La 35ta. edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata llega a su final, a la espera de la entrega de premios y el visionado de los últimos filmes, en una edición acotada en su programación y de forma virtual, pero que mantuvo la calidad en sus cintas.
Mañana a las 19 los directivos del festival darán a conocer la decisión de un jurado que tuvo que elegir a los ganadores entre las 10 películas de la Competencia Internacional, Latinoamericana y Nacional, además de las secciones competitivas de cortometrajes.
Esta edición de pandemia estuvo dedicada a la memoria y obra de Fernando ‘Pino’ Solanas, el cineasta y militante fallecido el 10 de noviembre en París, víctima del coronavirus, mientras se desempeñaba como embajador ante la Unesco, por lo cual se incluyeron dos documentales y dos ficciones de su autoría.
También pasaron por Mar del Plata los homenajes a Norma Aleandro, Edgardo Cozarinsky, Manuel Antín y la música, escritora y actriz Rosario Bléfari, como también las clásicas secciones de work in progress, Estados Alterados -dedicado al cine experimental- y las películas fuera de competencia que engrosaron un catálogo de 175 producciones.
La Competencia Internacional, con cuatro cintas nacionales, trajo películas de Japón, Corea, Canadá, Estados Unidos, España y Francia, con un nivel parejo entre su mezcla de temáticas y estilos.
La debutante coreana Dan-Bi Yoon sorprendió con su manejo de climas y de actores en «Moving On», un austero filme situado en las afueras de Seúl, durante un caluroso verano, en el que se debate el futuro de una desmembrada familia, que mantiene intacto tanto su amor como sus necesidades.
El prolífico director japonés Sion Sono presentó «Red Post on Escher Street», otra de las cintas sobresalientes, de dos horas y media duración, que mezcla drama, comedia y delirio de forma magistral, dando a conocer los espurios intereses que se cuecen detrás de los sueños artísticos en el cine nipón.
El cine nacional aportó el documental «Adios a la memoria», de Nicolás Prividera, y las ficciones «Las mil y una», de Clarisa Navas; «Nosotros nunca moriremos», de Eduardo Crespo; e «Isabella», de Matías Piñeiro.
Prividera hace gala de ese estilo ensayístico que ya había mostrado en «M» y «Tierra de los padres». Como ilustra su título, la película ahonda sobre el rol individual y social que ocupa la memoria, siguiendo los rastros de su padre y el estado en el que se encontraba en sus últimos años de vida producto del Alzheimer. Filme de tono entrañable, pero con algo de solemnidad.
Crespo presentó su segunda ficción, aclamada antes en San Sebastián, en la que mantuvo a su rural Entre Ríos natal como escenario, al que llega una madre con su hijo adolescente para los trámites por la muerte de su hijo mayor. Con un clima denso y en extremo empático, el director logra una combinación precisa entre el silencio, el diálogo y la imagen, que permite sentir el sufrimiento de una familia.
Piñeiro y Navas no se quedaron atrás con sus trabajos. Ambos con participación en Berlín llegaron a Mar del Plata con dos piezas bien diferentes. En el caso de Piñeiro, el cineasta trabaja las dudas, inseguridades y conflictos vocacionales con delicadeza, sensibilidad y una ya madurez cinematográfica.
Navas, que presenta su segundo largometraje, maneja una estética y una narrativa completamente diferente, pero no por eso menos efectiva. La realizadora correntina tiene la audacia de poner en foco las disidencias y las formas fluctuantes que asume el deseo sexual para las nuevas generaciones en el contexto de la periferia en una cinta que pone en foco el amor entre dos adolescentes de clase baja con vidas diametralmente opuestas.
Por último, quedaron las tres operas prima «coming of age»; «Spring Blossoms», película de la auspiciosa Suzanne Lindon, es un filme promisorio y bien llevado para una directora de 20 años, que también protagoniza la película, pero que carece de un guion fuerte y desarrollado como para terminar de explotar.
Más correcta y estable es «Sophie Jones», de Jessie Barr, aunque al caer en una película de iniciación típicamente estadounidense pierde una originalidad que hubiera ganado con algunas puestas de cámara más osadas.
La comedia de enredos «Shiva Baby», debut de la canadiense Emma Saligman, es una cinta entretenida y desesperante a la vez, que carece de la instrospección de «Sophie Jones», pero tiene esos desafiantes planos que la cinta de Barr no tiene.
Si bien esta es una historia que, en varios formatos, se ha contado mil veces, Saligman le encuentra la vuelta, con claustrofóbicos encuadres y usando muy bien el sonido para hacer que «Shiva Baby» haga pasar de la risa a la desesperación en un instante.
Diez películas reunió la Competencia Latinoamericana que en una interesante variedad mostró un nivel parejo, con filmes que estuvieron por encima de la media y otros de menor desarrollo.
Sin dudas «Selva trágica», de la mexicana Yulene Olaizola, que intenta una suerte de western lleno de tensión y suspenso en la selva que divide México de Bélice ante la aparición de una mujer que viene escapando de la muerte y que pasa a encarnar una especie de divinidad trágica o maldición, fue de lo más interesante de la sección.
Por su fotografía, su locación, las actuaciones, un suspenso contenido exasperante y el infierno masculino de los recolectores del chicle, que sacan de los árboles y luego cocinan en la selva, la película alcanza un clima muy interesante y vuela alto.
Entre las más destacadas también estuvieron «Mascarados», un desacomplejado y vital cruce de documental y ficción en un pequeño pueblo del interior de Goias sobre trabajadores de una cantera que produce granito, de los hermanos brasileños Marcela y Henrique Borella.
El sobrio absurdo de «Fauna», su permanente juego y su radicalidad ascética, del mexicano Nicolás Pereda, y algo de «Los conductos», aunque se trata de un ejercicio que tributa cierto snobismo, del colombiano residente en Francia Camilo Restrepo, cierran la lista de lo más interesante que se vio en la sección.
También fue destacable el filme de terror a la uruguaya «Al morir la matiné», de Maxi Contenti, película de género que cruza slasher y giallo, pensada para público juvenil y tarde de pochoclos, clásica, sin grandes novedades pero muy bien llevada. (Télam)