Por: Roberto Garrone

Erosionada su rentabilidad en el plano interno por costos laborales y operativos que crecen con la inflación y un tipo de cambio oficial que el gobierno mantiene retrasado como una de las pocas variables para que no vuele todo por los aires, la industria pesquera nacional se encamina a terminar un 2022 con números por debajo de los 1990 millones de dólares que exportó el año pasado. Hasta septiembre la rebaja rozaba ya el 8%.

No ayuda tampoco que los principales países demandantes, España e Italia se encuentren en una Europa que no fue la misma desde la invasión rusa a Ucrania, que aceleró la devaluación del euro y como un efecto dominó, el aumento de costos de la energía, el incremento de la inflación y la consiguiente retracción de las ventas para un producto Premium como el langostino entero, uno de los pilares del negocio exportador pesquero nacional.

La inflación descontrolada que erosiona el poder adquisitivo de los eslabones más débiles de la cadena productiva: estibadores, obreros del pescado, de la alimentación en Patagonia, marineros, ha generado disputas sindicales que si bien después de un par de semanas convulsionadas parecen encaminadas, provocó alteraciones en la actividad de las flotas pesqueras, y con ellas, la posibilidad de generar trabajo, exportaciones y divisas que las reservas del Banco Central requieren casi como se necesita el aire para respirar.

Si hubiese políticas de incentivo a la generación de trabajo en tierra, con mejores reintegros a las exportaciones que prioricen el agregado de valor en las plantas frigoríficas, o un alivio impositivo a la enorme presión fiscal a la que son sometidas las que desarrollan su actividad de manera formal, o le pusieran coto a las asimetrías que existen con quienes se aprovechan y se amparan en los circuitos de la informalidad de producir en negro y con trabajo precario.

La cola en bloque de langostino sigue siendo el producto principal de la cartera exportable. Para desalentar su exportación mantuvieron las retenciones para el envase original y bajaron los derechos para los de 2 kilos. La industria se adaptó rápido. Sigue siendo el mismo bloque, ahora más chico. El trabajo se sigue regalando a terceros países. Donde se captura, desembarca y descabeza son pocos los que terminan todo el proceso: pelado y desvenado, envasado al vacío en bolsas de medio, uno y cinco kilos.

Pensándolo bien, si existiese el fomento gubernamental por exportar cada vez con mayor valor agregado, lo que implicaría sumar más personal y aumentar la capacidad productiva, en este contexto macroeconómico que genera una inflación en dólares que hace tambalear la situación financiera del sector, sería un salvavidas de plomo para la industria con base en el circuito en tierra.

La industria naval son un claro ejemplo de esto. Hubo políticas públicas que trascendieron la grieta y que permitieron al sector una cierta previsibilidad en un lento pero continuo proceso de renovación de flota.

Hoy los costos son tan altos y las variables del negocio han cambiado tanto que los últimos contratos de construcciones se hicieron sin un precio fijo. La chapa naval se exporta a valor dólar bolsa y los salarios de los obreros aumentan en dólares al punto de que hoy la industria nacional es más cara que la española, donde se han construido una docena de barcos pesqueros locales.

De todo esto seguramente se hablará en la Einaval 2022, el Encuentro Internacional de la Industria Naval que se realiza en el Museo Mar entre el 15 y 17 de noviembre, promovido por ABIN. Veremos el tono que aplica la cámara que cobija a SPI Astilleros.

Uno de sus delegados, Jorge De Filippis esta semana reconoció en el aire de “Desde el Muelle” que la tarea de construcción de los tangoneros de Solimeno y Antonio Baldino vienen con el freno de mano puesto por el problema que existen para hacerse materiales e insumos importados. ¿Habrá críticas al gobierno nacional en EINAVAL? Al municipal seguro que no: Pablo Ciceri, gerente de Compras de SPI, sigue siendo el representante de la comuna, de todos los marplatenses, que designó Montenegro en el Directorio del Consorcio Portuario.

El “Luiggi”, botado hace unos meses del sincrolift de SPI, tenía que estar terminado en diciembre según reconocieron desde la propia Solimeno. Debería llegar sin problemas a la zafra de nación ¿Dónde esta la dragalina? Ya pasó un año de su construcción y todavía no la vimos por Mar del Plata.

Mejor volvamos a la pesca…. Pese a pedidos, audiencias, reuniones y varios diagnósticos en que la pesca marca la evolución de los costos y el precio de los principales productos exportados, nadie del gobierno aporta ideas como para intentar frenar este deterioro. Todo es emparchar para que no explote, antes del Mundial, antes del verano, antes de las próximas elecciones.

El dólar langostino fue una alternativa que podía ayudar a atravesar la tormenta. A más de dos meses de la iniciativa, los principales referentes de la industria ni siquiera se lo pudieron pedir a Massa en persona.

En época de vacas flacas y necesidades urgentes afloran otras ideas que son irracionales pero en un contexto de crisis se camuflan de oportunidades. Me refiero a la reunión multisectorial convocada para este miércoles en Caleta Olivia, Santa Cruz para “impulsar acuerdos comerciales” con la flota extranjera que opera sobre la milla 201.

La necesidad de aumentar el nivel de trabajo que luce la Cámara de Trabajadores Portuarios del Golfo San Jorge los lleva a justificar lo injustificable. Según ellos, de acuerdo al comunicado con la convocatoria el encuentro, la flota realiza una pesca legal y atenderla en las costas patagónica representaría una “oportunidad histórica” para impulsar la economía regional.

El encandilamiento en tierras patagónicas con la flota extranjera no deja de ser una señal. Nada que entusiasme adentro, nadie capaz de generarle condiciones para que tengan trabajo todo el año, ponderan lo peor de lo peor.

Esa flota no deja violación de los derechos humanos sin cometer, principalmente la china y la taiwanesa, con denuncias de violencia, maltrato y condiciones de esclavitud a bordo, que en Montevideo tiene un récord de desembarques de marineros muertos, y que de manera frecuente opera con los dispositivos de posicionamiento satelital apagados.

Ellos, los trabajadores en Santa Cruz, lo saben, no son ingenuos, pero en la desesperación por tener actividad en los puertos que a cualquier santo le rezan.

Incluso a los que compiten en condiciones por demás ventajosas con las empresas poteras nacionales que todos los otoños llevan a descargar los barcos poteros de calamar al sur.


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