El plan de Gabriel Felizia, ese de tener la licitación nacional e internacional de la obra de dragado de mantenimiento de los canales de acceso y espacios interiores en puerto Mar del Plata, publicada para mediados de noviembre, adjudicar antes que termine el 2020 y comenzar con los trabajos la segunda quincena de enero del año próximo, ya caducó.

Trabas burocráticas, algunas cuestiones sin resolver aún con la Oficina Provincial de Desarrollo Sostenible de la Provincia (OPDS) han trastocado los plazos. “Falta cerrar unos temas del pliego con Vías navegables. Ya hicimos avances en la parte técnica, nos faltan detalles de la parte administrativa”, contó un allegado al Presidente del Consorcio.

La sudestada que acaba de azotar la costa marplatense, y que los medios pusieron en foco con el avance del mar en Playa Grande y Varese, tuvo otras consecuencias menos difundidas pero más preocupantes, al menos en la administración portuaria.

Con la sudestada es muy posible que los sedimentos del banco de arena que abraza el extremo de la Escollera Sur se hayan volcado hacia la boca del canal de acceso, ya obstruido parcialmente por una lengua de arena que lo hace intransitable para la flota pesquera, la cual debe sortearlo por la segunda enfilación, o canal secundario. Cuanto más se demore en removerlos más compactos se hacen y más difícil resulta extraerlos con una draga de succión, como la que parece que intervendrá en la obra.

Justo el miércoles pasado técnicos del Consorcio Portuario habían completado la última batimetría con la que tenían pensado tomarle el pulso al estado de situación en la boca del puerto, el área de giro y la posta de inflamables, tal vez el sector que se encuentra en mayor emergencia.

Esos números ya quedarán viejos cuando terminen de analizarlos. La naturaleza jugó una mala pasada. Si ya no eran 440 mil metros cúbicos de sedimentos a remover puesto que ese número obedecía a un relevamiento de mitad de año, cuando comenzaron a esbozar el borrador del acuerdo con el Ministerio de Transporte que devino en la transferencia, parcial, de fondos, seguramente estará más cerca de 600 mil metros cúbicos.

Ahora Felizia debió actualizar el GPS. En declaraciones que hizo al portal “Pescare”, adelantó que “más que posiblemente en febrero se drague”. Mar del Plata no es un puerto fácil para dragar, mucho menos fuera de la temporada estival. La obra, a priori debería durar entre 150 y 180 días. Si arranca en febrero la mayor parte del trabajo se hará en otoño, un período más crudo para los intentos de remover arena en la boca del puerto.

La OPDS todavía resta que entregue la DAI, la Declaratoria de Impacto Ambiental, de la obra. Ya tiene en su poder todas las muestras que se tomaron en distintos sectores del puerto para evaluar si los sedimentos están contaminados con metales pesados como arsénico, mercurio, níquel, zinc, cadmio, plomo, etc.

De manera preliminar en el Consorcio creen que los resultados de los barros dieron bien y no será necesario refularlos y atravesar un proceso parecido al del 2017 con la primera intervención de Canlemar SL. Ese proceso encarece el presupuesto puesto que no es lo mismo tirar los sedimentos mar adentro que tratarlos de manera especial.

El Consorcio ya presentó el informe de interpretación de los estudios a la OPDS y podría llamar a licitación sin la DAI. Incluso adjudicar la obra a alguna de las empresas que presenten oferta. Pero los trabajos no pueden comenzar sin esa declaración de la oficina provincial.

El otro interrogante es de dónde surgirán los fondos que se requieren para pagar la totalidad de la obra. Felizia dejó entrever la posibilidad que surjan de las propias arcas del Consorcio. Cuando Merlini se fue dejó un plazo fijo de 82 millones que al poco tiempo de asumir el nuevo Presidente ya superaba los 100. Será necesario más que eso para completar el pago.

En un verano que el puerto acentuará su perfil turístico con autocine en la Escollera Norte y propuestas artísticas en el predio de los silos convertidos en un escenario a cielo abierto, el perfil productivo se desdibuja con una terminal a la que le cuesta mucho romper la dependencia a la actividad pesquera. Un sector que este año tuvo en la sobreabundancia del calamar el motivo excluyente para pintar todos los números de verde.

Claro que este año esa abundancia tuvo su contracara. El de la carga que pasa por el scanner de Aduana en el puerto y viaja por Autovía para salir por las terminales porteñas. El año pasado menos del 30% de ese volumen se exportó por Mar del Plata. En este 2020 ese fenómeno se acentuó. La cifra apenas orilló el 15%.

Un número que sumerge a cualquier terminal portuaria, dragado a no dragado, en una dolorosa intrascendencia.


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