Por: Roberto Garrone

No le queda mucho hilo en el carretel a la temporada pesquera 2021 en el puerto de Mar del Plata. La menor abundancia de calamar, sobre todo en el área al norte del 44°S, en comparación con el 2020 selló la suerte del año que terminará con una reducción de descargas mayor al 10%. Unas 40 mil toneladas menos que no tienen mucho impacto en las plantas de reproceso porque el calamar que falta se exporta mayoritariamente entero.

En cuanto a las descargas de merluza en Mar del Plata, hasta el 3 de noviembre las provenientes del principal stock, al sur del 41°S, registraban un incremento del 6% en relación al mismo período del año pasado, con 153 mil toneladas declaradas.

Las 8 mil toneladas adicionales que marca la estadística terminan generando un saldo favorable por la reducción de un 11% de las descargas de merluza que llegaron de la zona común de pesca, pero con un volumen mucho más chico: 15 mil toneladas.

Siempre aclaro lo de “declaradas” porque en realidad las descargas pesqueras que llegan al muelle son muchas toneladas más. Por los kilos de más que traen los cajones de pescado y por especies que no figuran en ningún registro.

Sí parece haber resultado efectiva la decisión de la Subsecretaría de Pesca para que la flota fresquera solo pueda devolver la mitad del cupo de merluza que no captura por ir a pescar langostino en aguas nacionales y que ese recurso solo pueda ser pescado por barcos fresqueros.

Esta decisión generó que la flota fresquera de altura haya crecido en un 19% en las descargas de merluza en los primeros diez meses del año en relación al 2020. Para los arrastreros congeladores la participación se redujo apenas un 2%. No parecen haber sentido impacto por quedarse afuera del fondo de reasignación. Acá las diferencias entre lo que declaran y realmente pescan es muchísimo mayor con coeficientes de conversión que nadie se anima a revestir de sentido común.

La mayor merluza disponible en muelles marplatenses no erradicó una postal que se repite en el salón de usos múltiples del SOIP. Dirigentes gremiales completando bolsones con, cada vez menos alimentos no perecederos, para ayudar a los trabajadores a llegar a fin de mes.

El gremio acordó con la patronal una de las paritarias más altas entre los gremios marítimos y portuarios; un par de puntos por encima del 45% que arreglaron los marineros y un par de puntos por abajo que acordaron los estibadores, pero sigue faltando un nuevo acuerdo laboral que promueva la generación de empleo.

En el gremio dice que con los convenios actuales se pueden sumar obreros y atender con eventuales los picos de productividad. Las empresas no piensan lo mismo y miran con indiferencia los beneficios que promueve el gobierno para nuevos puestos de trabajo, que tampoco se involucra para generar una mesa de trabajo de donde germinen coincidencias.

La caballa fresca que encontraron las lanchas amarillas a principios de esta semana trajo un poco de tranquilidad a las plantas conserveras. En alguna de ellas evaluaban suspender al personal porque ya no tenían materia prima para trabajar.

Este año fracasó la temporada de caballa que animan los barcos fresqueros de altura en vísperas de la primavera. Se esperaba que capturen unas 8 mil toneladas y trajeron menos de la mitad. Ese número también inclina la balanza de las descargas generales para el lado del negativo.

Una media docena de barcos no la encontraron después de un temporal los primeros días de septiembre y dejaron de buscarla, y cambiaron las redes para volver a pescar merluza, una especie menos rentable pero que regala mayores certezas.

Las lanchas artesanales animan una temporada mucho más chica en volumen. Si el tiempo ayuda y la caballa se mantiene cerca de la costa y a tiro de las redes de media agua, pueden seguir trayendo pescado fresco hasta fin de año.

Las conserveras miran con un ojo el movimiento en la banquina chica y con el otro el posicionamiento satelital del Luca Mario, un barco congelador con una capacidad de 1200 toneladas de la empresa Solimeno, que fue autorizado a pescar especies pelágicas como la anchoíta y la caballa, en una zona de veda de merluza, para saciar el hambre de caballa, sobre todo.

Antes de autorizar a un barco congelador a pescar caballa para atender la demanda de las fábricas hubo otras medidas que no dieron resultado. A los fresqueros de altura les permitieron tomar como parada biológica el tiempo en que pescaban caballa. La medida no generó muchos adeptos.

La falta de caballa, por que no la encuentran o porque los fresqueros no la buscaron con énfasis, generó una merma de casi el 20% en algunas líneas de producción, con el consiguiente impacto en los salarios de los trabajadores.

Sin latas nacionales, los clientes de las conserveras, mayoristas, distribuidores y supermercados, quedaron desabastecidos. Para sostener la oferta desde esos sectores aumentaron la compra de latas importadas.

El problema no es que un congelador pueda pescar caballa en una zona de veda de merluza. El problema es si efectivamente pesca caballa. Ahora no habrá riesgos porque el barco estará muy observado cuando llegue a puerto.

Las dudas crecen si pensamos que este esquema pueda mantenerse en los años venideros y ya no es uno sino varios los congeladores a pelágicas. Porque los controles en Mar del Plata son absolutamente inexistentes. Y los antecedentes de Tony no son nada buenos. Basta googlear Solimeno + nototenias para comprender los riesgos.


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