Por: Roberto Garrone
Este domingo se cumplen 10 días desde que el Sindicato de Conductores Navales (SICONARA) tomó la decisión de demorar la zarpada de los buques fresqueros de altura que operan en el puerto de Mar del Plata.
Sí, hace 10 días que la principal flota pesquera del país está inmovilizada, en un hecho casi ignorado por los medios locales, ni hablar de los nacionales. Si fuera la actividad agropecuaria la que se viera afectada en su desarrollo habría amplias coberturas y hasta casi móviles en vivo.
La pesca es un sector que el año pasado exportó por 1990 millones de dólares, es la principal industria en el Partido de General Pueyrredon que mueve más que el presupuesto municipal, pero si no hay una quema de gomas, un bloqueo a las terminales 2 y 3, una movilización por las calles del puerto, todo pasa en silencio, casi que desapercibido para la opinión pública.
En este contexto, oficiales de máquinas y cámaras patronales se enfrentan en una lucha encarnizada por el tenor de la primera cuota de la paritaria 2022. Desde este espacio lo dejé planteado hace un par de semanas cuando el nivel inflacionario comenzó a disparase. Referí la dificultad que tendrían los gerentes de la patronal para unificar a todos los gremios con el mismo porcentaje de reajuste. Algo común en los últimos años.
Lo que no ponderé fue el grado de inflexibilidad que muestran ambos actores y que hasta ahora, luego de más de cinco audiencias, mantiene a las partes incapaces de salir de la trinchera, sin poder ponerse de acuerdo, más allá que desde el gremio han bajado sus pretensiones. En realidad las patinaron de sentido común y racionalidad y se centraron en el primer tramo, desde abril a junio.
Lo demás se verá: hoy no pueden destrabar el presente, imaginen el futuro.
Ese es el nudo del conflicto, el punto de la discordia que no puede hilvanar los intereses de los referentes patronales con los sindicales. En el gremio piden un 30% en una sola cuota y la oferta es siempre la misma: 20% en abril y 10% en junio, mismo esquema que ya rubricó el SIMAPE, cuando todavía Argentina no había registrado el nivel inflacionario más alto para un primer trimestre en muchísimos años.
Los argumentos se repiten en compartimentos estancos y cada parte esta convencida en defender su posición sin chances de escuchar a la otra con testigos virtuales del Ministerio de Trabajo y la Subsecretaría de Pesca.
Daniel Flores, el referente del SICONARA en Mar del Plata, asegura que ese es el porcentaje que se ajusta al nivel inflacionario y que no están dispuestos a ser sometidos al mismo esquema que el gremio de marineros.
Que el ajuste es sobre los básicos y los ítems fijos del convenio y no alcanza la producción, la parte más suculenta del salario, donde se fija al valor del dólar, por lo que también ellos sufren el atraso cambiario. “Les ofrecimos este primer 30% y discutir el resto con la flota trabajando. Nadie quiere parar”, dicen en el gremio
Del otro lado rechazan ese argumento y se amparan en que es un grupo ocupacional que gana muy por encima de cualquier trabajador y que ya cobra incluso más que lo que dice el convenio. Que al ser pocos, pueden elegir dónde trabajar y si no les pagan lo que quieren, se bajan del barco.
Entre los armadores circula una tablita con los valores que perciben por sus funciones en la sala de máquinas. Un barco de 2 mil cajones, 240 mil pesos. Un barco de 3 mil cajones, 300 mil pesos. Uno de 7 mil cajones, 500 mil pesos. Por marea.
“Hasta ahora le funcionó porque había rentabilidad. Ahora se terminó”, dicen los armadores. “Por qué te crees que estamos todos plantados, desde el que tiene un barco de 2000 cajones al que tiene uno 8000 cajones. Nos aumentó el combustible un 40% desde noviembre”, remató.
Cierto también que la flota paga el combustible sin la carga impositiva con la que llega al surtidor y es muy difícil ver esas cifras de ingresos en los recibos de sueldos. Una porción gruesa del salario se paga por otra ventanilla.
“Es una picadora de carne”, definió en las últimas horas un testigo de las audiencias virtuales, cansado de las chicanas que cruzan de un lado y del otro de las trincheras virtuales para graficar el tenor de las discusiones y lo desgastante que es todo el proceso.
Mañana habrá una nueva oportunidad de encontrar un punto de concordia. Ya el escenario no es el mismo que hace 10 días y las consecuencias de esta parálisis comenzarán a sentirse en los muelles y las mesas de corte, donde la merluza fresca brillará por su ausencia y comenzará a afectar a los obreros del pescado, el sector más delgado por donde siempre se corta el hilo en los conflictos que afectan a la flota pesquera.
Foto archivo: Pescare