POR GERMÁN ALEMANNI – TÉLAM

De la «estación de mar» que la oligarquía porteña edificó a fines del siglo XIX inspirada en la belle époque a la «Ciudad Feliz» que se consagró durante los revoltosos ’60 y ’70 como la meca de las clases media y obrera en expansión, de las veleidades de la «Biarritz sudamericana» a la irrupción de la playa como ágora de las transformaciones políticas, económicas y sociales, son escasos los centros turísticos que, como Mar del Plata, laten en la memoria emotiva de los argentinos.

La cabecera del partido de General Pueyrredón conmemora este sábado 150 años de aquel 10 de febrero de 1874, cuando el gobernador bonaerense Mariano Acosta firmó el decreto que reconoció al pueblo «Puerto de la Laguna de los Padres» y lo renombró como Mar del Plata a pedido de Patricio Peralta Ramos, uno de los actores centrales de la fundación de la ciudad.

«Mar del Plata es una metáfora de la aspiración e impulso igualitarios de la sociedad argentina», reflexionó la historiadora Elisa Pastoriza, profesora emérita de la Universidad Nacional de Mar del Plata, autora de «La conquista de las vacaciones. Breve historia del turismo en la Argentina», coautora de «Mar del Plata, un sueño de los argentinos» y directora de la colección «Mar del Plata, entre el Mar y la Pampa», entre otras publicaciones e investigaciones.

Télam (T): ¿Cuáles fueron las circunstancias del surgimiento de Mar del Plata como lugar de ocio y veraneo de la aristocracia?
Elisa Pastoriza (EP): Su fundación no está relacionada con su historia posterior como balneario, sino que fue como los de toda una serie de pueblos a partir del corrimiento de la frontera sudeste. El que haya sido elegida al poco tiempo como espacio propicio para la construcción de una «estación de mar» o «villa balnearia» como la llamó el arquitecto (e historiador Roberto) Cova fue una iniciativa de los hijos de quienes se consideran, no sin controversia, los dos fundadores: Peralta Ramos y Pedro Luro.

Junto con otros actores de la clase alta que gobernaba el país, ellos advirtieron la posibilidad de armar un balneario basado, fundamental pero no únicamente, en el modelo europeo, que esos sectores visitaban durante los veranos boreales, tales como Biarritz (Francia) y San Sebastián (España).

Contar con un balneario fue parte del proceso modernizador que impulsó la Generación del ’80. Comienza en 1886 cuando es extendida la línea del ferrocarril desde (la ciudad de) Maipú a Mar del Plata. Tal decisión fue fundamental para atraer turistas o, como se los llamaba en esa época, veraneantes. Dos años después, es inaugurado el Bristol Hotel. Esos años son considerados como los de las primeras temporadas, a las cuales quienes primero concurren son familias porteñas, propietarias de estancias en la zona. Pero cuando Mar del Plata se consolida como destino veraniego empiezan a llegar representantes de las clases altas de diversas provincias. Todas buscaban emular las actividades de esparcimiento que realizaban en la costa europea.

T: ¿Cómo era el vínculo de esos sectores en aquellos años con el mar?
EP: El proceso de aproximación al mar, aquel por el cual las playas se constituyen como objeto de deseo, está asociado a la idea de ocio comenzada mucho antes en Europa y en la cual influyeron los pintores impresionistas. Bajo ese marco son creados balnearios como Biarritz, a los que concurrían la realeza y la nobleza europeas.

En el caso de Mar del Plata, donde también había grupos selectos, en aquel tiempo los baños de mar eran muy incipientes. La playa estaba más signada por la contemplación. Las mujeres iban vestidas y el disfrute del mar era, en sus inicios, una actividad de los hombres, quienes aprendían a nadar en las piletas que tempranamente fueron construidas en las mismas playas.

Pero la gran sociabilidad balnearia giraba en torno al Bristol Hotel y el Club Mar del Plata, con sus reuniones, banquetes y bailes. También a los paseos en las Ramblas y el Casino.

T: ¿En qué contexto se da inicio al proceso de masificación turística de la ciudad?
EP: Así como en Europa el proceso democratizador se da con el ferrocarril, al facilitar que otros sectores sociales comiencen a participar en las prácticas de tiempo libre y ocio, en el caso de Argentina este proceso se da de modo más vertiginoso. El deseo de disfrute de aquella élite se va ampliando al conjunto de la sociedad. Entonces, el proceso que comenzó con un sector exclusivo muy tempranamente, y eso es lo interesante porque marca que se trataba de un país que brindaba esas posibilidades, recepcionaba a sectores de la burguesía de entonces, entre ellos dueños de fábrica y grandes comerciantes. Sin olvidar que las conexiones entre la élite política y económica influyeron en la rápida construcción de esta villa balnearia que comienza a aparecer entre mediados y fines de 1910.

Un ejemplo de esa ampliación social la constituyó la Playa de los Ingleses, la actual Varese, a la que iba fundamentalmente la colectividad inglesa creada en torno al arribo del ferrocarril del Sud, la cual impulsó la construcción del Golf Club, uno de los nuevos centros de sociabilidad y deporte.

Ya hacia fines de la década del ’20 y en los ’30 aquella villa turística exclusiva comienza a «filtrarse» por nuevos visitantes, lo que da comienzo a un proceso continuo de democratización social, en el cual primero irrumpen la clase media alta y finalmente los trabajadores.

La evolución del balneario acompañó las transformaciones sociales que se dieron en el país. Esto es: un balneario de todos, donde los más diversos sectores sociales pudiesen disfrutar del veraneo en un mismo espacio. La popularización de Mar del Plata está emparentada con el fortalecimiento que supo tener la clase media argentina y el ascenso social de los trabajadores.

Un rasgo importante en ese sentido es el hecho de que Mar del Plata, aquella villa disfrutada por la aristocracia veraneante, fue gobernada durante la década del ’20 por los socialistas. Uno de sus dirigentes más reconocidos fue Teodoro Bronzini. Esos gobiernos se propusieron abrir aquel balneario exclusivo a nuevos actores sociales. Contrariamente a lo que los sectores acomodados pugnaban, al considerar que ese balneario era obra suya, los socialistas planteaban que había que impulsar las condiciones para que otros sectores sociales pudiesen disfrutar ese lugar.

Por otra parte, durante la gobernación de Manuel Fresco se produce un cambio importante y llamativo que denota justamente aquel cambio social. Hay una transformación del frente urbano. Los conservadores tienen la audacia de tirar abajo la representación de la villa balnearia aristocrática, la Rambla francesa, que dura en pie apenas 27 años, y de la mano del arquitecto Alejandro Bustillo construyen una nueva rambla; un nuevo hotel, el Provincial que reemplazará al Bristol, cuya última cena es en 1944; y el Casino.

Los sectores acomodados que se sentían «invadidos», esa era la palabra que usaban, se corrieron hacia las playas del sur. A partir de ese corrimiento, los conservadores avanzan, erigiendo la actual Playa Grande. En paralelo a toda esa movida, se pone en marcha una política vial muy importante: completan la pavimentación de la Ruta 2, lo cual convalida la llegada del turismo en automóvil. El auto será un instrumento importantísimo para el turismo.

T: ¿Qué tipo de actividades, sobre todo en relación con el mar y la playa, incorporan los sectores medios que vacacionan en Mar del Plata?
EP: En primer lugar, amplían su presencia a otras playas, no solo van a la Bristol. Además de masificarse los baños de mar, suman la práctica de deportes terrestres y naúticos. Se construyen más piscinas. También son ampliados los lugares de encuentro; aparecen nuevos hoteles, más modestos; y casas que van reemplazando a esas inmensas mansiones, junto a una serie de cambios en el perfil de la ciudad.

T: ¿Qué etapa le sigue?
EP: El peronismo. Esas tendencias democratizadoras van a ser ampliadas y el balneario adquirirá características más populares. Durante el peronismo se llevarán a cabo los llamados Planes de Turismo Social, no solo en Mar del Plata sino en otros balnearios bonaerenses, y un mayor intercambio (de turistas) entre las provincias. Aparecen los «paquetes turísticos». Todo a partir de un hecho destacado: el establecimiento de las vacaciones pagas que (Juan) Perón dispuso en 1945 desde su cargo al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y todas las disposiciones e iniciativas que se desprendieron para poner en marcha esa decisión política.

En el ámbito bonaerense, el gobernador Domingo Mercante impulsó el turismo social, al elaborar una consigna muy popular en aquella época: «Usted paga el pasaje y el gobierno el hospedaje».

La nacionalización del ferrocarril (en 1948) conllevó una serie de facilidades, como la creación de la «tarifa turista». Otro hecho de la política de fomento es la decisión de construir el complejo vacacional de Chapadmalal a 30 kilómetros de Mar del Plata.

La historiadora y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Elisa Pastoriza, caracterizó como «único en el mundo» el rol que tuvieron los gremios argentinos en la aparición y multiplicación durante las décadas del ’60 y ’70 de la «hotelería sindical», y con ella el turismo por parte de cientos de miles de trabajadores al año, en la consolidación de «La Feliz» como destino vacacional.

«La hotelería sindical es un proceso muy interesante en sí mismo porque es casi único en el mundo. Para nosotros, puede resultar natural, pero no es un proceso que podamos encontrar en otros balnearios o en otros países», agregó durante la entrevista con Télam.

Pastoriza señaló que los «cinco o seis hoteles» sindicales que había en «La Feliz» hacia mediados de la década de 1950 se extienden en número «fundamentalmente en la segunda mitad de 1960 con las facilidades que le da el gobierno (de facto) de (Juan Carlos) Onganía a la dirigencia sindical, con la concesión (tras el Cordobazo) de la Ley de Obras Sociales, que hizo que los gremios tuviesen una mayor entrada de fondos y (…) entonces puedan ocuparse de cuestiones vinculadas al turismo».

Télam (T): ¿Cómo impactó eso en Mar del Plata?

Elisa Pastoriza (EP): Se masifica el ingreso de turistas trabajadores, que había comenzado durante el primer peronismo.

T: ¿Qué características reviste ese destino turístico que ya es policlasista?

EP: Hay una convivencia, y eso es lo interesante de la historia de Mar del Plata, con Playa Grande, que tiene la mayor congregación de élite, y Playa Bristol, que es la más popular. También hay una extensión hacia el sur, que se va a continuar cuando se arma el Complejo de Punta Mogotes en los ’70.

Por supuesto, hay un cambio de las prácticas balnearias, se extienden los barcitos, lugares donde se concurre a socializar por las tardes. Aparecen con fuerza la oferta de nocturnidad: boliches, boites, teatros, cines, salones de juego. El apogeo es en los ’60.

A fines de esa década y principios de los ’70, se da la deserción de los sectores altos, que comienzan a mirar otros balnearios, fundamentalmente Punta del Este (Uruguay). Y hay un desplazamiento de la juventud hacia nuevos destinos, como Villa Gesell.

Antes y durante esa convivencia se da en el marco de la transformación edilicia de Mar del Plata a partir de la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal, por la cual aquellas mansiones son reemplazadas por edificios. Si bien el frente costero diseñado por los conservadores permanece, el proceso de urbanización incluye la intención de «alcanzar los cielos», como decían las propagandas en ese momento. Cambia por ejemplo el perfil de la Avenida Colón, que estaba llena de mansiones sobre todo en la loma de Stella Maris.

Mientras tal refundación acontece, indica Pastoriza, las playas marplatenses consolidan una actividad por parte de sus visitantes: el bronceado. «Se convierte en algo diferenciador porque uno de los modos de decir que se había estado de vacaciones en Mar de Plata u otro lugar de mar era estar bronceado», dice la directora de la colección «Mar del Plata, entre el Mar y la Pampa», de la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Eudem)

Télam


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