(Por Alfredo Ves Losada) El ex coronel británico Geoffrey Cardozo aseguró que los 40 años que se cumplen de la Guerra de Malvinas no lo conmueven tanto por el número en sí, sino por el impacto del tiempo sobre algunos conceptos, como los de «cadáver» o «cuerpo», que él prefirió cambiar por «personas», para reafirmar aquello que creía ya en 1982: que las tumbas del Cementerio Darwin en las que enterró restos anónimos de soldados caídos guardaban sobre todo historias con nombre y apellido.
«Un cadáver, un cuerpo, no tienen más importancia que un objeto, pero una persona tiene derechos humanos, como el derecho a su identidad», explicó en diálogo con Télam Cardozo, candidato al Premio Nobel de la Paz por cuarta vez junto al veterano argentino Julio Aro, por el trabajo realizado con la Fundación No Me Olvides para la identificación de soldados muertos en la guerra.
Cardozo tenía 32 años en 1982, cuando el Ejército Británico lo envió a las Malvinas, tres días después del cese de fuego, y aunque su misión era garantizar buenas condiciones de contención para las tropas inglesas tras el fin de la guerra, su conocimiento de idioma español, adquirido durante una estancia de estudio en Zaragoza, derivó en una tarea totalmente distinta: recuperar y enterrar los cuerpos de los argentinos caídos.
«Nos encontramos a estos chicos muertos por todos lados. Algunos habían sido enterrados por sus propios amigos, otros estaban al aire libre, en la nieve, y mi general me dijo: ´Deja todo. Tú vas a hacer este trabajo´», recordó, de paso por Mar del Plata para participar en una campaña de donación de sangre.
El cuidado que Cardozo puso al sepultar a los 237 fallecidos argentinos hallados, en un predio ubicado en las afueras de Puerto Darwin, permitió encarar años más tarde la identificación de los 123 cuyo nombre no había podido precisar entonces.
«Inicialmente yo hablaba de cuerpos y cadáveres, y esas no son palabras correctas, porque son personas y una persona tiene derechos humanos, derecho a su identidad. Y todo esto que hemos hecho en conjunto es para esa persona, no para un cuerpo. Hay palabras que cambian de peso con los años, la sabiduría que da el tiempo», señaló Cardozo.
Ante el nuevo aniversario por la Guerra, explicó que «para una madre, la cifra 40 no quiere decir nada. La fecha importante es la del nacimiento de su hijo, porque fue cuando llegó al mundo, y que sean 40, 50, 60 años o 10 no dice tanto».
Cardozo recordó que la mitad de las víctimas halladas no tenía identificación «porque eran jóvenes de las clases 62 y 63 que hacían su colimba».
«En esos casos yo debía buscar en sus ropas, cartas, documentación, permisos de conducir. Si podía ver dos o tres cartas con el mismo nombre y apellido, era seguro. Si había una y era de una chica de un colegio de Quilmes, que decía ´querido soldado argentino´, entonces no me servía. He visto soldados muertos con diez cartas que no estaban abiertas en su ropa y era que las estaba distribuyendo en los pozos», contó.
Finalizada la inhumación de los cuerpos, Cardozo escribió un informe detallado y envió una copia el Ejército Británico, otra a la sede de la Cruz Roja en Ginebra, Suiza, y otra a Brasilia, destinada en realidad al Gobierno argentino, con el que no había relaciones diplomáticas.
«Conservé una copia del informe, que no era ni secreto ni confidencial. Era totalmente abierto para los peritos, pero no para los padres porque hay detalles un poco difíciles. Era un informe que yo sentía especial y debía ser muy preciso», recordó, y contó que fue esa copia la que llegó en octubre de 2008 a manos de Aro, que se encontraba de paso por Londres para una serie de encuentros con veteranos ingleses.
A partir de esa información, el argentino creo la Fundación No Me Olvides, que inició el trabajo de recolección de muestras de sangre de familiares de caídos en las islas para realizar un cotejo de ADN.
Tras un acuerdo entre los Gobiernos argentino y el británico, en diciembre de 2016 se encomendó al Comité Internacional de la Cruz Roja, en el marco del Plan Proyecto Humanitario Malvinas, la identificación de las tumbas, cuyas lápidas indicaban «Soldado Argentino Sólo Conocido por Dios».
«Cada minuto del día siento el honor del milagro que hemos visto durante todo este trabajo, que no es solo un trabajo de Julio y Geoffrey. Es un trabajo de un equipo enorme, de la Cruz Roja, del Equipo Argentino de Antropología Forense, de las madres, que dieron su sangre para la identificación», dijo.
Días atrás, Cardozo visitó en la localidad correntina de Colonia Pando a Elma Pelozo, la madre de Gabino Ruiz Díaz, el primero de los 119 soldados reconocidos hasta el momento, quien murió durante la guerra, con 19 años.
El encuentro debió realizarse en secreto, ya que en un viaje anterior de Cardozo al país no pudo concretarse porque un grupo de veteranos armados cortaron la ruta de acceso al lugar para impedir su arribo.
«Yo no imaginé, cuando tuve en mis brazos a Gabino antes de inhumarlo, que un día iba a encontrarme con su madre, y cuando con mi mano tomó la de esta mamá argentina sentí algo muy especial, porque he perdido a mi propia madre hace 10 años. Siento una felicidad tranquila y profunda de tener a este personaje en mi corazón para siempre», expresó el británico. (Telam)