La UNESCO estableció que el 11 de febrero sea el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia en el 2015. Esta efeméride tiene como objetivo visibilizar a las científicas, promover la participación equitativa en la ciencia y motivar a las niñas a considerar la investigación como un futuro posible. Lucía Echeverría investiga las diferencias de género y bienestar infantil en Argentina y analiza la distribución del gasto hacia el interior del hogar, poniendo en evidencia que la economía no es sólo un espacio de hombres.
Lucía Echeverría es becaria del CONICET y se formó como licenciada, magíster y doctora en Economía. En la actualidad trabaja en el Centro de Investigaciones Económicas y Sociales (CIEyS) que se encuentra en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), donde además es docente especializada en microeconomía.
Echeverría investigó en su etapa doctoral cómo se asignan los recursos, es decir el gasto total hacia adentro de las familias. Los resultados de esta investigación mostraron que en las familias biparentales donde las madres también aportan ingresos, los niños y niñas reciben una mayor proporción del gasto total del hogar. Este trabajo fue innovador en su campo, ya que no existían este tipo de datos para Argentina. “Me pareció interesante y quise hacer doble click en cómo se distribuye el gastro dentro del hogar y que implicancias tiene sobre el bienestar de los niños, ya que la desigualdad dentro del hogar puede impactar en los niveles de pobreza infantil. Un resultado que se observa es que en hogares donde las mujeres se desempeñan en el mercado laboral, lo cual puede pensarse como un empoderamiento de la mujer en la toma de decisiones dentro del hogar, los niños reciben mayor proporción del gasto total del hogar en comparación con niños en hogares donde solo el hombre trabaja”, cuenta la especialista.
Para estudiar la distribución de ingresos familiares, Echeverría utiliza los datos de las Encuestas Nacionales de Hogares de los períodos 1996-1997; 2004-2005, 2012-2013 y 2017-2018. A partir de esos datos realiza un modelo matemático que ajusta los valores sobre cuánto del ingreso familiar va destinado a las infancias y cuánto a sus progenitores. “Hay bienes que se reconocen fácilmente asignables a las infancias, como educación, ropa de niños, pañales, pero hay otros que no se ven tan claramente. De aquellos que no sabemos se corrige a partir de la información que sí sabemos, entonces el modelo modifica esos datos y permite distinguir con más exactitud el consumo intrafamiliar”, añade Echeverría. El modelo que aplican fue estimado antes para Italia y Albania, y luego para Etiopía probado previamente en Italia y España por dos investigadores italianos que fueron mentores de Echeverría.
La profundización de su investigación mostró que en las familias la mayor proporción del gasto es dedicado a las infancias, tanto en el caso de familias bi- y monoparentales. También demostró que ese porcentaje es mayor cuanto mayor es el nivel educativo de madres y padres. Además, encontró que la distribución hacia adentro de los hogares es relativamente similar entre hogares con niveles de ingreso diferentes, que cuando las madres trabajan hay una mayor proporción del gasto dedicado a los hijos y, por último, que hay una preferencia de gasto hacia las niñas.
Echeverría cuenta que hay tres hipótesis que podrían explicar la diferencia entre niños y niñas. Por una parte, el nivel de escolarización de las niñas es más alto que el de los niños, por lo que habría mayor gasto en objetos relacionados con la educación. Si bien evaluaron esta posibilidad los datos indicaron que podría ser así pero no en la totalidad de los casos. Por otro lado, el mayor gasto podría deberse al impuesto rosa, un fenómeno que sucede a nivel mundial y que se replica en Argentina. Así lo confirma la Cámara Argentina para las Medianas Empresas (CAME) que consiste en un aumento del costo de los productos que son inherentes al consumo del género femenino. La economista ilustra: “hablamos de producto de higiene, ropa y juguetes que son más caros, entonces implica un gasto más alto. Esta hipótesis no pudo ser corroborada porque en la encuesta de hogares no se discriminan los precios, si no los gastos, pero tampoco se puede descartar, porque también es posible que ambos procesos estén sucediendo en simultáneo”.
Además de la distribución hogareña, Echeverría estudió escalas de equivalencia para evaluar la pobreza, que sirven para comparar el ingreso de familias que son muy distintas. La especialista explica que las escalas permiten contrastar un hogar unipersonal y otro con tres niños, por ejemplo. El análisis estuvo situado en la Ciudad de Buenos Aires con los datos de 2004-2005, comparado con las escalas que publica el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). El organismo nacional se basa en criterios calóricos, donde un adulto de edad intermedia y actividad moderada necesita 2700 calorías por día, mientras que niños y niñas requieren una porción de esa ingesta. Esta forma de evaluar solo tiene en cuenta la canasta de alimentos. La economista, en cambio, propuso incluir otras variables que incluyen todos los consumos de los hogares y gracias a este ajuste en el análisis observaron que los valores de pobreza eran mayores de lo reportado por el INDEC.
Para Lucía Echeverría contar con una efeméride como el 11 de febrero es importante para concientizar y visibilizar. Reflexiona: “Si sos una niña que le gusta la matemática no es algo raro y si sos una persona que quiere hacer ciencia da lo mismo tu género, lo importante es hacer lo que te apasiona, tener los recursos para poder hacerlo y que estén las oportunidades para que todas las personas lo puedan hacer. Ni la ciencia ni la matemática son un espacio exclusivo de hombres. No hay profesión ni espacio de un solo género”, concluye la especialista.
Por Daniela Garanzini para el CONICET Mar del Plata