El bombardeo a Lviv, inesperado y gravoso en términos de daños y víctimas, golpeó la moral del presidente Volodimir Zelenski y del canciller Dmytro Kuleba, quienes tenían puesta su atención y sus declaraciones públicas hacia la situación de Mariupol, sitiada y asediada desde hace seis semanas por las fuerzas rusas, que se aprestan al asalto final.