Desde la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), en conjunto con la Fundación Cardiológica Argentina, brazo hacia la comunidad de la SAC, recordaron que en un paro cardíaco súbito el corazón se detiene, la persona se desvanece, no responde y deja de respirar. Este episodio requiere que varios factores se conjuguen para lograr una mejor supervivencia.

La asociación estadounidense del corazón ha descripto estos factores a través de la metáfora de una cadena formada por 6 eslabones, compuesta por el reconocimiento del paro cardíaco, el llamado a la ambulancia, la realización de RCP, el uso del desfibrilador externo automático (DEA), la atención en la ambulancia y el tratamiento médico definitivo. De esos eslabones, los cuatro primeros tienen un rol fundamental en lograr que la persona que sufre un paro cardíaco tenga las mejores posibilidades de llegar con vida al hospital.

“Es sustancial destacar el rol de la persona más importante en el manejo de esta situación, que es a quien llamamos ‘el primer respondiente’, un individuo que es testigo de la situación y la reconoce, y decide actuar haciendo reanimación cardiopulmonar (RCP), manteniendo circulando la sangre hasta que llegue la ambulancia. También será quien se asegure de llamar al sistema de emergencias (al 107 o al número que corresponda en cada provincia), por sí mismo o pidiendo a otro que lo haga, cumpliendo con el primer paso del eslabón de la cadena”, explicó el Dr. Mario Fitz Maurice, médico cardiólogo, Director del Consejo de Arritmias y Director de Prensa y Comunicación de la Sociedad Argentina de Cardiología.

El comienzo de las compresiones en el centro pecho será el tercer eslabón. Las compresiones deben ser fuertes y rápidas. Fuertes como para hundir por lo menos 5 cm el pecho de la víctima, y rápidas, con una frecuencia de entre 100 y 120 por minuto. Esto logra que la sangre circule. El Dr. Fitz Maurice sugiere recordar la canción ‘Stayin Alive’ de los Bee Gees y mantener su ritmo, ya que coincide con el tempo requerido para las compresiones.

“El cuarto eslabón, es usar un desfibrilador (DEA), que es un dispositivo de muy fácil utilización cuya función es dar una descarga eléctrica (o las que sean necesarias) al pecho de la persona en paro cardíaco. Es de muy fácil manejo y está diseñado especialmente para que cualquier persona lo use, sin necesidad de ser médico. De estar disponible en el lugar, con solo abrirlo o encenderlo el DEA va a dar las instrucciones de uso en español y producirá una descarga eléctrica sobre el paciente solo si corrobora que hay una arritmia (llamada fibrilación ventricular) que es la que está produciendo el paro cardíaco. Cuando el corazón tiene esta alteración grave en su ritmo, deja de latir haciendo que la sangre deje de circular. La descarga eléctrica produce que el corazón deje de temblar, se resetee, y vuelva a funcionar nuevamente”, explicó el Dr. Fabián Gelpi, Secretario de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).

“Es importante señalar que en el 90% de las veces, los paros cardíacos súbitos se producen por esa alteración en el ritmo del corazón y por cada minuto que se demora la desfibrilación la supervivencia disminuye un 10%. Además, los estudios indican que el 70% de las muertes súbitas ocurren en el domicilio”, agregó.

Pero no siempre habrá desfibrilador disponible en el lugar donde ocurra el episodio: se calcula que existen 200 veces más de probabilidades de morir por muerte súbita que por un incendio, sin embargo, en casi todas partes hay extintores de fuego (y está muy bien que los haya) pero en muy pocas se cuenta con desfibriladores, y también muy poca gente está capacitada en RCP. La bibliografía y los especialistas de la SAC y de la FCA recomiendan en esos casos seguir con las compresiones hasta cumplir con el quinto eslabón de la cadena de supervivencia, que es la llegada de la ambulancia, que tendrá todo el equipamiento necesario para ocuparse de la atención del paciente para intentar llevarlo con vida hasta el hospital.

Los especialistas destacan la importancia de fomentar que los desfibriladores estén ampliamente disponibles en lugares tales como espacios públicos en donde el flujo de personas sea considerable (escuelas, centros comerciales, gimnasios, oficinas y unidades habitacionales, entre otros) o en general donde no se pueda llegar a desfibrilar a una persona por los medios habituales dentro de los tres minutos de ocurrido el paro.

“Distintos trabajos internacionales refieren que, si se logra cumplir los primeros 4 pasos dentro de los tres minutos de producido el paro cardíaco, el 80% de los pacientes llegan con vida al hospital. Esto significa ni más ni menos que con un primer respondiente que identifique el episodio, llame a la ambulancia, comience con la RCP y use un DEA, aumentaremos un 80% las posibilidades de que la persona afectada legue con vida al hospital, si la comparamos con la casi nula oportunidad que tendrá si no recibe ninguna atención. Por eso es tan importante involucrarse”, reflexionó el Dr. Fitz Maurice.

En números, está comprobado que la implementación comunitaria de programas de entrenamiento en RCP mejora las posibilidades de supervivencia: entre muchos otros trabajos una investigación sueca publicada recientemente, observó que la supervivencia de los paros cardíacos ocurridos fuera del hospital en el 2008 era del 5% y para el 2015 llegó al 20% luego de la implementación sistemática de estos programas.


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