En las últimas semanas, los portales informativos compartieron noticias sobre la presencia de una babosa marina que causaría intoxicación en animales domésticos, en particular perros. Nahuel Farías, biólogo e investigador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET- UNMDP) explica que se trata de la especie Pleurobranchaea maculata, conocida como “babosa de mar moteada”. Los organismos de esta especie se caracterizan por ser de color gris-verde con manchas oscuras, de unos quince centímetros de largo con una estructura respiratoria, denominada branquia, en forma de pluma del lado derecho parcialmente oculta bajo el manto.

Farías reportó por primera vez a Pleurobranchaea en costas atlánticas de Sudamérica en 2009, en el puerto de Mar del Plata. «En aquel momento solo sabíamos que no era una especie que hubiésemos visto antes. Ahí empezó la investigación sobre su identidad y su origen, que luego desembocaría en la cuestión de las toxinas que estamos estudiando hoy», señala el especialista.

El biólogo cuenta que Pleurobranchaea es un organismo depredador y carroñero pero que en ocasiones se alimenta de ejemplares de la misma especie. La babosa de mar moteada se puede encontrar en ambientes subacuáticos desde la zona intermareal hasta los trescientos metros de profundidad. Aparecen fuera del agua cuando las mareas los arrastran junto a otros organismos, en “arribazones marinos”.

En el 2009 se reportó por primera vez la muerte de caninos a causa de Pleurobranchaea en Nueva Zelanda, cuando luego de una fuerte tormenta aparecieron ejemplares en la playa y varios perros presentaron síntomas de intoxicación con afección neurológica, denominada neurotoxicosis, que en algunos casos causó el fallecimiento del animal. Farías recuerda que eso disparó la alarma inmediatamente y después de investigar el contenido estomacal de los perros y hacer un monitoreo de las toxinas disponibles en la playa, se descubrió que la causa de las intoxicaciones había sido el contacto o ingesta de esta babosa, que tenían altas concentraciones de una neurotoxina marina llamada Tetrodotoxina, también presente en el pez globo.

«Toda persona que tenga perros sabe que tienen la tendencia a masticar animales muertos y frotarse en las carcasas de animales en putrefacción cuando se los encuentran en sus paseos. Cuando lo que mastican tiene toxinas, el contacto con las mucosas permite que estos compuestos entren al sistema circulatorio y actúen paralizando músculos que, en mamíferos, lleva al paro respiratorio por parálisis de los músculos intercostales y el diafragma”, detalla Farías.

El investigador indica que las toxinas son compuestos hidrosolubles por lo que no pueden atravesar la piel, su verdadera peligrosidad sucede cuando las mucosas internas o heridas abiertas, entran en contacto con fluidos o secreciones de invertebrados que hayan incorporado una alta concentración de estas toxinas. Pero no hay riesgo de intoxicación por contacto y absorción vía piel. La acumulación de toxinas de la babosa es peligrosa en mamíferos con poca masa, como niños y perros pequeños.

Farías advierte que en caso de encontrar una babosa lo ideal es no tocarla y de haberla tocado no alarmarse, hay que enjuagar la parte de la piel que entró en contacto con el animal, en particular las manos, que uno suele llevarse a la boca y ojos. Y en caso de estar paseando con el perro evitar que se acerque.

Pleurobranchaea maculata es considerada una especie exótica e invasora porque su población desde el 2009 se extendió a lo largo de la costa argentina, desde el Golfo San Jorge, en Chubut hasta Montevideo, señala Farías. “Su éxito como invasora podría relacionarse con distintos factores: su versatilidad como predador y carroñero, la falta de competidores locales y de organismos que se alimenten de ellos. Hace años que esta babosa es común en fondos duros submareales de la costa bonaerense, pero su dinámica poblacional y los cambios en su abundancia relativa requieren un monitoreo periódico que no se está llevando a cabo”, agrega el investigador.

Nahuel Farías investiga la presencia de toxinas en esta especie desde su hallazgo en Mar del Plata. “Las toxinas naturales son muy estables y resisten bien las condiciones ácidas de la digestión, entonces pueden acumularse en los cuerpos de determinados organismos, aumentar la concentración a medida que aumenta el nivel trófico, es decir que se biomagnifica” explica el biólogo.

En la actualidad, Farías investiga en qué grado estas toxinas naturales están distribuidas en las tramas tróficas locales, cómo varía su concentración y biodisponibilidad a lo largo del tiempo, en el espacio y en la diversidad biológica. El biólogo trabaja junto a especialistas del Centro Nacional Patagónico (CENPAT), del Centro Austral de Investigaciones Científicas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CADIC) y del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA).

“Busco entender cuáles son las vías de transferencia, los vectores principales de estas toxinas y cómo los afectan los cambios ambientales como el aumento en la frecuencia de tormentas, la disponibilidad de nutrientes y la acidificación del océano. Esto podría explicar fenómenos como el reciente caso de neurotoxicosis en perros que han estado paseando por las playas de la costa atlántica y que generó el impacto mediático y la preocupación que hemos visto en los últimos días”, concluye el investigador.

Medidas de prevención de intoxicaciones por biotoxinas

marinas en la Costa Atlántica

Recomendaciones:

 No recolectar moluscos y/o mariscos en las playas para el consumo familiar o para preparaciones caseras.

 Respetar las disposiciones, ordenanzas y avisos públicos de vedas a la extracción y consumo de moluscos.

 No adquirir ni consumir preparaciones elaboradas con mariscos y/o algas frescas (conservas, ensaladas, paellas, etc.) en puestos o locales que no tengan habilitación bromatológica.

 Evitar el contacto directo con medusas y/o babosas marinas, en la playa o el mar.

 Desde el Ministerio de Ambiente brindan las mismas recomendaciones, a través de la página web del Gobierno: “Se recomienda no tocarlos ni colectarlos. En caso de ser observados en la playa, se debe mantener a los niños y mascotas alejados de los mismos”.

 Evitar que los niños jueguen y/o consuman accidentalmente moluscos o cualquier otro organismo marino presente en la playa. En caso de que así sucediera concurrir rápidamente a una consulta médica.

 Evitar que los perros mastiquen y/o consuman moluscos u otros invertebrados de la playa, los que pueden estar incluso mezclados entre macroalgas. En caso de que así sucediera, extraer de ser posible lo que incorporó en su boca, y concurrir rápidamente a una consulta veterinaria.

 En caso de sospecha de intoxicaciones por biotoxinas marinas, notificar el episodio al área de salud o centro de zoonosis local correspondiente.

Daniela Garanzini – Área de Comunicación CONICET Mar del PlataFotografías gentileza del investigador


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