Un guardavidas publicó un crudo relato sobre las condiciones en que trabajan él y sus pares en las playas de Villa Gesell, el balneario donde días atrás un grupo de rugbiers mató a golpes a Fernando Báez Sosa. “Trabajamos rogando que nadie convulsione en el mar y se fondee”, escribió en su página de Facebook, donde ya recibió más de 11 mil reacciones y 240 comentarios.

Su relato -que fue compartido más de 15 mil veces- habla del descontrol que domina la noche de Gesell, y que continúa cada madrugada en la playa, donde miles de chicos alcoholizados o drogados se entregan al desenfreno y llegan a poner en grave riesgo sus vidas.

“Villa Gesell 2020. Esta es mi quinta temporada trabajando de guardavidas en la playa que llaman ‘la del horror’ y me gustaría contarles, desde mi corta experiencia, las cosas que vivimos a diario acá”, comienza el posteo del guardavidas, que se identifica en redes sociales como Teb Música (su nombre aún no trascendió).

“Muchos de nosotros levantamos bandera a las 8am y sabemos que llegar al puesto es una lotería, una caja de sorpresas. Claro, todos los días tenemos un after en la playa con gente que salió la noche entera, la mayoría alcoholizados y drogados. Hemos tenido que meternos al agua sin todavía poder acomodarnos en nuestros puestos, vestidos y sin elementos de seguridad”, contó.

Según dijo, es común “llegar a la casilla de guardavidas y ver gente arriba, tomando, rompiendo e invadiendo nuestro lugar de trabajo, y tener que buscar la forma de pedirles que se bajen de buena manera para que nadie se ponga violento con nosotros”.

“El día comienza y aparecen las manadas de jóvenes con conservadoras cargadas de alcohol. Se escuchan los primeros megaparlantes sonar a todo volumen, se huelen los primeros porros, se ven los primeros ‘duros’ y claro, los que siguen desde temprano ‘de rola’ con la pasti (drogas sintéticas) que nunca termina. Están como un robotito, repitiendo un paso que ni ellos ya controlan”, describió.

Según el guardavidas, en este contexto la función de él y sus colegas deja de ser la de “mirar el agua y controlar que nadie se ahogue o atender primeros auxilios”.

“Pasamos de (atender) un corte, una picadura de aguaviva, una baja de presión, a limpiar espuma en la boca, atender comas alcohólicos, entablillar y trasladar en ambulancia a pibes con signos vitales indescifrables. En lo que va de la temporada, en mi sector ya se pidieron más de 5 ambulancias para trasladar gente convulsionando”, aseguró.

“No es muy difícil la suma: alcohol + droga = cocktail = convulsión”, añadió.

A esto se suma -dijo- la creciente violencia en todos los turistas, los insultos, la intolerancia, la falta de respeto por las indicaciones del guardavidas.

“Y sí, así trabajamos, a veces a las piñas con turistas sobrepasados de excesos, cortando clavos y rogando que nadie convulsione en el mar y se fondee. Esperando que llegue la hora de irme (20hs.) y saber que dejo la playa con una previa incontrolable, cargada de peligros y totalmente desprotegida”, confió.

“A veces -agregó- vuelvo agradeciendo que ni a mí ni ninguno de mis compañeros nos pasó nada, a veces vuelvo y no sé qué contarle a mi familia para que no se preocupe, a veces el stress y la angustia me sobrepasa y a veces soy un zombie que pone play y acepta la realidad que vivimos a diario”.

El guardavidas reflexionó que las escenas que describe se repitieron “todos los días” en los cinco años que lleva trabajando en Gesell.

“Pero como siempre en este país, el de los hijos del rigor, buscamos cruzar un límite para poner un límite. Esta vez el tristísimo punto final lo puso Fernando (Báez Sosa), el que abrió los ojos de todo un país para que hoy llegara a la playa y viera un despliegue policial sin precedentes en Villa Gesell. Controles, cacheos, fuerzas especiales, helicóptero, como si se tratara de la entrada a un recital de rock”, describió.

“La playa -completó- no es ‘la del horror’ como dicen. El horror es que tenga que pasar lo que pasó para que se tomen medidas como las que ya todos ven en los medios”.


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