La cuarentena iniciada el 20 de marzo nos llevó a experimentar una realidad que nos es ajena. La convivencia intensiva, el aislamiento estricto y, para una gran parte de la población argentina, la falta de ingresos por la pérdida del trabajo informal. ¿Cuál es el panorama para los productores del cordón frutihortícola de la región marplatense, para los migrantes y para las mujeres ¿son iguales las consecuencias del aislamiento para todos ellos?

La cuarentena afecta de manera más directa a los trabajadores de la economía informal que dependen de las medidas que el Estado ha tomado y tome de aquí en adelante para garantizar su bienestar. En el cordón frutihortícola, la situación es diversa. La precariedad y las condiciones que establece el confinamiento afectan a toda la población, pero de diferentes maneras a hombres, mujeres y niños.

Guadalupe Blanco es becaria doctoral del CONICET, del grupo de estudios sobre Familia, Género y Subjetividades (GEFGS) que pertenece al Centro de Estudios Sociales y Políticos (CESP) de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y se dedica a investigar el trabajo familiar que realizan migrantes bolivianos en General Pueyrredón, prestando especial atención al cordón frutihortícola, lugar de inserción laboral de los migrantes, a partir de 1960, cuando comenzaron a asentarse en el partido.

¿Cuál es la situación de las personas migrantes en este contexto de cuarentena?
Los migrantes se insertan en un mercado de trabajo racializado, que los ubica en determinados trabajos, en general precarios, sin salarios mensuales fijos. La venta ambulante, la construcción, el trabajo doméstico, el trabajo hortícola, son algunas de las formas de trabajo más extendidas entre los migrantes bolivianos. Esto responde a condiciones estructurales del mercado de trabajo, que deja disponibles lugares específicos para ellos. Esas situaciones precarias, se agravan en este contexto de crisis social y sanitaria.  La imposibilidad de salir a trabajar tendrá efectos importantes en la población migrante, que dependerá de medidas y políticas estatales para resolver su situación.
Pero además, dentro del proceso de trabajo, existe una segregación de las tareas por género. Las mujeres trabajan a la par de los hombres en el campo, sin embargo son responsables de todo el trabajo doméstico y de cuidado.

¿Cuál es el estado de los productores frutihortícolas de la zona?
La Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), que núclea a muchísimos trabajadores de los cordones frutihortícolas a lo largo del país, ha indicado que los más afectados por la pandemia son los floricultores y viveristas, ya que, por no ser productos de primera necesidad, los mercados están cerrados. Los productores de frutas y verduras continúan trabajando, no hay que olvidar que en los cinturones frutihortícolas se produce casi toda la verdura y mucha de la fruta que se consume a lo largo del país y el cordón que tenemos en General Pueyrredón es el segundo más grande del país. Pero hay que tener en cuenta que por lo menos en las quintas familiares pequeñas y medianas, el trabajo es estacional. Se trabaja más fuertemente en primavera y verano. Por eso muchas de las mujeres que trabajan en las quintas solían buscar otros trabajos, por ejemplo, en las fábricas de pescado que funcionaban en el parque industrial. Es posible que, ante esta situación, no hayan podido acceder a esos trabajos, que funcionaban para complementar los ingresos de la actividad hortícola.

¿Por qué es importante la perspectiva de género en este tipo de estudios?
Yo llevo a cabo mi trabajo desde una perspectiva de género y con un análisis interseccional, para visibilizar experiencias y aportar al conocimiento científico de poblaciones invisibilizadas. Es decir, en el análisis de la familia y el trabajo no sólo tengo en cuenta que puede haber desigualdades entre los hombres y las mujeres, sino que también analizo cómo la condición migratoria, el origen nacional o incluso la edad, pueden provocar que las personas se vean bajo distintos tipos de discriminación. No es lo mismo ser varón que ser mujer, pero tampoco es lo mismo ser varón y migrante, o mujer y migrante. No significa lo mismo, por ejemplo, en términos de acceso al empleo. Especialmente porque la migración boliviana hacia Argentina ha sido constituida como una migración no deseada, por no ser europea y teniendo en cuenta que se destaca por ser una migración principalmente familiar, para trabajar.

¿De qué manera la cuarentena afecta a las mujeres quinteras?
Las mujeres son más afectadas por la cuarentena porque significa la presencia de les hijes en la casa, que sin ayuda de instituciones o lazos familiares queda sólo a cargo de ellas. En el caso del trabajo hortícola, la casa se encuentra dentro de la quinta. Eso significa que las mujeres deben cuidar a sus hijes mientras trabajan, y ayudarles con las tareas escolares. Deben llevarlos a la quinta para poder cuidarlos o los dejan en la casa y van a verlos. En la época en la que les niñes van a la escuela, eso se resuelve más fácilmente, porque, aunque se encarguen de tener que llevarlos y traerlos, no deben estar pendientes de cuidarlos todo el tiempo. Por eso, la cuarentena y la presencia de les hijes impacta en ellas en mayor medida. Sabemos que el trabajo doméstico y de cuidado han sido construidos como trabajos de mujeres, y, cuando esas mujeres que cuidan y realizan el trabajo del hogar participan del mercado de trabajo, terminan teniendo jornadas mucho más largas que las de los varones.

¿Cómo se relaciona esta situación con el trabajo infantil en las quintas?
Muchas veces se habla de trabajo infantil por la presencia de los niños allí. Sin embargo, cuando una mira en profundidad lo que sucede, puede entender cómo muchas veces, la presencia de los niños está ligada a la imposibilidad de contar ayuda en las tareas de cuidado. Las personas necesitan trabajar para sobrevivir, y a su vez, deben cuidar a sus hijes, quienes terminan acompañando a sus madres en los espacios de trabajo, que desde el exterior, se lee de muchas formas: una es el trabajo infantil. Pensar que les niñes están ahí solo porque sus padres los ponen a trabajar desconoce una realidad, que es que las mujeres no acceden a ayudas o servicios de cuidado. Problematizar esto, a su vez, no significa que el trabajo de los niños no exista, el trabajo de los niños es un problema que va más allá de las quintas. Sin embargo, lo que deberíamos pensar es por qué se pone el foco en los migrantes que, como sabemos, muchas veces son el chivo expiatorio de los problemas sociales de los países. En este sentido, el diseño de políticas públicas para el sector, y para muchos otros, pensadas desde una perspectiva de género son fundamentales.

¿Hay formas de mitigar la precariedad que genera esta situación?
En el caso de los migrantes, la precariedad laboral es una cuestión estructural que va más allá de la cuarentena, si bien la situación actual la agrava muchísimo. Cuando la migración es laboral, los migrantes suelen insertarse en los trabajos que están disponibles para ellos, a través de las redes que establecen con personas que ya migraron antes, y son la puerta de entrada a esos trabajos. Existen estereotipos y prejuicios que clasifican a los migrantes y los ponen a ocupar lugares específicos en el mercado de trabajo, que suelen ser precarios. La xenofobia y el racismo influyen muchísimo en el trabajo que los migrantes pueden conseguir, especialmente los migrantes limítrofes. Generar políticas de empleo y garantizar derechos plenos en el trabajo para los migrantes es algo que debe ponerse más fuertemente en agenda. Algunos gobiernos han atendido la situación más que otros, pero, en los últimos cuatro años hubo un retroceso bastante notable en términos de derechos de los migrantes, que los afectó y los precarizó. La decisión de tener una política u otra sobre las migraciones supone presentar, desde el Estado, ciertas ideas sobre la migración a la ciudadanía. Si un Estado permite las deportaciones a los migrantes, dice una cosa sobre ellos. Si les garantiza los mismos derechos que a un ciudadano nativo, dice otra cosa. Lo que se piense y se diga desde el Estado sobre los migrantes influye bastante en el acceso o no a empleos.

¿Cómo es el trabajo de una socióloga que estudia el trabajo familiar de familias migrantes, desde una perspectiva de género?
Nuestro trabajo tiene distintas etapas, no estamos en el laboratorio en los términos en que se piensa la ciencia generalmente, si no que nuestro trabajo de campo puede darse en distintos lugares. Dentro de las ciencias sociales, en muchos casos, intentamos conocer las experiencias e historias de vida de las personas. Personalmente, indago sobre las experiencias de los y las migrantes que están trabajando en el Partido, así que los contacto y tenemos entrevistas, algunos, incluso, me han permitido ir a conversar con ellos en las quintas, ver los lugares de trabajo. Conocer lo que las personas piensan sobre lo que hacen es importante para el conocimiento sociológico. A su vez, los estudios de género y feministas han hecho hincapié en recuperar las experiencias de las mujeres, muchas veces invisibilizadas en los trabajos de investigación. En este caso, recorrí los lugares que son comunes para la comunidad boliviana, y pude conversar, vincularme y saber mucho sobre ellos. El centro de residentes bolivianos de aquí, me recibe siempre. Hago mucha observación participante para conocer la vida de los sujetos con los que estoy trabajando y poder pensar su realidad, para finalmente, escribir sobre ello. En sucesos que pueden parecer insignificantes, quienes nos dedicamos a la ciencia social, podemos rastrear datos valiosísimos para la investigación.

Fuente: Departamento de Comunicación CONICET Mar del Plata

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