Por: Roberto Garrone

El principal objetivo con el que asumió Carlos Liberman fue reactivar el empleo en la industria. Principalmente en Mar del Plata, el sector más castigado por este nuevo modelo de industria pesquera sostenido por la abundancia del langostino patagónico, una pesquería que ocurre a cientos de millas del puerto local y que deja de brazos cruzados durante los meses que dura la zafra a cientos de estibadores, miles de obreros del pescado y resiente toda la cadena de servicios atada a la flota fresquera de altura.

A la primera persona que llamó como Subsecretario de Pesca fue a Cristina Ledesma, la secretaria General del SOIP, quien en estos últimos años ha repartido más bolsones con alimentos no perecederos que fichas de afiliación entre los trabajadores del pescado. Entre los dos buscaron estrategias para que llegue más materia prima a la mesa de los fileteros.

Y en este tiempo no podemos decir que no haya habido acciones que buscaran acercarse a ese objetivo, aunque los bolsones con alimentos sigan llenándose en el salón principal del sindicato y todos los días haya trabajadores que firman la planilla luego de retirarlos por 12 de Octubre.

Primero se corrigió la posibilidad que tenían los armadores cuyos permisos de pesca para operar en la pesquería de calamar los obligaba a reprocesar en tierra un porcentaje de esa captura. Dejó de tomarse como compromiso cumplido la venta del calamar al mercado interno.

Es que muchos fraguaban los comprobantes y la venta era ficticia. Ahora deben fehacientemente mandar a reprocesar el calamar, informar al frigorífico que hará el trabajo con anticipación para que inspectores puedan verificarlo.

A principios de esta temporada se incrementó el porcentaje que contemplaba cada compromiso de reproceso en tierra. Antes el máximo era hasta más del 20% de la captura. Ahora ese es el mínimo. Quien tenía el 20% deberá reprocesar el doble.

Claro que ese impacto será paulatino puesto que el nuevo porcentaje comenzará a correr cuando renueven el permiso de pesca. Y cada uno de los 39 armadores tiene fecha diferente. Pero deja a la vista la intención por aumentar el trabajo en tierra, de que cada vez sea menor el calamar congelado que se exporta directamente desde la bodega de los poteros. El calamar es una de las tres pesquerías más importantes de la industria nacional.

También se duplicó el by catch de langostino que puede traer la flota fresquera cuando pesca merluza en la zona del 41°S en otoño. Antes era del 10% y esto permitió que haya mayor disponibilidad de langostino fresco en una época en la que no abunda. En realidad casi no abunda nunca el langostino por estas costas. Llega en cuenta gotas, por motivos que ahora no vienen al caso.

La tercera medida que tomó la autoridad de aplicación fue reducir a la mitad el cupo de merluza que podían devolver los armadores fresqueros por estar pescando langostino. Antes podían devolver toda la cuota sin sanción alguna. Ahora solo pueden devolver la mitad y la prioridad en la reasignación de cuota también la tienen los fresqueros. Antes más de la mitad de cuota que se devolvía terminaba siendo pescada por los barcos congeladores.

Eso generaba una discontinuidad abrupta en la promisión de materia prima para los frigoríficos de tierra y el problema no era solo de los trabajadores. Las empresas quedaban en una posición desfavorable para competir con el filet congelado a bordo, que termina en la misma góndola que el reprocesado en tierra sin chances de competir ni en precio ni en calidad.

Ahora bien, todas estas medidas cargadas de buenas intenciones confrontan con la siempre vigente informalidad de los circuitos de producción que evidencia la industria pesquera marplatense casi como una marca de identidad.

Buscar transparentar esos eslabones de economía en negro que conlleva la precarización laboral y la evasión impositiva es algo que preocupa principalmente al sector de la economía formal que se siente rodeado de una competencia desleal que le quita mercados.

En los últimos días también asomó en la agenda del gobierno. Desde AFIP intimaron a 500 empresas por realizar grandes operaciones pero sin tener trabajadores registrados que respalden esos procesos productivos que generaron la facturación. Ni uno solo.

Iluminar los circuitos de informalidad que brotan en la industria pesquera también fue tema de conversación en la charla que Liberman mantuvo con las autoridades de Cafrexport, la cámara de frigoríficos exportadores, cuyos socios combinan empleo registrado bajo convenio con otros que tercerizan la mano de obra, especialmente los fileteros, un universo poco ansioso por quedar encuadrado bajo convenio.

También días atrás asumió Facundo Villalba como delegado Regional del INAES en la Quinta Sección Electoral. La primera sorpresa con que se encontró el Delegado fue que en el universo de cooperativas no hay un segmento específico que agrupe a las cooperativas de trabajo pesqueras, siendo el principal sector donde las empresas autogestionadas cumplen actividades. El universo de cooperativas con la matrícula vigente ante el INAES en General Pueyrredon es de 250 instituciones. De ese número, 219 son cooperativas de trabajo. No parece estar acá el problema.

El desafío pasa por avanzar sobre el submundo que se desarrolla fuera del orden administrativo cooperativo. Donde no hay matrícula, habilitación, aporte del monotributo, seguro ni cuenta bancaria para depositar los ingresos.

Cerca de Liberman trabajan en un dispositivo enmarcada dentro del sistema federal de información de pesca enfocado en las transacciones comerciales. Una plataforma digital en la que se asienten todas las operaciones de venta y compra de productos pesqueros. Que haya una autenticación y validación de quien emite la factura a través del CUIT y quien el destinatario o comprador del pescado.

Con esto se busca aumentar el control y fiscalización total de la cadena comercial. Servirá no solo para ver dónde termina la merluza de la cuota social que debe ser procesada en frigpríficos registrados y habilitados y que hoy termina en cualquier sucucho con obreros precarizados, sino también el resto de la materia prima.

Todas las acciones tendientes a mejorar el nivel de actividad en las plantas de reproceso en Mar del Plata no deben profundizar las asimetrías que hoy existen entre los dos sistemas de producción. Entre quienes funcionan en blanco, pagan impuestos y cargas sociales y quienes se aprovechan de la falta de controles ni sanciones, y la conveniencia de los propios trabajadores que muchas veces se aferran a ese modelo para no perder beneficios sociales, para mantenerse en la informalidad.

Un día alguien debe tomar la decisión política de blanquear todos esos los eslabones que actualmente corren en negro. Para eso será necesario crear las condiciones para que pasen al sistema formal. Hoy esas condiciones no asoman. Antes de incorporar nuevos trabajadores lo piensan tres veces, no dos. Ojalá estemos cerca de ese día.

Foto: Diego Izquierdo


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