(Por Natalia Duhalde) Ser la única mujer en una faena que congrega 750 varones no le resultó nada fácil, pero, a fuerza de empeño, con los años aquella niña que veía el rito de esos brazos curtidos tomada de la mano de su padre llegó a dirigir la faena de un grupo de ellos.
Soledad Romito es estibadora en el Puerto de Mar del Plata. No hay otra allí ni en ningún otro puerto de la Argentina. A sus 41 años alimenta otro sueño: ser capitana de un barco pesquero. No sabe si lo cumplirá pero su cotidiano en los muelles le dio una certeza: «Las mujeres nos sabemos ganar nuestro lugar si nos hacemos respetar y nos capacitamos para cualquier tarea que nos guste hacer».
Soledad se considera una «mujer con coraje» y lleva consigo una frase que la define como luchadora: «Ama la realidad que construyes y nada detendrá tu vuelo».
«Nosotras como mujeres podemos estar a la misma altura de los hombres, aunque lógicamente nunca vayamos a tener la misma fuerza que ellos. Sí podemos manejar un tractor con un acoplado cargado con 1100 cajones de pescado, buscar el chimango, ponernos a pesar, lavar la bodega con la hidrolavadora, cargar cajones pesados de hasta 40 kilos o ir a juntar granel», enfatiza Soledad.
Tiene un hijo de 21 (Hemir); está en pareja hace tres años con Julio, un marinero; y tiene tres hermanos: Darío (capataz de barco y estibador), Daniela (administrativa en la cooperativa «Estimar Limitada», donde la protagonista de esta crónica trabaja) y Emilia, chef que cocina en un restaurante del centro comercial del puerto de Mar del Plata . Además, siempre está acompañada por su mamá Alicia, quien la contiene y le da fuerzas para seguir con la estiba, un trabajo duro para una mujer.
Ocurre que, desde hace 12 años, Soledad es estibadora y todos los días va desde su casa ubicada en el Barrio El Progreso hasta el puerto para acomodar y coordinar las tareas propias de la carga de cajones de merluza, corvina y anchoítas que pesan más de 40 kilos.
En diálogo con Télam, Soledad cuenta «desde chica mi papá Alberto -más conocido como «Bachi»-, me llevaba al puerto donde trabajaba como estibador y desde ahí comencé a observar cómo eran los barcos, cómo se bajaba el pescado y cuánta gente hacia ese trabajo en tan pocas horas».
A los 14 años y con la intención de colaborar con la economía familiar, Soledad trabajó como moza en la tradicional Fiesta Nacional de los Pescadores, y luego se desempeñó en diversas tareas administrativas. Lo hizo hasta descubrir que su lugar era -dice- en el «campo de acción, cerca de los barcos».
«Ahí seguí descubriendo la magia del puerto y la lucha que llevaba mi padre para poder conseguir los permisos y lograr su propia cooperativa ‘Cemirza’, la cual hasta hoy toda nuestra familia lucha para que se haga realidad su deseo», afirma.
Con un porte de mujer fuerte, una sonrisa contagiosa y un carisma único, Soledad hace 12 años trabaja en el Puerto de Mar del Plata como estibadora. «Acá no hay horarios. Vos entrás pero no sabés cuando vas a salir», señala.
Y agrega: «Puede que te llamen y haya que estar por la mañana o por la tarde o por la noche. O puede que sea todo el día o dos días seguidos. Todo depende de la cantidad de barcos que van entrando al puerto. Hay días que llegan embarcaciones con 1.000 cajones, lo que lleva más o menos dos horas para sacar la mercadería».
Consultada de cómo es trabajar en un oficio donde el sexo masculino es mayoritario, ella dice: «No solo soy la única representante femenina que tiene el sector en Mar del Plata sino que soy la única estibadora que hay a lo largo y ancho del país. Luego de cursos y capacitaciones llegué a tener el puesto de capataz para la Cooperativa Estimar, donde estoy a cargo de dos cuadrillas y atiendo a una flota de catorce barcos».
«Me costó mucho entrar en el ambiente machista del puerto, pero con respeto y dedicación me supe ganar mi lugar y hoy soy junto a mis 14 compañeros una más dentro del equipo», relata.
Soledad se describe como una «luchadora nata». Dice que «nada» la para. «Soy perseverante y tengo la fuerza para lograr con sacrificio y esfuerzo mi meta, que es concretar la cooperativa familiar, la que ansiaba mi padre. (Esta iniciativa) lleva desde hace años muchas presentaciones judiciales, ya que el puerto es un monopolio y todo es muy difícil de conseguir».
También señala a Télam que le gustaría ser «capitana de un barco porque amo profundamente el mar».
Para Soledad, la estiba no es solo un trabajo, sino una forma de «conectar» con su padre, a quien perdió por una enfermedad hace 4 años.
«Él me iba a ver al muelle, me explicaba cosas y si tenía dudas, él me decía cómo hacer las cosas y esa enseñanza hace que pasen los años y yo siga teniendo una conexión profunda con el agua y con mi viejo, es como que yo lo siento presente ahí», reflexiona.
La estibadora marplatense dice que su ahijada Celeste (19 años) quiere ser estibadora: «Siempre me pregunta cómo hago mi trabajo, qué se tiene que saber para hacer correctamente el trabajo o simplemente me dice: quiero ser como mi madrina la reina del puerto».
Toda una definición para quien manifiesta que se propone trabajar en la estiba «hasta que la vida quiera y hasta que mi cuerpo me dé las fuerzas necesarias». Lo dice con sus ojos cargados de lágrimas.
Soledad cuenta que es «muy solitaria» y solo tiene una amiga: «Ella es Sandra, que maneja un camión de flete en el puerto. Con ella comparto largas horas de charla y me siento muy a gusto poder contarle mis cosas».
«Hoy puedo decir que trabajo en paz y armonía y que las mujeres nos sabemos ganar nuestro lugar si nos hacemos respetar y nos capacitamos para cualquier tarea que nos guste hacer», reflexiona. (Telam)