donde clama la indignación de los afiliados. El humor social no atraviesa el mejor momento, alcanza con la paliza a Berni como botón de muestra, y seguir demorando la solución no parece ser la mejor estrategia para mejorarlo.

Más cuando ya hubo respuestas para bancarios, mecánicos y camioneros con una simple resolución de AFIP. Sin embargo, quienes se ocupan en una de las actividades más riesgosas del mundo, que contribuyen a generar casi 2 mil millones de dólares anuales, los que le pusieron el pecho a la pandemia y nunca dejaron de navegar, a todos ellos los discriminan sin remordimientos.

Buen domingo, Felices Pascuas


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