‘El principal motivo que contribuye a que los niños se lesionen o sean víctimas fatales en los accidentes de tránsito es que son trasladados de manera insegura en automóviles o motocicletas’. Es una afirmación de los especialistas de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) ante la gran cantidad de siniestros viales que afectan a niños y adolescentes.

Según cifras oficiales, en Argentina en el año 2017 se produjeron 5.420 fallecimientos por siniestros viales, de los cuales 324 (6%) correspondieron a niños menores de 14 años. Además, según estadísticas preliminares del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV), en 2019 el 39,3% de las muertes se dio en la franja etaria de entre 16 y 30 años y el 43,5% de los siniestros correspondió a conductores de entre 17 y 30 años. En cuanto al horario de ocurrencia, 1 de cada 3 (34,5%) se originó entre las 6 am y las 12 del mediodía.

Si bien la mayoría de los eventos se da en zonas urbanas, son las áreas rurales las que se llevan el mayor porcentaje de decesos: 61,9%, mayoritariamente debido a que el exceso de velocidad en las rutas incrementa el grado de siniestralidad de los accidentes. Comparando 2019 con 2018, el propio ISEV reporta un aumento del 29,2% de los siniestros, con un 4% más de mortalidad y un 12,8% más de morbilidad (lesiones).

Las lesiones por accidentes de tránsito constituyen la primera causa de muerte y secuelas graves en niños y jóvenes. Al menos un tercio de estos niños viajaba en automóviles. Los SRI (Sistema de Retención Infantil), también conocidos como ‘sillitas’ o ‘huevitos’, son de uso obligatorio y ofrecen un elevado nivel de protección en la prevención de las muertes por tránsito. Reducen las defunciones de lactantes un 71% y las de niños pequeños un 54%. Son estructuras diseñadas especialmente para ser ancladas a los asientos del vehículo que proporcionan gran inmovilización y sujeción, representan un método confiable en términos de seguridad pasiva y son el mejor seguro de vida para un pasajero menor de edad. Estos se deben elegir según la altura, peso y edad del niño.

Todo niño cuya estatura no supere el metro y medio de altura, debe usar un sistema de retención infantil (SRI). En Argentina según la Agencia Nacional de Seguridad Vial -en promedio en todo el territorio nacional- sólo el 50 % de los niños menores de 4 años utiliza el SRI”, afirmó el Dr. Lucas Navarro, médico pediatra, miembro del Comité de Prevención de Lesiones de la SAP.

Una investigación llevada a cabo por el Observatorio de Seguridad Vial de la Agencia Nacional de Seguridad Vial encontró que las principales barreras que inhiben los comportamientos seguros en torno al traslado de niños son de diferente naturaleza. En lo que refiere al traslado de niños en vehículos de 4 ruedas, el nivel de desprotección se encuentra relacionado con a) la asimetría informativa (falta de información respecto de la existencia de los Sistemas de Retención Infantil (SRI) para los más chiquitos, b) la ausencia percibida de control sobre la forma de traslado, c) el acceso limitado a los SRI por parte de determinados sectores de la población, y d) la permisividad paterna o materna (los padres dejan que sus hijos no usen SRI porque a los niños les molesta o no les gusta viajar en la silla).

La Academia Americana de Pediatría recomienda lo siguiente: todos los menores de 13 años deben viajar en el asiento trasero; todos los niños deben viajar en un SRI mirando hacia atrás hasta la edad de 2 años o hasta alcanzar el peso y la talla máximos permitidos por el fabricante del dispositivo; todos los niños desde los 2 años o los menores de 2 años que han superado el límite de peso y altura máximo del SRI, que se usa mirando hacia atrás, deben utilizar un SRI mirando hacia adelante (con sistema de arnés) hasta alcanzar el peso o la altura máximos sugeridos por el fabricante; todos los niños que superen el límite del SRI que se utiliza mirando hacia adelante deben utilizar dispositivos elevadores hasta que el cinturón provisto por el automóvil se ajuste adecuadamente. Esto se logra mayoritariamente en los niños que alcanzan la estatura de 150 cm, o entre los 8 y los 12 años de edad.

Con relación al traslado inseguro de niños en motocicletas, el trabajo registró la presencia de las siguientes barreras: existencia de una red de transporte público deficiente que exige a los padres resolver los traslados de manera alternativa; la oferta insuficiente de cascos para niños; la baja percepción de los riesgos asociados a estos modos de traslado; y algunos sesgos cognitivos como la omnipotencia y el exceso de confianza de los padres.

“Esta última barrera refiere a la creencia de los padres en sus propias habilidades para mitigar los riesgos a través de mecanismos poco seguros como, por ejemplo, llevarlos adelante en la posición del conductor. Por otra parte, se detectaron barreras como la permisividad paterna o materna (a los niños les gusta viajar en la moto y los padres les dan el gusto) y la ausencia percibida de controles en la materia”, refirió por su parte el Dr. Osvaldo Aymo, médico pediatra, Ex Secretario del Comité de Prevención de Lesiones de la SAP.

Con respecto a los adolescentes y jóvenes, estos son más propensos a presentar comportamientos riesgosos en el tránsito que otros segmentos etarios por su inmadurez física y emocional, el proceso de formación de identidad, los estilos de vida asociados a la juventud, la presión de sus pares, el comportamiento impulsivo y la búsqueda de emociones. Los adultos tienden a tomar mejores decisiones que los jóvenes porque consideran más opciones, riesgos y consecuencias.

En opinión de la Dra. Melisa Giovanini, también pediatra del Comité de Prevenciones de la Sociedad Argentina de Pediatría, “en general, los jóvenes se encuentran particularmente dispuestos a asumir naturalmente más riesgos que el resto de la población, quizás sin siquiera ser conscientes de ello. En este contexto, las sustancias psicoactivas -entre las cuales se destaca el alcohol por su elevada prevalencia en la población- constituyen un medio que potencia los resultados negativos de esas conductas riesgosas”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica a la conducción bajo los efectos del alcohol como uno de los factores de riesgo intervinientes en la problemática de la siniestralidad vial, señalando que conducir bajo tales efectos aumenta la probabilidad de ocurrencia de un siniestro y de que éste termine en muerte o traumatismo grave.

“Además, la utilización del celular es un objeto distractor que interfiere en la atención en el tránsito, y el uso de auriculares disminuye la percepción de cualquier señal sonora y contribuye a la desconcentración”, completó el Dr. Navarro.


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